lunes, 31 de diciembre de 2012

Año nuevo, vida vieja





Para algunos el inicio de un nuevo año, de un nuevo número que caracterice el final de todas las fechas y documentos, puede significar que todo empieza, que se hizo “borrón y cuenta nueva”. Sin embargo, no existe tal borrón, pues iniciamos el nuevo año con las deudas pendientes, con el mismo coche (a no ser que hayamos comprado uno nuevo), con el mismo esposo o esposa, con los mismos hijos y padres... Una serie de parámetros permanecen ahí, inmutables, y nos recuerdan, con nuestro nombre y apellido inmutables, que algo (o mucho) continúa, que recogemos el pasado y con él iniciamos la navegación incierta, y normalmente llena de esperanzas, del año nuevo.

En momentos especiales como estos, conviene no tirarlo todo por la ventana. Pero tampoco es oportuno sentirnos atrapados por el pasado, condicionados por lo que ha ocurrido. Mucha literatura psicológica nos ha ido “condicionando” hasta el punto de creer que muchos de nuestros actos, incluso aquellos que creíamos más libres, más creativos, no serían sino consecuencia de la acción que el “inconsciente” sigue ejerciendo sobre nosotros, como un dueño y señor misterioso y tremendo de nuestro destino, por más que no nos demos cuenta de su poderío.

Esta tentación del determinismo psicológico es mucho más vieja de lo que creemos. Basta con leer algunas tragedias griegas, escritas hace más de 2400 años, para comprender que también otros pueblos y culturas han creído en fuerzas ciegas que guían fatalmente los destinos humanos. El caso paradigmático de Edipo, destinado a matar a su padre para casarse con su madre, nos hace ver que incluso quien desea huir de las cadenas de la “predestinación”, no puede sino caer en ellas. No es extraño que el padre del psicoanálisis, Freud, haya usado nombres de personajes griegos, como el del mismo Edipo o el de Electra, para ilustrar sus doctrinas psicoanalíticas.

Frente a los que creen tener un folio en blanco cada año, y a los que creen que ya está todo escrito y fijado en nuestra psicología (o en el horóscopo, que viene a ser lo mismo), hemos de contraponer una visión más serena y equilibrada del ser humano, una visión que deje su lugar a la historia sin negarle su puesto a la fantasía y creatividad. El pasado, sí, nos condiciona, pero no nos esclaviza. Como decía un psicólogo, agudo crítico de Freud, los determinismos y condicionamientos no sólo no eliminan la libertad, sino que son como la gravedad que nos permite caminar (libremente) por la vida. Una visión realista debe hacernos comprender que hay que asumir con responsabilidad lo que somos y tenemos, las carencias y las cualidades, los fracasos y los éxitos anteriores, los cariños y los rencores, para, desde ahí, sin cerrar los ojos, preguntarnos con sencillez: ¿a dónde quiero llegar en este año que empieza? ¿Qué deberes he heredado del pasado? ¿Qué expectativas me rodean y orientan mis respuestas para el futuro?

Un año nuevo inicia en pañales. Lo cogemos con el temor de quien coge a un recién nacido. Pero lo cogemos desde las canas, las arrugas y las cicatrices que nos han dejado los muchos o pocos años que hemos transcurrido en este planeta. Quizá cuando empiece otro año nuevo, y volvamos los ojos a lo que fue el anterior, podamos respirar, con orgullo, al ver que algo ha mejorado, que el amor ha crecido, que la justicia ha sido más completa, que los rencores han empezado a ceder el paso a la generosidad del perdón. Quizá, Dios no lo quiera, tengamos que ocultar el rostro ante un año perdido en nuestro enriquecimiento integral.

Cuando el calendario tiene números bajos en el mes de enero (el mes primero, el mes más tierno), podemos trazar planes atrevidos, hacer propuestas de superación y de conquista. Desde lo que somos y tenemos, para que seamos un poco más y hagamos a quienes viven a nuestro lado un poco más felices.

Autor: Padre Fernando Pascual L.C. Fuente: Church Fórum

domingo, 30 de diciembre de 2012

Año nuevo, vida nueva.




 Empezar como si fuera cualquier cosa, es una enorme torpeza. Un año de vida.
Es un regalo demasiado grande para echarlo a perder.

¿Alguna vez te has sentido en lo mas hondo de tu ser ese deseo profundo y enorme de mejorar o de cambiar?

Si es así, no dejes que el deseo se escape, porque no todos los días lo sentirás. Si hoy sientes esa llamada a querer ser otro, a ser distinto, atrápala con fuerza y hazla realidad.

El inicio de un nuevo año es el momento para reunir las fuerzas y toda la ilusión para comenzar el mejor año de la vida, porque el que se proponga convertir éste en su mejor año, lo puede lograr.

El año nuevo es una oportunidad más para convertir la vida, el hogar, el trabajo en algo distinto. "Quiero algo diferente, voy a comenzar bien, así será más fácil seguir bien y terminar bien. Quizá el año pasado no fue mi mejor año, me dejó un mal sabor de boca; éste va a ser distinto, quiero que así sea, es un deseo, es un propósito, y no lo voy a echar a perder. Tengo otra oportunidad que no voy a desperdiciar, porque la vida es demasiado breve".

¿Quién es capaz de decir: "Desde hoy, desde este primer día, todo será distinto.? En mi hogar, me voy a arrancar ese egoísmo que tantos males provoca, voy a estrenar un nuevo amor a mi pareja y a mi familia, seré mejor padre o madre. Seré también distinto en mi trabajo, no porque vaya a cambiar de trabajo, sino de humor. Incluso voy a desempolvar mi fe, esa fe arrumbada y llena de polvo, voy a poner un poco más de oración, de cielo azul, de aire puro en mi jornada diaria. Ya me harté de vivir como he vivido, de ser egoísta, tracalero, injusto. Otro estilo de vida, otra forma de ser, ¿por qué no intentarlo?"

En los ratos más negros y amargos, llenos de culpa, piensas: ¿Por qué no acabar con todo? Pero en esos mismos momentos se puede pensar otra cosa: ¿Por qué no comenzar de nuevo?.
Algunos ven que su vida pasada fue gris, vulgar y mediocre, y su gran argumento y razón para desesperarse es: "He sido un don nadie, ¿qué puedo hacer ya?".

Pero otros sacan de ahí mismo el gran argumento, la gran razón para el cambio radical positivo: "No me resigno a ser vulgar, quiero resucitar a una vida mejor, quiero luchar, voy a trabajar, quiero volver a empezar".

Un año recién salido de las manos del autor de la vida, es un año que aún no estrenas. ¿Qué vas a hacer con él?, ¿El año pasado no te gustó?, ¿No diste la medida?, ¿Con éste qué vas a hacer?
Un nuevo año recién iniciado: Todo comienza si tú quieres, todo vuelve a empezar...

