Para
algunos el inicio de un nuevo año, de un nuevo número que caracterice el final
de todas las fechas y documentos, puede significar que todo empieza, que se
hizo “borrón y cuenta nueva”. Sin embargo, no existe tal borrón, pues iniciamos
el nuevo año con las deudas pendientes, con el mismo coche (a no ser que
hayamos comprado uno nuevo), con el mismo esposo o esposa, con los mismos hijos
y padres... Una serie de parámetros permanecen ahí, inmutables, y nos
recuerdan, con nuestro nombre y apellido inmutables, que algo (o mucho)
continúa, que recogemos el pasado y con él iniciamos la navegación incierta, y
normalmente llena de esperanzas, del año nuevo.
En
momentos especiales como estos, conviene no tirarlo todo por la ventana. Pero
tampoco es oportuno sentirnos atrapados por el pasado, condicionados por lo que
ha ocurrido. Mucha literatura psicológica nos ha ido “condicionando” hasta el
punto de creer que muchos de nuestros actos, incluso aquellos que creíamos más
libres, más creativos, no serían sino consecuencia de la acción que el
“inconsciente” sigue ejerciendo sobre nosotros, como un dueño y señor
misterioso y tremendo de nuestro destino, por más que no nos demos cuenta de su
poderío.
Esta
tentación del determinismo psicológico es mucho más vieja de lo que creemos.
Basta con leer algunas tragedias griegas, escritas hace más de 2400 años, para
comprender que también otros pueblos y culturas han creído en fuerzas ciegas
que guían fatalmente los destinos humanos. El caso paradigmático de Edipo,
destinado a matar a su padre para casarse con su madre, nos hace ver que
incluso quien desea huir de las cadenas de la “predestinación”, no puede sino
caer en ellas. No es extraño que el padre del psicoanálisis, Freud, haya usado
nombres de personajes griegos, como el del mismo Edipo o el de Electra, para
ilustrar sus doctrinas psicoanalíticas.
Frente a
los que creen tener un folio en blanco cada año, y a los que creen que ya está
todo escrito y fijado en nuestra psicología (o en el horóscopo, que viene a ser
lo mismo), hemos de contraponer una visión más serena y equilibrada del ser
humano, una visión que deje su lugar a la historia sin negarle su puesto a la
fantasía y creatividad. El pasado, sí, nos condiciona, pero no nos esclaviza.
Como decía un psicólogo, agudo crítico de Freud, los determinismos y
condicionamientos no sólo no eliminan la libertad, sino que son como la
gravedad que nos permite caminar (libremente) por la vida. Una visión realista
debe hacernos comprender que hay que asumir con responsabilidad lo que somos y
tenemos, las carencias y las cualidades, los fracasos y los éxitos anteriores,
los cariños y los rencores, para, desde ahí, sin cerrar los ojos, preguntarnos
con sencillez: ¿a dónde quiero llegar en este año que empieza? ¿Qué deberes he
heredado del pasado? ¿Qué expectativas me rodean y orientan mis respuestas para
el futuro?
Un año
nuevo inicia en pañales. Lo cogemos con el temor de quien coge a un recién
nacido. Pero lo cogemos desde las canas, las arrugas y las cicatrices que nos
han dejado los muchos o pocos años que hemos transcurrido en este planeta.
Quizá cuando empiece otro año nuevo, y volvamos los ojos a lo que fue el
anterior, podamos respirar, con orgullo, al ver que algo ha mejorado, que el
amor ha crecido, que la justicia ha sido más completa, que los rencores han
empezado a ceder el paso a la generosidad del perdón. Quizá, Dios no lo quiera,
tengamos que ocultar el rostro ante un año perdido en nuestro enriquecimiento
integral.
Cuando el
calendario tiene números bajos en el mes de enero (el mes primero, el mes más
tierno), podemos trazar planes atrevidos, hacer propuestas de superación y de
conquista. Desde lo que somos y tenemos, para que seamos un poco más y hagamos
a quienes viven a nuestro lado un poco más felices.
Autor: Padre Fernando Pascual L.C. Fuente: Church Fórum
Empezar
como si fuera cualquier cosa, es una enorme torpeza. Un año de vida.
Es un
regalo demasiado grande para echarlo a perder.
¿Alguna
vez te has sentido en lo mas hondo de tu ser ese deseo profundo y enorme de
mejorar o de cambiar?
