viernes, 28 de octubre de 2011

Homilía del Domingo 30 de octubre, XXXI del tiempo ordinario (ciclo "A")


El Evangelio de hoy contiene una seria advertencia del Señor a sus discípulos (nosotros) para que no caigamos en los errores de los hombres "religiosos” de su tiempo... y también de nuestros tiempos!

La enseñanza del Señor tiene dos partes bien claras:
 descripción de actitudes de los escribas y fariseos
 exhortación a los discípulos a obrar evangélicamente

Veamos a los personajes:

+ Escribas: eran especialistas en la Biblia. La conocían muy bien, la leían e interpretaban.
+ Fariseos: el Señor dice que están sentados "en la cátedra de Moisés", haciendo referencia a su actividad docente. Básicamente, son judíos piadosos, intransigentes en materia religiosa, que cuidaban la ley hasta el detalle... actitud (esta última) que no pocas veces daba lugar a la ostentación y a la jactancia... No todos ellos eran hipócritas, pero su modo de conducirse los hacía muy proclives a este vicio...

¿Qué es lo que Jesús condena en ellos?
Precisamente, la hipocresía ("ellos dicen y después no hacen")...
Las interpretaciones rígidas y severas que ellos hacen de la ley terminan obstruyendo el camino hacia Dios, en vez de ayudar a recorrerlo...
Obran no para glorificar a Dios, sino para hacerse ver (es decir, por ostentación)
* "no mueven las cargas ni con un dedo..."
* "obran para ser vistos..."
* llevan hasta en la frente las filacterias (franjas con textos de la Biblia, que ellos encima alargan)
* aún en la ropa buscan destacarse (“borlas del manto”... )
* buscan los primeros lugares y los títulos de honor (ambas cosas manifiestan su soberbia)

+ "Pero ustedes..." Ahora Jesús habla a los discípulos:
* “no se hagan llamar "maestro"; "padre"; "director"...
Todos estos eran títulos honoríficos en Israel...

Para los discípulos, queda claro que:
* la mayor dignidad será servir al prójimo por amor al Señor; en ese espíritu, no tiene sentido la pretensión de títulos que signifiquen imponerse por encima de los demás...
* pero ¡cuidado! Las sectas hacen una predicación fundamentalista y retorcida de esta palabra del Señor: no se trata de no decirle "padre" o "maestro" a quien lo es: sino de recordar que esos dones vienen de Dios, y que no son para creerse más o mejor, sino para servir. Por otra parte, si el único Padre es Dios, y el único Maestro es Jesucristo, cuando le apliquemos estas palabras a alguien será porque reconocemos en esa persona los rasgos del único Padre, y del único Maestro...

San Pablo se llama a sí mismo ... "padre" y "maestro", sin contradecir a Cristo, sino precisamente en nombre de Él, con Su Autoridad (cfr. I Tim 2,7; II Tim 1,11; I Tes 2,11)...

Por lo tanto:
* Los títulos (especialmente en Iglesia) son para servir a Dios y a los hermanos.
* El mayor es el servidor de todos. Y esa es la mayor dignidad. El Papa es – y así firma en los documentos más importantes de la Iglesia – “Siervo de los siervos de Dios”...

¿Qué nos dice este Evangelio hoy a nosotros?
Hay una advertencia que alcanza a todos: cuidado con la hipocresía; con el gusto por "aparentar" delante de los demás lo que no se es; cuidado con el "creerse más" y aspirar por eso a los primeros puestos; con el buscar títulos o poder en la Iglesia para pretender dominar sobre los otros...

Esta actitud es típica en las sectas, que hoy llenan los M.C.S. No pocas veces, este vicio es el pan de cada día en el mundo de la política; y - lamentablemente – no es raro encontrar este pecado también en la Iglesia...

¡Qué distinta la actitud de San Pablo, verdadero padre y maestro, que lo es en nombre del Señor: vale la pena repasar aquí palabras suyas que leemos hoy en la II lectura, en la carta a los Tesalonicenses:

“Los tratamos con delicadeza, como una madre cuida de sus hijos.

Les teníamos tanto cariño que deseábamos entregarles no sólo el Evangelio de Dios, sino hasta nuestras propias personas, porque ustedes habían ganado nuestro amor.
Recuerden si no, hermanos, nuestros esfuerzos y fatigas; trabajando día y noche para no serle gravoso a nadie, proclamamos entre ustedes el Evangelio de Dios.
Ésa es la razón por la que no cesamos de dar gracias a Dios, porque al recibir la palabra de Dios, que les predicamos, la recibieron no como palabra de hombre, sino, cual es en verdad, como palabra de Dios, que permanece operante en ustedes los creyentes”.

En esa familia que es la Iglesia, que tiene un único Padre, un único Maestro, un único Señor, los sacerdotes de Cristo somos enviados para servir al pueblo Santo Dios que son ustedes, y ésta es nuestra única gloria y nuestra mayor alegría; complacer a Dios y a su Pueblo, y no buscar el aplauso de los hombres. Si somos llamados "padres", o "maestros", es sólo porque es el único Señor y Maestro quien nos envía.

+ Pidamos hoy en Señor que los de la gracia de ser fieles no en las palabras y las apariencias, sino con las obras y de verdad; y que la única Iglesia de Cristo se caracterice siempre por su servicio humilde y efectivo entre los hombres. 



Autor: P. Juan Pablo Esquivel

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