Yo me uno a los grandes insatisfechos, a los que reniegan de la mediocridad, a los que aún conscientes de sus debilidades confían y luchan por una vida mejor.

Todos desean a los demás y a si mismos un buen año, pero pocos luchan por obtenerlo. Prefiero ser de los segundos

Comienza un nuevo año y con el un mundo de oportunidades se abre ante nosotros. El momento es propicio para reflexionar internamente sobre experiencias pasadas, situaciones presentes y el porvenir. Para aprender del pasado, disfrutar el presente y construir un futuro mejor.

Si nos detenemos por un momento y hacemos una pausa para mirar hacia atrás, podremos darnos cuenta que nos encontramos exactamente donde nos han traído nuestras acciones pasadas. El ser humano construye su futuro día a día mediante sus pensamientos, palabras y acciones, y estas a su vez van moldeando el presente.
Algunos pueblos que han tomado conciencia de la importancia de los actos de cada uno de sus habitantes para la consecución de un fin común, han incorporado a sus culturas la tradición de los propósitos a alcanzar en el año nuevo.

Esta tradición es muy sencilla. En ella cada persona se traza metas que hasta ahora no ha podido alcanzar, o no se había planteado y se hace el firme propósito de lograrlas durante el año que recién comienza. Puesto que según la tradición esto ocurre generalmente en alguna reunión social relativa al nuevo año, puede ser la cena de fin de año o la primera reunión de familiares y amigos del año que apenas comenzó, es costumbre comunicarse entre los concurrentes sus propósitos para de esta manera intercambiar opiniones sobre la mejor manera de lograrlos y obtener el apoyo necesario de quien este dispuesto a brindarlo para concretarlos, y si ocurre que se encuentran personas con propósitos comunes, unir esfuerzos para facilitar su consecución.

Esta tradición no esta limitada exclusivamente a propósitos individuales, pueden plantearse también propósitos familiares, de grupo, sociales y hasta mundiales, y de esta manera poner un granito de arena para construir un mundo mejor, el mundo que todos en el fondo deseamos.
Con el pasar del tiempo nuestra voluntad se fortalece y nos sentimos cada vez más capaces de lograr lo que nos propusimos; y no solo eso sino que también sentimos la necesidad de hacer algo por aquellos que hasta ahora no se han propuesto lograrlo pos si mismos, y comienza entonces un proceso de crecimiento en el cual nos volvemos conscientes de que somos dueños de nuestros destinos y capaces de utilizar nuestra voluntad en formas cada vez más creativas y constructivas.

A partir de ese momento vemos los obstáculos solo como situaciones a superar y de las cuales aprender, el contento se abre paso entre los lamentos, la alegría vence a la tristeza y la esperanza, la seguridad y la confianza reinan donde antes se encontraba el temor.
Siempre podemos escoger entre vivir el mundo cual lo conocemos o cambiarlo en el que deseamos, la decisión al final es de cada uno según decida ejercitar su libre albedrío.
Que este nuevo año nos brinde paz, amor, salud, armonía, unión, felicidad y prosperidad. 

Autor: Padre Mariano de Blas L.C. Fuente: Libro De Paso por la Vida 

sábado, 29 de diciembre de 2012

Todos estaban admirados







A la edad de doce años, Jesús se queda en Jerusalén. No sabiéndolo, sus padres lo buscan con inquietud y no lo encuentran. Buscan "entre sus parientes cercanos", buscan "entre sus compañeros de camino", buscan "entre sus conocidos", pero, entre toda aquella gente, no lo encuentran... Mi Jesús no quiere ser encontrado entre la muchedumbre.

    Aprended pues dónde lo encontraron... para que vosotros también podáis encontrarlo: "a fuerza de buscarlo, lo encontraron en el Templo". No en cualquier lugar, sino "en el Templo", y no simplemente en el Templo, sino "En medio de los doctores a los que escuchaba y hacía preguntas". Vosotros también, buscad pues a Jesús en el templo de Dios, buscadlo en la Iglesia, buscadlo cerca de los maestros que están en este templo y que no salen de él. Si buscáis de ese modo, lo encontraréis...

    Lo encontraron "sentado en medio de los doctores, escuchándoles y haciéndoles preguntas". Ahora todavía, Jesús está aquí; nos interroga y nos escucha. "Todos estaban admirados ", dice Lucas. ¿Qué admiraban? No sus preguntas que sin embargo eran admirables, sino sus respuestas... "Moisés hablaba, dice la Escritura, y Dios le respondía" (Ex 19,19). Así es como el Señor le enseñaba a Moisés lo que ignoraba. Unas veces Jesús interroga, y otras responde, y por muy admirables que sean sus preguntas, sus respuestas todavía son más admirables.

    Para que nosotros también podamos oírlo y que nos plantee preguntas que él mismo resolverá, supliquémosle, hagamos un esfuerzo intenso y doloroso por buscarle, y podremos entonces encontrar lo que buscamos. Con razón dice la Escritura: "Tu padre y yo te buscábamos angustiados". Hace falta en efecto que el que busca a Jesús no lo haga con negligencia y blandura, de forma intermitente, como lo hacen algunos... y que, por esta razón, no lo encuentran.  Nosotros, digamos: "Te buscábamos angustiados".


Orígenes (c. 185-253), sacerdote y teólogo. Homilía sobre el evangelio de Lucas, n° 18; SC 87

Doce Campanadas...Un Año Nuevo





Se acaba el año y empieza otro, y parece que todo se resuelve entre tradiciones, propósitos y algunas supersticiones. Los días pasados nos llenaron, entre curiosidad y nostalgia, de noticias, eventos, circunstancias que resumieron el año que nos deja. Volvemos a ver imágenes que llamaron la atención o fueron primera plana, dándonos de nuevo la sensación de novedad que nos golpeó cuando las vimos por primera vez, haciéndonos fijar la atención, quitándonos tiempo, llenando nuestras conversaciones, siendo motivo de discusión. Volver al pasado cercano nos deberá hacer pensar que podríamos haber sido distintos, o haber hecho las cosas de manera diferente, haber tomado diferentes decisiones, dicho otras palabras. El último día del año conlleva una cierta reflexión, un balance de lo bueno y lo malo, acción de gracias por todo lo recibido y un cierto dolor interior por todo lo que se ha perdido. Cada año pone en la balanza de la vida las cosas o situaciones a las que habíamos dado más peso del que debían tener. Hoy es un día para pedir perdón, sobre todo por el tiempo que dejamos escapar sin darle su peso, y por las ocasiones que dejamos ir sin llenarlas de un amor mejor, pues lo que cuenta no es ni lo que piensas, ni lo que te imaginas, sino lo que amas. Hoy, de modo especial, es día para agradecer el don de las personas que te han sido dadas en este año, agradecer el don de todos los que han caminado a tu lado. Hoy es también un tiempo para agradecer por los que ya no caminan a tu lado y que fueron parte de la construcción de la persona que eres hoy.