Si es
así, no dejes que el deseo se escape, porque no todos los días lo sentirás. Si
hoy sientes esa llamada a querer ser otro, a ser distinto, atrápala con fuerza
y hazla realidad.
El inicio
de un nuevo año es el momento para reunir las fuerzas y toda la ilusión para
comenzar el mejor año de la vida, porque el que se proponga convertir éste en
su mejor año, lo puede lograr.
El año
nuevo es una oportunidad más para convertir la vida, el hogar, el trabajo en
algo distinto. "Quiero algo diferente, voy a comenzar bien, así será más
fácil seguir bien y terminar bien. Quizá el año pasado no fue mi mejor año, me
dejó un mal sabor de boca; éste va a ser distinto, quiero que así sea, es un
deseo, es un propósito, y no lo voy a echar a perder. Tengo otra oportunidad
que no voy a desperdiciar, porque la vida es demasiado breve".
¿Quién es
capaz de decir: "Desde hoy, desde este primer día, todo será distinto.? En
mi hogar, me voy a arrancar ese egoísmo que tantos males provoca, voy a
estrenar un nuevo amor a mi pareja y a mi familia, seré mejor padre o madre.
Seré también distinto en mi trabajo, no porque vaya a cambiar de trabajo, sino
de humor. Incluso voy a desempolvar mi fe, esa fe arrumbada y llena de polvo,
voy a poner un poco más de oración, de cielo azul, de aire puro en mi jornada
diaria. Ya me harté de vivir como he vivido, de ser egoísta, tracalero,
injusto. Otro estilo de vida, otra forma de ser, ¿por qué no intentarlo?"
En los
ratos más negros y amargos, llenos de culpa, piensas: ¿Por qué no acabar con
todo? Pero en esos mismos momentos se puede pensar otra cosa: ¿Por qué no
comenzar de nuevo?.
Algunos
ven que su vida pasada fue gris, vulgar y mediocre, y su gran argumento y razón
para desesperarse es: "He sido un don nadie, ¿qué puedo hacer ya?".
Pero
otros sacan de ahí mismo el gran argumento, la gran razón para el cambio
radical positivo: "No me resigno a ser vulgar, quiero resucitar a una vida
mejor, quiero luchar, voy a trabajar, quiero volver a empezar".
Un año
recién salido de las manos del autor de la vida, es un año que aún no estrenas.
¿Qué vas a hacer con él?, ¿El año pasado no te gustó?, ¿No diste la medida?,
¿Con éste qué vas a hacer?
Un nuevo
año recién iniciado: Todo comienza si tú quieres, todo vuelve a empezar...
Yo me uno
a los grandes insatisfechos, a los que reniegan de la mediocridad, a los que
aún conscientes de sus debilidades confían y luchan por una vida mejor.
Todos
desean a los demás y a si mismos un buen año, pero pocos luchan por obtenerlo.
Prefiero ser de los segundos
Comienza
un nuevo año y con el un mundo de oportunidades se abre ante nosotros. El
momento es propicio para reflexionar internamente sobre experiencias pasadas,
situaciones presentes y el porvenir. Para aprender del pasado, disfrutar el
presente y construir un futuro mejor.
Si nos
detenemos por un momento y hacemos una pausa para mirar hacia atrás, podremos
darnos cuenta que nos encontramos exactamente donde nos han traído nuestras
acciones pasadas. El ser humano construye su futuro día a día mediante sus pensamientos,
palabras y acciones, y estas a su vez van moldeando el presente.
Algunos
pueblos que han tomado conciencia de la importancia de los actos de cada uno de
sus habitantes para la consecución de un fin común, han incorporado a sus
culturas la tradición de los propósitos a alcanzar en el año nuevo.
Esta
tradición es muy sencilla. En ella cada persona se traza metas que hasta ahora
no ha podido alcanzar, o no se había planteado y se hace el firme propósito de
lograrlas durante el año que recién comienza. Puesto que según la tradición
esto ocurre generalmente en alguna reunión social relativa al nuevo año, puede
ser la cena de fin de año o la primera reunión de familiares y amigos del año
que apenas comenzó, es costumbre comunicarse entre los concurrentes sus
propósitos para de esta manera intercambiar opiniones sobre la mejor manera de
lograrlos y obtener el apoyo necesario de quien este dispuesto a brindarlo para
concretarlos, y si ocurre que se encuentran personas con propósitos comunes,
unir esfuerzos para facilitar su consecución.
Esta
tradición no esta limitada exclusivamente a propósitos individuales, pueden
plantearse también propósitos familiares, de grupo, sociales y hasta mundiales,
y de esta manera poner un granito de arena para construir un mundo mejor, el
mundo que todos en el fondo deseamos.
Con el
pasar del tiempo nuestra voluntad se fortalece y nos sentimos cada vez más
capaces de lograr lo que nos propusimos; y no solo eso sino que también
sentimos la necesidad de hacer algo por aquellos que hasta ahora no se han
propuesto lograrlo pos si mismos, y comienza entonces un proceso de crecimiento
en el cual nos volvemos conscientes de que somos dueños de nuestros destinos y
capaces de utilizar nuestra voluntad en formas cada vez más creativas y
constructivas.
A partir
de ese momento vemos los obstáculos solo como situaciones a superar y de las
cuales aprender, el contento se abre paso entre los lamentos, la alegría vence
a la tristeza y la esperanza, la seguridad y la confianza reinan donde antes se
encontraba el temor.
Siempre
podemos escoger entre vivir el mundo cual lo conocemos o cambiarlo en el que
deseamos, la decisión al final es de cada uno según decida ejercitar su libre
albedrío.
Que este
nuevo año nos brinde paz, amor, salud, armonía, unión, felicidad y
prosperidad.
Autor: Padre Mariano de Blas L.C. Fuente: Libro De Paso por la
Vida
A la edad de doce años, Jesús se queda en Jerusalén. No
sabiéndolo, sus padres lo buscan con inquietud y no lo encuentran. Buscan
"entre sus parientes cercanos", buscan "entre sus compañeros de
camino", buscan "entre sus conocidos", pero, entre toda aquella
gente, no lo encuentran... Mi Jesús no quiere ser encontrado entre la muchedumbre.
Aprended pues
dónde lo encontraron... para que vosotros también podáis encontrarlo: "a
fuerza de buscarlo, lo encontraron en el Templo". No en cualquier lugar,
sino "en el Templo", y no simplemente en el Templo, sino "En
medio de los doctores a los que escuchaba y hacía preguntas". Vosotros
también, buscad pues a Jesús en el templo de Dios, buscadlo en la Iglesia,
buscadlo cerca de los maestros que están en este templo y que no salen de él.
Si buscáis de ese modo, lo encontraréis...
Lo encontraron
"sentado en medio de los doctores, escuchándoles y haciéndoles
preguntas". Ahora todavía, Jesús está aquí; nos interroga y nos escucha.
"Todos estaban admirados ", dice Lucas. ¿Qué admiraban? No sus
preguntas que sin embargo eran admirables, sino sus respuestas... "Moisés
hablaba, dice la Escritura, y Dios le respondía" (Ex 19,19). Así es como
el Señor le enseñaba a Moisés lo que ignoraba. Unas veces Jesús interroga, y
otras responde, y por muy admirables que sean sus preguntas, sus respuestas
todavía son más admirables.
Para que nosotros
también podamos oírlo y que nos plantee preguntas que él mismo resolverá,
supliquémosle, hagamos un esfuerzo intenso y doloroso por buscarle, y podremos
entonces encontrar lo que buscamos. Con razón dice la Escritura: "Tu padre
y yo te buscábamos angustiados". Hace falta en efecto que el que busca a
Jesús no lo haga con negligencia y blandura, de forma intermitente, como lo
hacen algunos... y que, por esta razón, no lo encuentran. Nosotros, digamos: "Te buscábamos
angustiados".
Orígenes (c. 185-253), sacerdote y teólogo. Homilía sobre el
evangelio de Lucas, n° 18; SC 87
Se acaba
el año y empieza otro, y parece que todo se resuelve entre tradiciones,
propósitos y algunas supersticiones. Los días pasados nos llenaron, entre
curiosidad y nostalgia, de noticias, eventos, circunstancias que resumieron el
año que nos deja. Volvemos a ver imágenes que llamaron la atención o fueron
primera plana, dándonos de nuevo la sensación de novedad que nos golpeó cuando
las vimos por primera vez, haciéndonos fijar la atención, quitándonos tiempo,
llenando nuestras conversaciones, siendo motivo de discusión. Volver al pasado
cercano nos deberá hacer pensar que podríamos haber sido distintos, o haber
hecho las cosas de manera diferente, haber tomado diferentes decisiones, dicho
otras palabras. El último día del año conlleva una cierta reflexión, un balance
de lo bueno y lo malo, acción de gracias por todo lo recibido y un cierto dolor
interior por todo lo que se ha perdido. Cada año pone en la balanza de la vida
las cosas o situaciones a las que habíamos dado más peso del que debían tener.