El fin de año mira hacia atrás y mira al futuro. El año que llega, como el que se va, posiblemente contenga algunos males, sufrimientos, dramas, sea provocados por la maldad de los hombres, sean fruto de la fragilidad de la creación que nos rodea. Pero siempre hay un futuro, quizá no el que esperábamos, ni el que queríamos, ni siquiera aquel por el que habíamos trabajado, pero hay siempre un paso más que dar. Esta noche, cambiaremos de año al son de unas campanadas de reloj, campanadas que suenan cada noche, para decirnos que cada día que empieza podemos empezar de nuevo. Que basta con que queramos cambiar. Con que queramos cambiar el egoísmo que no reconoce al otro como alguien importante de nuestra vida, que queramos cambiar la actitud con la que pisoteamos a los demás para hacerlos piezas del nuestro juego de egoísta ajedrez, que cambiemos la capacidad para esconder nuestras verdaderas intenciones en la relación con las personas, que cambiemos… cada uno de nosotros tiene que tener la valentía y la transparencia interior para estar dispuesto a cambiar. Sin eso las doce campanadas no son sino martillazos que insisten en que no hay nada nuevo, de que lo que daña no se ha movido de su sitio.

Si así lo decidimos hoy cada hora del año que comienza puede ser una oportunidad de llenar nuestro tiempo de bien, de bien personal, del bien de la familia, del bien de una experiencia viva de Dios, del bien de un semilla sembrada para cambiar nuestro ambiente, con la certeza de que las horas breves y cansadas de la existencia cotidiana esconden una joya maravillosa. Hoy inicia un año nuevo que comenzamos mirando a los ojos a la madre del Salvador. A la que llamamos vida, dulzura, esperanza nuestra. A Ella le entregamos el año que empieza. En ella caminaremos seguros por este valle de lágrimas y lo transformaremos en un valle de esperanza, cuando hagamos de cada día un encuentro renovado, con los demás, con nosotros mismos, con Dios.

Autor: Padre Cipriano Sánchez L.C.  Fuente: www.ciprianosanchez.blogspot.com

viernes, 28 de diciembre de 2012

Gracias Señor




Por todo cuanto me diste en el año que termina,
Gracias por los días de sol y los nublados tristes,
por las tardes tranquilas y las noches oscuras.
Gracias por la salud y por la enfermedad,
por las penas y las alegrías.

Gracias por todo lo que me prestaste y luego me pediste.
Gracias Señor, por la sonrisa amable y por la mano amiga,
por el amor y por todo lo hermoso y por todo lo dulce,
por las flores y las estrellas, por la existencia de los niños
 y de las almas buenas.

Gracias por la soledad, por el trabajo, por las inquietudes,
por las dificultades y las lágrimas.
Por todo lo que me acercó a Ti.

Gracias por haberme conservado la vida, y por haberme
dado techo, abrigo y sustento

Gracias Señor.  Gracias Señor.  Señor.
¿Qué me traerá el año que empieza?

Lo que Tu quieras Señor, pero te pido fe para mirarte en todo,
esperanza para no desfallecer, y caridad para amarte cada día más,
y para hacerte amar entre los que me rodean.

Dame paciencia y humildad, desprendimiento y generosidad,
dame Señor, lo que tu sabes que me convieney yo no sé pedir.
Que tenga el corazón alerta, el oído atento, las manos y la mente activas,
y que me halle siempre dispuesto a hacer tu Santa Voluntad.

Derrama Señor, tus gracias sobre todos los que amo
y concede tu paz al mundo entero.  Así sea.

Gracias Señor.  Gracias Señor.

Amén.

Autor: Tradición cristiana Fuente:  Church Fórum

jueves, 27 de diciembre de 2012

Propósitos de Año Nuevo ¿Cuáles son mis verdaderos intereses?




1)            Para saber

Posiblemente muchos se habrán hecho muy buenos propósitos al inicio del año. Habrá de varias clases: hacer más ejercicio, bajar de peso, etc. Esos propósitos muestran nuestros intereses. Si bien, es importante mantener el cuerpo en forma, lo es más aún tener el alma. Por ello, es conveniente pensar en cómo crecer espiritualmente, cómo crecer en el amor a Dios.

2) Para pensar

¿Cuáles son nuestros intereses? Un relato nos ilustra al respecto.

Se cuenta que un newyorkino enseñaba la ciudad a un amigo japonés, mientras hablaban de varios temas, incluyendo el de la fe. Paseaban por el centro de Manhattan, a la hora del almuerzo. En medio del infernal ruido producido simultáneamente por bocinas, sirenas, altoparlantes, música a todo volumen y miles de personas hablando al mismo tiempo, el oriental le dijo a su amigo: "Estoy oyendo un grillo".

“¿Qué? ¡Debes estar loco! -replicó el americano- ¡No es posible que puedas escuchar un grillo en medio de todo este ruido!”

Sin decir nada, el japonés caminó hacia un tarro de flores que había en la acera y, tras una ligera búsqueda, extrajo de allí un pequeño grillo. El amigo, sorprendido, dijo: "Esto es extraordinario, debes tener los oídos de Superman".

“No -respondió el nipón-, mis oídos son iguales a los tuyos. Solo que todo depende de lo que a uno le interese escuchar”.

Para demostrar lo que decía, sacó de su bolsillo varias monedas y discretamente las dejó caer al piso. El sonido producido por las monedas al tocar el suelo provocó que todos los transeúntes voltearan inmediatamente la cara, curiosos por saber dónde había caído el dinero.

“¿Ves lo que te digo? -insistió su amigo oriental-, el sonido del dinero lo escucharon todos, pero el del grillo no. Todo depende de lo que es importante para ti. Tu mismo pregúntate, ¿Qué es importante para mí? Pues de la respuesta que des, dependerán tus acciones. Algunos dicen que no pueden oír a Dios, que Él nunca les habla. Pero quizás no lo pueden escuchar porque ese no es el sonido que quieren oír. Pueden escuchar la moneda que cae al piso, pero son incapaces de captar el chirrido del grillo”.

Y terminó diciendo el japonés: “Dice una canción «no busques a Cristo en lo alto, ni lo busques en la oscuridad, mucho menos entre la multitud, pues muy dentro de ti, en tu corazón, puedes adorar a tu Señor». Dios es esa musiquita dentro de nuestro ser, que no debemos acallar por escuchar otros atractivos sonidos”.

3) Para vivir

En la mayoría de los casos la conversión que nos pide Dios no será cambiar de actividades, sino de actitud. Es decir, cambiar nuestro modo de estar en esas mismas actividades: Si antes me enojaba ver a mi cuñada, o mi suegra, mi conversión consistirá en tratar de vivir la caridad y no criticar más; si me impaciento demasiado con los hijos, habré de tener más paciencia y no dejarme llevar por la ira; si no obedezco rápido y de buena manera a mis padres, mi conversión podrá consistir en obedecerlos ‘a la primera y con buena cara’.