Hoy es un día para pedir perdón, sobre todo por el tiempo que dejamos escapar
sin darle su peso, y por las ocasiones que dejamos ir sin llenarlas de un amor
mejor, pues lo que cuenta no es ni lo que piensas, ni lo que te imaginas, sino
lo que amas. Hoy, de modo especial, es día para agradecer el don de las personas
que te han sido dadas en este año, agradecer el don de todos los que han
caminado a tu lado. Hoy es también un tiempo para agradecer por los que ya no
caminan a tu lado y que fueron parte de la construcción de la persona que eres
hoy.
El fin de
año mira hacia atrás y mira al futuro. El año que llega, como el que se va,
posiblemente contenga algunos males, sufrimientos, dramas, sea provocados por
la maldad de los hombres, sean fruto de la fragilidad de la creación que nos
rodea. Pero siempre hay un futuro, quizá no el que esperábamos, ni el que
queríamos, ni siquiera aquel por el que habíamos trabajado, pero hay siempre un
paso más que dar. Esta noche, cambiaremos de año al son de unas campanadas de
reloj, campanadas que suenan cada noche, para decirnos que cada día que empieza
podemos empezar de nuevo. Que basta con que queramos cambiar. Con que queramos
cambiar el egoísmo que no reconoce al otro como alguien importante de nuestra
vida, que queramos cambiar la actitud con la que pisoteamos a los demás para
hacerlos piezas del nuestro juego de egoísta ajedrez, que cambiemos la
capacidad para esconder nuestras verdaderas intenciones en la relación con las
personas, que cambiemos… cada uno de nosotros tiene que tener la valentía y la
transparencia interior para estar dispuesto a cambiar. Sin eso las doce
campanadas no son sino martillazos que insisten en que no hay nada nuevo, de
que lo que daña no se ha movido de su sitio.
Si así lo
decidimos hoy cada hora del año que comienza puede ser una oportunidad de
llenar nuestro tiempo de bien, de bien personal, del bien de la familia, del
bien de una experiencia viva de Dios, del bien de un semilla sembrada para
cambiar nuestro ambiente, con la certeza de que las horas breves y cansadas de
la existencia cotidiana esconden una joya maravillosa. Hoy inicia un año nuevo
que comenzamos mirando a los ojos a la madre del Salvador. A la que llamamos
vida, dulzura, esperanza nuestra. A Ella le entregamos el año que empieza. En
ella caminaremos seguros por este valle de lágrimas y lo transformaremos en un
valle de esperanza, cuando hagamos de cada día un encuentro renovado, con los
demás, con nosotros mismos, con Dios.
Autor: Padre Cipriano Sánchez L.C. Fuente: www.ciprianosanchez.blogspot.com
Gracias
por los días de sol y los nublados tristes,
por las tardes tranquilas y las noches oscuras.
Gracias
por la salud y por la enfermedad,
por las penas y las alegrías.
Gracias
por todo lo que me prestaste y luego me pediste.
Gracias
Señor, por la sonrisa amable y por la mano amiga,
por el amor y por todo lo hermoso y por todo lo dulce,
por las flores y las estrellas, por la existencia de los niños
y de las almas buenas.
Gracias
por la soledad, por el trabajo, por las inquietudes,
por las dificultades y las lágrimas.
Por todo
lo que me acercó a Ti.
Gracias
por haberme conservado la vida, y por haberme
dado techo, abrigo y sustento
Gracias
Señor. Gracias Señor. Señor.
¿Qué me
traerá el año que empieza?
Lo que Tu quieras Señor, pero te pido fe para mirarte en todo,
esperanza para no desfallecer, y caridad para amarte cada día más,
y para hacerte amar entre los que me rodean.
Dame
paciencia y humildad, desprendimiento y generosidad,
dame Señor, lo que tu sabes que me convieney yo no sé pedir.
Que tenga
el corazón alerta, el oído atento, las manos y la mente activas,
y que me
halle siempre dispuesto a hacer tu Santa Voluntad.
Derrama Señor, tus gracias sobre todos los que amo
y concede tu paz al mundo entero. Así sea.
Posiblemente
muchos se habrán hecho muy buenos propósitos al inicio del año. Habrá de varias
clases: hacer más ejercicio, bajar de peso, etc. Esos propósitos muestran
nuestros intereses. Si bien, es importante mantener el cuerpo en forma, lo es
más aún tener el alma. Por ello, es conveniente pensar en cómo crecer
espiritualmente, cómo crecer en el amor a Dios.
2) Para
pensar
¿Cuáles son
nuestros intereses? Un relato nos ilustra al respecto.
Se cuenta
que un newyorkino enseñaba la ciudad a un amigo japonés, mientras hablaban de varios
temas, incluyendo el de la fe. Paseaban por el centro de Manhattan, a la hora
del almuerzo. En medio del infernal ruido producido simultáneamente por
bocinas, sirenas, altoparlantes, música a todo volumen y miles de personas
hablando al mismo tiempo, el oriental le dijo a su amigo: "Estoy oyendo un
grillo".
“¿Qué?
¡Debes estar loco! -replicó el americano- ¡No es posible que puedas escuchar un
grillo en medio de todo este ruido!”
Sin decir
nada, el japonés caminó hacia un tarro de flores que había en la acera y, tras
una ligera búsqueda, extrajo de allí un pequeño grillo. El amigo, sorprendido,
dijo: "Esto es extraordinario, debes tener los oídos de Superman".
“No
-respondió el nipón-, mis oídos son iguales a los tuyos. Solo que todo depende
de lo que a uno le interese escuchar”.
Para
demostrar lo que decía, sacó de su bolsillo varias monedas y discretamente las
dejó caer al piso. El sonido producido por las monedas al tocar el suelo
provocó que todos los transeúntes voltearan inmediatamente la cara, curiosos
por saber dónde había caído el dinero.
“¿Ves lo que
te digo? -insistió su amigo oriental-, el sonido del dinero lo escucharon
todos, pero el del grillo no. Todo depende de lo que es importante para ti. Tu
mismo pregúntate, ¿Qué es importante para mí? Pues de la respuesta que des,
dependerán tus acciones. Algunos dicen que no pueden oír a Dios, que Él nunca
les habla. Pero quizás no lo pueden escuchar porque ese no es el sonido que
quieren oír. Pueden escuchar la moneda que cae al piso, pero son incapaces de
captar el chirrido del grillo”.
Y terminó
diciendo el japonés: “Dice una canción «no busques a Cristo en lo alto, ni lo
busques en la oscuridad, mucho menos entre la multitud, pues muy dentro de ti,
en tu corazón, puedes adorar a tu Señor». Dios es esa musiquita dentro de
nuestro ser, que no debemos acallar por escuchar otros atractivos sonidos”.
3) Para
vivir
En la
mayoría de los casos la conversión que nos pide Dios no será cambiar de
actividades, sino de actitud. Es decir, cambiar nuestro modo de estar en esas
mismas actividades: Si antes me enojaba ver a mi cuñada, o mi suegra, mi
conversión consistirá en tratar de vivir la caridad y no criticar más; si me
impaciento demasiado con los hijos, habré de tener más paciencia y no dejarme
llevar por la ira; si no obedezco rápido y de buena manera a mis padres, mi
conversión podrá consistir en obedecerlos ‘a la primera y con buena cara’.
En pocas
palabras, la conversión consistirá en hacer lo que ya hacemos, pero como más le
agraden a Dios. Haciendo un examen de conciencia sabremos qué nos pide Dios. Y
si no hallamos en qué, preguntémosle a quienes conviven con nosotros, ellos sí
lo saben.
Autor: P. José Martínez
Colín Fuente: Church Fórum
Empieza el año con la solemnidad de la Maternidad de la
Virgen María.
"Qué cielo mas azul aquella noche! /Parece que se vea
el infinito, / el Infinito sin velos, / más allá de la luna y de las estrellas.
// La luna y las estrellas brillan tan claro / en el azul infinito de la noche
santa, / que el alma se encanta / allá..." (Joan Maragall).
“Maria” significa entre otras acepciones "estrella de
la mañana" en lengua hebrea: recuerda la estrella que daba orientación a
los navegantes, porque conocieran el camino en la oscuridad de la noche. Así la
estrella guía a los Magos, y nosotros queremos seguir nuestra estrella hasta
llegar a Jesús…
Cuentan que había millones de estrellas en el cielo,
estrellas de todo los colores: blancas, plateadas, rojas, azules, doradas. Un
día, inquietas, se acercaron a san Gabriel –que es su jefe- y le propusieron:
"- nos gustaría vivir en la Tierra, convivir con las personas."