En pocas palabras, la conversión consistirá en hacer lo que ya hacemos, pero como más le agraden a Dios. Haciendo un examen de conciencia sabremos qué nos pide Dios. Y si no hallamos en qué, preguntémosle a quienes conviven con nosotros, ellos sí lo saben.

Autor: P.  José Martínez Colín  Fuente:  Church Fórum

miércoles, 26 de diciembre de 2012

María, la estrella del año nuevo





Empieza el año con la solemnidad de la Maternidad de la Virgen María.

"Qué cielo mas azul aquella noche! /Parece que se vea el infinito, / el Infinito sin velos, / más allá de la luna y de las estrellas. // La luna y las estrellas brillan tan claro / en el azul infinito de la noche santa, / que el alma se encanta / allá..." (Joan Maragall).

“Maria” significa entre otras acepciones "estrella de la mañana" en lengua hebrea: recuerda la estrella que daba orientación a los navegantes, porque conocieran el camino en la oscuridad de la noche. Así la estrella guía a los Magos, y nosotros queremos seguir nuestra estrella hasta llegar a Jesús…

Cuentan que había millones de estrellas en el cielo, estrellas de todo los colores: blancas, plateadas, rojas, azules, doradas. Un día, inquietas, se acercaron a san Gabriel –que es su jefe- y le propusieron: "- nos gustaría vivir en la Tierra, convivir con las personas." -"Sea", respondió. Se dice que aquella noche hubo una fantástica lluvia de estrellas. Algunas se acurrucaron en las torres de las iglesias, otras fueron a jugar y correr junto con las luciérnagas por los campos, otras se mezclaron con los juguetes de los niños. La Tierra quedó, entonces, maravillosamente iluminada.
Pero con el correr del tiempo, las estrellas decidieron abandonar a los hombres y volver al cielo, dejando a la tierra oscura y triste. "-¿Por qué habéis vuelto?", preguntó Gabriel, a medida que ellas iban llegando al cielo. "-Nos fue imposible permanecer en la Tierra, allí hay mucha miseria, mucha violencia, demasiadas injusticias". Les contestó Gabriel: "-Claro. La Tierra es el lugar de lo transitorio, de aquello que cae, de aquel que yerra, de aquel que muere. Nada es perfecto. El Cielo es el lugar de lo inmutable, de lo eterno, de la perfección." Después de que había llegado gran cantidad de estrellas, Gabriel, que sabe muchas matemáticas, las dijo: "-Falta una estrella... ¿dónde estará?". Un ángel que estaba cerca replicó: "-Hay una estrella que quiso quedarse entre los hombres. Descubrió que su lugar es exactamente donde existe la imperfección, donde hay límites, donde las cosas no van bien, donde hay dolor. Es la Esperanza, la estrella verde. La única estrella de ese color." Y cuando miraron para la tierra, la estrella no estaba sola: la Tierra estaba nuevamente iluminada porque había una estrella verde en el corazón de cada persona. Porque el único sentimiento que el hombre tiene y el cielo no necesita retener es la Esperanza, ella es propia de la persona humana, de aquel que yerra, de aquel que no es perfecto, de aquel que no sabe cómo puede conocer el porvenir.

Maria es nuestra esperanza, la que nos guía a Jesús, que nos ha dado en el pesebre. No obliga, nos muestra el camino, respeta nuestra libertad, como hace la estrella, ilumina. Este es el modelo para toda educación, tanto la de los padres con los hijos, la de los miembros de la Iglesia en su apostolado, o como ciudadanos a nivel social y cultural: no se trata sólo de transmitir conocimientos, sino vida, dar luz, ser un referente –estrella- en un mundo de gente que no sabe hacia dónde ir, que necesita maestros.

Con qué alegría nos dice un amigo: “quiero contarte esta pena, sólo puedo explicártelo a ti, que me inspiras confianza”. Y estos guías necesitan luz, dar del calor que tienen; Maria nos trae a Jesús que nos quiere dar luz y calor, nos llena de optimismo y esperanza que va más allá de lo que vemos, que a veces puede parecernos algo negro, que nos proyecta hacia lo que no vemos; nos habla de que si Dios se ha hecho Niño, es posible un mundo mejor, en el que reine la alegría. Que siempre hay un punto en lo más profundo del alma –¡la estrella verde!- que emana la luz y el calor de Belén, que nos llena y nunca nos deja sentirnos vacíos, que es fuente inagotable de ilusiones y proyectos. Porque Jesús entra dentro de la Historia, es solidario con todo lo nuestro, y nunca nos sentiremos solos: “Si las estrellas bajan para mirarte, / detrás de cada estrella / camina un ángel”

Autor: Luis Rosales Fuente: autorescatolicos.org

lunes, 24 de diciembre de 2012

Un regalo para el Recién Nacido





Ya, felizmente, ha llegado esta fecha venturosa de Navidad. Todos guardamos en nuestra alma recuerdos entrañables de las fiestas navideñas: bellos recuerdos de nuestra infancia, y también de nuestra edad juvenil y adulta. Y es que, en este día todos nos hacemos un poco como niños. Y está muy bien que sea así, porque nuestro Señor prometió el Reino de los cielos a los que son como niños. Más aún, desde que Dios se hizo niño, ya nadie puede avergonzarse de ser uno de ellos.

¡Tantas cosas podrían decirse en un día como éstos! Pero no voy a escribir un tratado de teología. Me voy a limitar, amigo lector, a contarte una sencilla y bella historia. Espero que te guste.

Se cuenta que el año 1994 dos americanos fueron invitados por el Departamento de Educación de Rusia –curiosamente—, para enseñar moral en algunas escuelas públicas, basada en principios bíblicos. Debían enseñar en prisiones, negocios, en el departamento de bomberos y en un gran orfanato. En el orfanato vivían casi 100 niños y niñas que habían sido abandonados por sus padres y dejados en manos del Estado. Y fue en este lugar en donde sucedió este hecho.

Era 25 de diciembre. Los educadores comenzaron a contarles a los niños la historia de la primera Navidad. Les hablaron acerca de María y de José llegando a Belén, de cómo no encontraron lugar en las posadas y, obligados por las circunstancias, tuvieron que irse a un establo a las afueras de Belén. Y fue allí, en una cueva pobre, maloliente y sucia, en donde nació Dios, el Niño Jesús. Y allí fue recostado en un pesebre.

Mientras los chicos del orfanato escuchaban aquella historia, contenían el aliento, y no salían de su asombro. Era la primera vez que oían algo semejante en su vida. Al concluir la narración, los educadores les dieron a los chicos tres pequeños trozos de cartón para que hicieran un tosco pesebre. A cada niño se le dio un cuadrito de papel amarillo, cortado de unas servilletas, para que asemejaran a unas pajas. Luego, unos trocitos de franela para hacerle la manta al bebé. Y, finalmente, de un fieltro marrón, cortaron la figura de un bebé.

De pronto, uno de ellos fijó la vista en un niño que, al parecer, ya había terminado su trabajo. Se llamaba Mishna. Tenía unos ojos muy vivos y estaría alrededor de los seis años de edad. Cuando el educador miró el pesebre, quedó sorprendido al ver no un niño dentro de él, sino dos. Maravillado, llamó enseguida al traductor para que le preguntara por qué había dos bebés en el pesebre. Mishna cruzó sus brazos y, observando la escena del pesebre, comenzó a repetir la historia muy seriamente. Por ser el relato de un niño que había escuchado la historia de Navidad una sola vez, estaba muy bien, hasta que llegó al punto culminante. Allí Mishna empezó a inventar su propio relato, y dijo: –“Y cuando María puso al bebé en el pesebre, Jesús me miró y me preguntó si yo tenía un lugar para estar. Yo le dije que no tenía mamá ni papá, y que no tenía ningún lugar adonde ir. Entonces Jesús me dijo que yo podía estar allí con Él. Le dije que no podía, porque no tenía ningún regalo para darle. Pero yo quería quedarme con Jesús. Y por eso pensé qué podía regalarle yo al Niño. Se me ocurrió que tal vez como regalo yo podría darle un poco de calor. Por eso le pregunté a Jesús: Si te doy calor, ¿ése sería un buen regalo para ti? Y Jesús me dijo que sí, que ése sería el mejor regalo que jamás haya recibido. Por eso me metí dentro del pesebre. Y Jesús me miró y me dijo que podía quedarme allí para siempre”.

Cuando el pequeño Misha terminó su relato, sus ojitos brillaban llenos de lágrimas y empapaban sus mejillas; se tapó la cara, agachó la cabeza sobre la mesa y sus hombros comenzaron a sacudirse en un llanto profundo. El pequeño huérfano había encontrado a alguien que jamás lo abandonaría ni abusaría de él. ¡Alguien que estaría con él para siempre!

Esta conmovedora historia, ¡tiene tanto que enseñarnos! Este niño había comprendido que lo esencial de la Navidad no son los regalos materiales, ni el pavo, ni la champagne, ni las luces y tantas otras cosas buenas y legítimas. Lo verdaderamente importante es nuestro corazón. Y querer estar para siempre al lado de Jesús a través de nuestro amor, de nuestra fe, del regalo de nuestro ser entero a Él.

Dios nace hoy en un establo, no en un palacio. Nace en la pobreza y en la humildad, no en medio de lujos, de poderes y de riquezas. Sólo así podía estar a nuestro nivel: al nivel de los pobres, de los débiles y de los desheredados.

Sólo si nosotros somos pequeños y pobres de espíritu podremos acercarnos a Él, como lo hicieron los pastores en aquella bendita noche de su nacimiento. Los soberbios, los prepotentes y los ricos de este mundo, los que creen que todo lo pueden y que no necesitan de nada ni de nadie –como el rey Herodes, los sabios doctores de Israel y también los poderosos de nuestro tiempo— tal vez nunca llegarán a postrarse ante el Niño en el pobre portal de Belén.

Ojalá nosotros también nos hagamos hoy como niños, como Mishna, como los pobres pastores del Evangelio, para poder estar siempre con Jesús.

Sólo los humildes pueden ir a Belén y arrodillarse ante la maravilla infinita y el misterio insondable de un Dios hecho Niño y acostado en un pesebre. Sólo la contemplación extasiada y llena de fe y de amor es capaz de penetrar –o, mejor dicho, de vislumbrar un poquito al menos— la grandeza inefable de la Navidad. ¡El Dios eterno, infinito, omnipotente e inmortal, convertido en un Niño recién nacido, pequeñito, impotente, humilde, incapaz de valerse por sí mismo! ¿Por qué? Por amor a ti y a mí.

Para redimirnos del pecado, para salvarnos de la muerte, para liberarnos de todas las esclavitudes que nos oprimen y afligen.

Si Dios ha hecho tanto por ti, ¿qué serás capaz tú de regalarle al Niño Dios? 

Autor: P. Sergio A. Córdova LC | Fuente: Catholic.net

domingo, 23 de diciembre de 2012

Cuando







Cuando antes preguntaba qué somos, respondía que en cuanto cristianos somos bautizados, pero si hubiera de responder a la pregunta de qué somos en cuanto hombres tendría que decir que somos personas; es decir, individuos y al mismo tiempo, seres de relación y en relación, miembros de varios grupos: familia, parroquia, vecinos, sociedad, etc.

Así pues sacerdotes, profetas y reyes que por ser a la vez individuos y personas, cristianos y ciudadanos de este mundo, deben oficiar como tales sacerdotes, profetas y reyes inexcusablemente de forma individual y de forma comunitaria. Ni solo de una forma, ni solo de otra. Ni solo rezar como individuos, ni solo rezar como pueblo.

Hay que cultivar la relación personal con Dios en la intimidad, en privado, en el diálogo a solas, donde el alma pueda explayarse, pero a la vez hay que darle gracias “de todo corazón, en compañía de los rectos, en la asamblea” . Ni solo hablar como individuos, ni solo como miembros de una sociedad, ni solo reinar como individuos, ni solo hacerlo de manera asociada.

Si, poniendo un símil, quien no reza es un paralítico tetrapléjico, quien reza solamente de manera individual o solamente de manera colectiva es un paralítico hemipléjico. Y lo mismo hay que decir de todo lo demás. Debemos pensar en solitario y en comunidad. Pensar en comunidad es de una fecundidad prodigiosa, porque el flujo de ideas se multiplica.

Y lo mismo en cuanto al oficio regio. Debemos regir en comunidad, de manera colegiada. Esto me hace pensar en la necesidad de participar colectivamente, y de manera directa, en el gobierno de la sociedad, y de forma indirecta -por su constitución jerárquica- en la solicitud pastoral de la Iglesia.

Nuestro “hacer” implica rezar, hablar bien y hacer el bien, anunciar la verdad y la belleza, construir cultura y quiere decir también gobernar, no solo a nivel individual en el propio campo, sino a nivel colectivo, en el campo de la acción política. En lo referente a este último cuesta mucho pensar que Dios no esté suscitando cristianos con capacidad de liderazgo social a quienes se les esté pidiendo que den la respuesta debida.

¿Hasta cuándo vamos a dormitar sin organizarnos?, ¿hasta cuándo vamos a estar volviendo la espalda a esta tarea? Por parte de la Iglesia se nos ha mandado en multitud de documentos, se nos ha urgido, se nos sigue insistiendo y no hacemos caso ninguno.

En el terreno individual hay honrosísimas excepciones, hermanos nuestros que lo están dando todo y por su coherencia de fe y vida están siendo crucificados día tras día, pero en el campo de la acción política colectiva no estamos respondiendo. Al menos hasta ahora, aunque también es verdad que empezamos a otear intentos que prometen.

Dios quiera que salgan adelante.




Autor: Estanislao Martín Rincón. | Fuente: Catholic.net 

viernes, 21 de diciembre de 2012

La Navidad no está en las tiendas






La Navidad no está en el supermercado, ni en las tiendas de regalo.
Allí se encuentran miles de objetos, de cosas... pero no a Él.


En este tiempo cualquier tienda por necesidad tiene que estar adornada de motivos navideños y debe vender cualquier cosa que tenga que ver con la Navidad. Y todas las familias, sin excepción sienten el compromiso de comprar algo para adornar a su vez la propia casa: un árbol, un nacimiento, foquitos, estrellas, coronas etc.

El peligro de llenarse de objetos navideños y olvidad la Navidad es muy común. Hasta se puede brindar y gritar Feliz navidad y mantenerse por dentro bien triste. En la primera Navidad no había cosas, sólo estaba Jesús. En nuestras navidades hay infinidad de cosas, ojalá también esté Jesús. De lo contrario celebramos a un personaje famoso y el personaje no está invitado a nuestra fiesta.

Yo no estoy en contra de todo el folklore que se utiliza en estas fiestas. Personalmente disfruto viendo las casas adornadas, las calles iluminadas, los nacimientos, los arbolitos, Todo es bienvenido, pero con la condición de que Jesús, María y José estén invitados. Podría faltar el buey y el burro, pero no pueden faltar los tres personajes principales, sobre todo Jesús.

La Navidad está en una cueva de animales.
La Navidad se encuentra junto a dos personas muy humildes:
José y María.
La Navidad está en un pesebre,
Sobre unas pajas.
La Navidad es el Niño Jesús.


Si es verdad lo que santa Teresa decía, que quien tiene a Dios nada le falta, sólo Dios basta, en el primer portal estaba Dios, por lo tanto nada falta. Pero en mucho hogares hoy están todas las cosas necesarias para el goce de los sentidos, para el disfrute del cuerpo, no falta ni él árbol, ni los regálalos, las tarjetas de felicitación, ni el pavo, ni el vino, el turrón. Puede incluso estar el nacimiento y una de sus piezas de barro o porcelana es el niño Jesús. Pero en los corazones de los miembros de esa familia puede no estar Dios. Entonces La navidad de estas personas no es Navidad, sino una caricatura de la fiesta.

Sabemos si Dios está en un corazón si la persona ama a Dios, vive en gracia y amistad con Él, si ama a su prójimo, si acepta con docilidad su palabra y sus mandamientos. Está Dios en un corazón, aunque sea un pecador, si tiene la capacidad de arrepentirse y pedir perdón.

La Navidad es el Niño Jesús. Hay la costumbre en algunas casas de preparar todo el nacimiento unos días antes del 24 de diciembre, pero la cunita de la cueva está vacía, aún no nace Jesús. Podríamos decir que todo ese nacimiento, con decenas de figuras, con montañas, pastores y animales y ríos y casillos, no tiene sentido sino hasta que la figura principal, que por cierto es una muy pequeña, la de Jesús, es colocada en el pesebre. Algo parecido sucede en las almas. Hasta que Jesús no nace en el corazón de los hombres, no es todavía navidad, sino sólo una esperanza de la misma. Lo más importante no es nacimiento de los hogares, aunque es algo hermoso, sino el nacimiento dentro del corazón donde nace Dios. La cueva donde nacería Jesús no era sino eso, una cueva sucia y fea, abandonada. Aquel pesebre había servido solamente para depositar heno y que lo comieran los animales.

Pero el momento en que la Santísima Virgen colocó a su niño en aquel pesebre, éste se convirtió en el trono de Dios y la cueva en el cielo. Nuestra alma es una cueva como aquella sucia y fea hasta que Dios la habita. Nuestro pesebre, nuestro corazón es sólo un lugar para almacenar sentimientos más o menos buenos. Pero cuando Dios habita en él también nuestro corazón y nuestra alma se convierten en un cielo. Eso es la Navidad, el cielo en nuestra alma, Jesús en nuestro corazón.


Veinticuatro de diciembre:
Día de las últimas apresuradas compras,
Para tener todo a punto.


Si los días anteriores a Navidad se suelen ver más o menos llenos los comercios y tiendas, el día 24 todo el mundo se echa a la calle, sobre todo los que no han sido previsores y han dejado como de costumbre todo para el final. Recuerdo haber estado un 24 de Diciembre en Santiago de Chile y haber salido a la ciudad sólo para ver el gentío y la fiesta. No se podía caminar, te tropezabas con gente cargando bolsas y más bolsas, entrando y saliendo de las tiendas. Los vendedores atareadísimos pero felices. Así como al día siguiente hay un gran silencio alrededor de las tiendas y los supermercados. Lo que se compró y se compro y lo que no, se quedó sin vender.

Que este día y esta noche
se derrame sobre nuestras familias
la paz que anunciaron los ángeles:
Paz a los hombres que ama el Señor.


Brindemos con nuestro vino y con nuestra comida de Navidad por la venida del Hijo de Dios. Si algún día tenemos razón para estar felices es el día de Navidad. Ha llegado la salvación en ese niño Dios, ha venido para todos.

¡Feliz Navidad para todos:
para los buenos y para los menos buenos!
Porque para todos viene Dios,
Ojalá que estos días
nos volvamos hombres de buena voluntad
Que haya más bondad, más sonrisas,
Más amor, más generosidad.
Y no olvidarnos de dar las gracias
Al protagonista de la fiesta, a Jesús.


Una invitación urgente: Así como sacamos a la calle en grandes botes la basura de la casa y del jardín, en estos días recojamos toda la basura de nuestro corazón: todos los rencores, todos los desalientos y desesperaciones, todos los malos sentimientos de envidia, de pereza, de vanidad y arrojémoslos bien lejos de nosotros. Disfrutemos de un corazón puro y lleno de amor hacia los demás. Démonos ese regalo y démoselo a Jesús.

Algunos van a necesitar un trailer para tanta basura del corazón. Bien, pidan un trailer para vaciar lo de tanta miseria y pidan otro para llenarlo de los regalos que El Niño Dios nos trae del cielo, como es la caridad, la bondad, la pureza, la confianza….


Cuanto trabajan los carteros en estos días de Navidad!
¡Cuanta felicidad y cuantos buenos deseos
se mandan los hombres unos a otros!
¿Quién no recibe una dos, decenas de tarjetas de Navidad?


Y todas las tarjetas tienen el mismo o parecido texto en los diferentes idiomas, un texto de felicidad, de amor. Todos son buenos sentimientos y buenos deseos. Como si de repente fuera verdad aquello de amaos los unos a los otros como Yo os he amado.


De tanto desear a los demás que lo pasen bien, algo se les pega, y realmente lo pasan mejor.
Y, así, se cumple una ley muy importante:
Feliz es el que regala felicidad,
el que desea sinceramente ver a los demás felices.


Es cierto que la felicidad se encuentra tratando de hacer felices a los demás. Decía el psicólogo Adler, discípulo del famoso Freud, que para curar la tristeza profunda había que hacer durante dos semanas un favor cada día a otra persona. Si alguno sufre de esta clase de tristeza puede hacer el experimento, un favor o un acto de bondad cada día a otra persona, durante dos semanas.

Imagínense lo que fue la vida de Cristo, cuando san Pedro la definió así: Pasó haciendo el bien. No dos semanas ni un acto de bondad cada día, sino toda una vida y actos de bondad a cada momento. Ese es el Dios Amor. Si ese Dios viene en Navidad, nuevamente pasará haciendo el bien a todos los hombres y a todas las familias que le abran la puerta.

Ahora pensemos que Dios viene en la pobreza, como un niño necesitado de cariño y atenciones. Ahora es el momento de tener caridad con Dios, de hacer con él al menos un acto de bondad cada uno de esos días. Sería muy triste que le ofreciéramos como toda mansión una cueva llena de suciedad y telarañas. Ofrezcámosle el calor de nuestro corazón, la amistad más entrañable a nuestro mejor Amigo.


Yo quisiera desde aquí
Enviar mi mejor deseo de feliz navidad
A los que no reciben una tarjeta,
A los que pasan la Navidad tras las rejas o en soledad…
O en una cama de hospital.
Dios irá también al hospital,
A la cárcel, a los caminos solitarios


Dios viene para todos. No te sientas excluido. A un ladrón que le pidió *Acuérdate de mí, cuando estés en tu Reino*, le respondió: Hoy estarás conmigo en el paraíso. Si te sientes pecador, recuerda que El dirá cuando sea adulto: Hay más alegría por un pecador que se convierte que por noventa y nueve que no necesitan convertirse.
Indudablemente que los que más pueden alegrar en esta Navidad a Dios son los que se arrepienten de su mala vida y se convierten a Él. Si alguna vez lo piensas hacer, ¿por qué no ahora? Y si dices que ahora no, ¿por qué dices que más adelante? ¿Tendrás tiempo, tendrás deseos de hacerlo? Es mejor enfrentar a Dios como niño que enfrentarlo como Juez. El tribunal de la misericordia es mejor que el tribunal de la justicia. Jesús viene es esta Navidad no como juez sino como Salvador, viene como Misericordia hecha carne de niño.


Dios se sabe el nombre de todos los infelices…
Y a todos les quiere dar su paz…
Si le abren la puerta del corazón. 


No pide dinero, no pide grandes cosas; pide un poco de humildad y un poco de amor. ¿Quién no se lo puede dar? ¿Quién no se lo quiere dar? Lo poco que pide está en grande contraste con lo que nos da. El ciento por uno y la vida eterna. ¿Quién da más? Si Cristo asistiera a una subasta, ganaría todas, porque nadie se atreve a superar su oferta. Pues en esa subasta estamos. Cristo ofrece el ciento por uno a todos los que dejan algo por su Reino, además de premiar con la vida eterna.

Yo creo que los que dan las espaldas a Cristo son más tontos que malos, porque si creyesen en la oferta, todos se quedarían. Fíjate bien, si estás alejado de Cristo eres más tonto que malo, aunque seas también malo. Es demasiado lo que te pierdes, pero eres libre de perderlo y de seguirlo perdiendo. Si has estado toda una vida alejado de Dios, has perdido demasiado, demasiada paz, alegría, realización. Pero eres libre de seguir perdiendo demasiado por el resto de tus días. Tú verás lo que haces. Dios te ama, pero no te obliga, Dios te ofrece el cielo y la felicidad, pero no a la fuerza. Si quieres…

Hay que decirlo muy alto y muy claro: la mayor desgracia, la peor locura, la máxima torpeza es perder a Dios y su cielo para siempre. Los que viven habitualmente en pecado están en esta lista, a menos que tengan tiempo y humor para arrepentirse y volver a Dios.
Es precisamente el dueño de ese cielo el que lo ha dicho para el que lo quiera escuchar: ¿De qué le sirve al hombre ganar todo el mundo, si pierde su alma?

Te encuentras por la calle, corriendo a tu derecha e izquierda en la autopista, en el súper, a miles de gentes que se matan por ganar algunos centavos más y no mueven un dedo por el cielo, más aún miran con desprecio a los que alaban a Dios, a los que van a las iglesias, a los que invocan a María. ¿Quién les convencerá de que están en un grave error?

Los verdaderamente ricos no son los millonarios de dólares, sino los que aman a Dios, los que escuchan humildemente su palabra, los que tratan con todas sus fuerzas de cumplir sus mandamientos, los que se esfuerzan sinceramente en vivir la Navidad. Dios de los ejércitos se disfraza de niño, por eso se le puede pisar o empujar o despreciar. Pero han de saber todos que ese niño débil, impotente, que llora y tiene frío es el que ha creado los cielos y la tierra y todas las riquezas del mundo. Yo prefiero ser amigo de él que de los millones de dólares.

¡Qué contraste tan brutal ofrecen los santos, que se han despojado de todo, que han dejado todas las cosas para quedarse con Jesús sólo. Mi Dios y mi todo. Quien a Dios tiene nada le falta. Solo Dios basta. Sé en quien he creído y estoy muy tranquilo. Nos has hecho, Señor, para ti y nuestro corazón estará insatisfecho hasta que descanse en Ti.

Cristo es mi Dios, mi gran amigo, mi compañero, mi Padre, mi grande y único amor y la única razón de mi existencia.

Por último quiero recordar aquel soneto verdaderamente inspirado y además tan verdadero:
No me mueve, mi Dios, para quererte, el cielo que me tienes prometido, ni me mueve el infierno tan temido, para dejar, por eso, de ofenderte. Tú me mueves, Señor, muéveme el verte, clavado en una cruz y escarnecido; muéveme ver tu cuerpo tan herido, muévenme tus afrentas y tu muerte. Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera que, aunque no hubiera cielo, yo te amara y aunque no hubiera infierno, te temiera. No me tienes que dar porque te quiera, pues, aunque lo que espero, no esperara, lo mismo que te quiero, te quisiera.

Cada uno tiene que decir su propia oración a Jesús, o su propio villancico en esta Navidad. Tú tienes que decirle, como los sanos, en tus propias palabras: Mi Dios y mi todo. Me quedo contigo.

Autor: P. Mariano de Blas LC | Fuente: Catholic.net 



jueves, 20 de diciembre de 2012

NAVIDAD







El personaje más importante de la navidad es olvidado, relegado muchas veces a un segundo plano

¡Llegó navidad, feliz navidad! Por todas partes, en todos los lugares, en todas las bocas se ve y se escuchan estas o semejantes palabras.

A continuación debía de surgir de nuestro interior esa paz y serenidad del alma. En los corazones se debía de encontrar la respuesta a este deseo de Dios a nuestras almas: ¡Paz a los hombres de buena voluntad! Y es que el Niño Dios se hace presente, se hace hombre, viene a nuestro mundo a cambiarlo a que no haya tanta maldad o injusticias, tanto engaño, egoísmo…

¡Llegó navidad, feliz navidad! Canta el villancico pero se dice con los labios y no con el corazón como debía de ser. La navidad no es sólo un canto sino que es un cambio y una transformación. Es un camino como el camino hacia Belén. Es un camino para que lo recorramos y lo vivamos. Y si llegó navidad es para que nuestra admiración se note en nuestra vida y en nuestro corazón, pero desgraciadamente nos hemos acostumbrado a decirlo sin sentirlo, lo hablamos pero no lo valoramos, lo tenemos delante pero no nos dice nada. Lo vivimos quizá pero sin que nos transforme.

¡Llegó navidad, feliz navidad! Y los pobres, los alejados de Dios continúan en su mismo camino sin probar un cambio y así el que vive sin Dios permanece sin Dios, el que vive con desamor vive de igual manera y es porque no volteamos al prójimo para verlo como un hermano nuestro, un compañero de la vida, una libro abierto a la esperanza de la vida.

Se cuenta que en una ocasión una familia hizo una fiesta en navidad para darse los regalos y hacer que esos momentos fuesen más llevaderos. Poco a poco fueron llegando a la casa de la abuela los hijos con sus nietos. Al entrar a la casa ponía cada uno de ellos su regalo en una gran mesa destinada para la ocasión. El nombre del nieto, del hijo o del papá se veía de forma bien clara para que quien lo recibiera no tuviera duda de quién lo había regalado. Los números se fueron repartiendo uno por uno y así uno de los nietos al ver su número pensó que su regalo iría al familiar más necesitado.

Llegó la hora de iniciar la fiesta y hubo de todo en la fiesta, comida, elegante, adornos en la sala, el árbol de navidad, el nacimiento… y un sinfín de adornos navideños por todos lados.

Todos en semicírculo esperaban el número de la rifa para ver quién era el afortunado. Sentados y tranquilos iban escuchando su número y al levantarse todos aplaudían. Al fondo la música de navidad llegaba a los corazones y hacía del ambiente todo un momento inolvidable.

Al fondo de la habitación estaba un niño que veía a los concursantes mientras él tenía su regalo en sus brazos esperando ver quién era el afortunado pues lo había preparado con mucha ilusión y estaba seguro que el destinatario estaría feliz de recibirlo.

Pasaron los momentos, la música se acabó, salieron todos los familiares, se apagaron las luces y el niño llorando en el mismo rincón se dio cuenta que no lo tomaron en cuenta.

Por ese niño se había hecho la fiesta, por ese niño era el intercambio de regalos, por ese niño la reunión tenía su finalidad.

El hombre de hoy se olvida de lo más importante y del por qué vive en este mundo y para qué vive.

El mundo de hoy toma en cuenta muchas cosas pero no toma la más importante que es aquella que le cambiará en su vida para llevarlo a su destino.

¿Sabrás tú valorar lo que vives, donde vives y para qué vives en este período de la vida?

¿Pero sabrás entender que hay otros muchos necesitados a tu lado que deberás ayudar con tu vida, ejemplo, oración y servicio?

La navidad será incompleta si no volteas a ver a tu prójimo y regalarle una sonrisa y ser un hombre de paz y buena voluntad.

Autor: Padre Enrique Flores Álvarez, LC. 







miércoles, 19 de diciembre de 2012

La Piñata





“No quiero oro ni quiero plata, yo lo que quiero es romper la piñata”

Cuando los primeros evangelizadores llegaron a México se enfrentaron a una forma de vida totalmente diferente a la que ellos practicaban. La conquista fue no solo el adueñarse de los territorios de la recién descubierta América, también fue la imposición del idioma, los hábitos y costumbres españolas, y entre otros favores ¡La religión!

Para los evangelizadores no fue fácil cambiar toda la ideología politeista de las distintas etnias que poblaban “las indias”, así que tuvieron la necesidad de crear estrategias para enseñar los misterios de Dios a los indígenas.

Uno de los dogmas más complicados fue el del pecado y la manera en que satanás nos tienta, de cómo debemos ser fuertes para vencerlo y así hacernos acreedores de los beneficios celestiales... ¡que complicado!

Y con este enorme peso a cuestas los frailes franciscanos encontraron la respuesta... ¡una piñata!

Diseñaron una olla de barro rodeada de papeles de colores en forma de estrella, donde cada uno de los picos representa cada uno de los pecados capitales, y que sube y baja del cielo (por eso la forma de estrella) pero molesta a la gente... la toca... ¡la tienta!

Hay que darle ¡duro!, vencer la tentación, romper el mal, poner toda nuestra energía y nuestra concentración en acabar con el. ¡Pero no es fácil! El pecado nos ciega los ojos, les pone una venda y son nuestros compañeros, amigos, familiares ( es decir, el prójimo-próximo ) quien nos guía a través de sus consejos para romper con el mal.

¡Dale, dale, dale! ¡arriba… abajo! ¡duro…duro! ¡rómpela...rómpela!

y... cuando alguien bien guiado ha hecho caso al clamor popular ¡se rompe la piñata! Y del cielo caen las bendiciones que llueven sobre nosotros por haber hecho pedazos al pecado... fruta, dulces, juguetes, alegría inmensa que nos llena de dicha y felicidad... el mal esta derrotado, Dios está con nosotros, los evangelizadores cumplen con su tarea y los mexicanos gozamos una de nuestras tradiciones más divertidas.

La piñata se ha transformado como toda la cultura popular, y ha cambiado su forma hasta adquirir diversas formas, pasando de la tradicional estrella a ser conejo, perrito, zanahoria, betabel, piolín y pokemon... y siempre, siempre el anhelo de todo niño: Llegar a la fiesta y romper la piñata, pues ahora no solo se usan en las posadas, ya que también son atracción importante en las fiestas infantiles y otras celebraciones donde los niños esperan ansiosos pegar con un enorme palo a la piñata.

De cartón o de barro, en época de posadas o en pleno verano, estrella o animal, las piñatas seguirán siendo por muchos años más una feliz referencia a las tradiciones mexicanas.

Autor: Oscar Guzmán de la Fuente: inside-mexico