-"Sea", respondió. Se dice que aquella noche hubo una fantástica
lluvia de estrellas. Algunas se acurrucaron en las torres de las iglesias,
otras fueron a jugar y correr junto con las luciérnagas por los campos, otras
se mezclaron con los juguetes de los niños. La Tierra quedó, entonces,
maravillosamente iluminada.
Pero con el correr del tiempo, las estrellas decidieron
abandonar a los hombres y volver al cielo, dejando a la tierra oscura y triste.
"-¿Por qué habéis vuelto?", preguntó Gabriel, a medida que ellas iban
llegando al cielo. "-Nos fue imposible permanecer en la Tierra, allí hay
mucha miseria, mucha violencia, demasiadas injusticias". Les contestó
Gabriel: "-Claro. La Tierra es el lugar de lo transitorio, de aquello que
cae, de aquel que yerra, de aquel que muere. Nada es perfecto. El Cielo es el
lugar de lo inmutable, de lo eterno, de la perfección." Después de que
había llegado gran cantidad de estrellas, Gabriel, que sabe muchas matemáticas,
las dijo: "-Falta una estrella... ¿dónde estará?". Un ángel que
estaba cerca replicó: "-Hay una estrella que quiso quedarse entre los
hombres. Descubrió que su lugar es exactamente donde existe la imperfección, donde
hay límites, donde las cosas no van bien, donde hay dolor. Es la Esperanza, la
estrella verde. La única estrella de ese color." Y cuando miraron para la
tierra, la estrella no estaba sola: la Tierra estaba nuevamente iluminada
porque había una estrella verde en el corazón de cada persona. Porque el único
sentimiento que el hombre tiene y el cielo no necesita retener es la Esperanza,
ella es propia de la persona humana, de aquel que yerra, de aquel que no es
perfecto, de aquel que no sabe cómo puede conocer el porvenir.
Maria es nuestra esperanza, la que nos guía a Jesús, que nos
ha dado en el pesebre. No obliga, nos muestra el camino, respeta nuestra
libertad, como hace la estrella, ilumina. Este es el modelo para toda
educación, tanto la de los padres con los hijos, la de los miembros de la
Iglesia en su apostolado, o como ciudadanos a nivel social y cultural: no se
trata sólo de transmitir conocimientos, sino vida, dar luz, ser un referente
–estrella- en un mundo de gente que no sabe hacia dónde ir, que necesita maestros.
Con qué alegría nos dice un amigo: “quiero contarte esta
pena, sólo puedo explicártelo a ti, que me inspiras confianza”. Y estos guías
necesitan luz, dar del calor que tienen; Maria nos trae a Jesús que nos quiere
dar luz y calor, nos llena de optimismo y esperanza que va más allá de lo que
vemos, que a veces puede parecernos algo negro, que nos proyecta hacia lo que
no vemos; nos habla de que si Dios se ha hecho Niño, es posible un mundo mejor,
en el que reine la alegría. Que siempre hay un punto en lo más profundo del
alma –¡la estrella verde!- que emana la luz y el calor de Belén, que nos llena
y nunca nos deja sentirnos vacíos, que es fuente inagotable de ilusiones y
proyectos. Porque Jesús entra dentro de la Historia, es solidario con todo lo
nuestro, y nunca nos sentiremos solos: “Si las estrellas bajan para mirarte, /
detrás de cada estrella / camina un ángel”
Ya, felizmente, ha llegado esta fecha venturosa de Navidad.
Todos guardamos en nuestra alma recuerdos entrañables de las fiestas navideñas:
bellos recuerdos de nuestra infancia, y también de nuestra edad juvenil y
adulta. Y es que, en este día todos nos hacemos un poco como niños. Y está muy
bien que sea así, porque nuestro Señor prometió el Reino de los cielos a los
que son como niños. Más aún, desde que Dios se hizo niño, ya nadie puede
avergonzarse de ser uno de ellos.
¡Tantas cosas podrían decirse en un día como éstos! Pero no voy a escribir un
tratado de teología. Me voy a limitar, amigo lector, a contarte una sencilla y
bella historia. Espero que te guste.
Se cuenta que el año 1994 dos americanos fueron invitados por el Departamento
de Educación de Rusia –curiosamente—, para enseñar moral en algunas escuelas
públicas, basada en principios bíblicos. Debían enseñar en prisiones, negocios,
en el departamento de bomberos y en un gran orfanato. En el orfanato vivían
casi 100 niños y niñas que habían sido abandonados por sus padres y dejados en
manos del Estado. Y fue en este lugar en donde sucedió este hecho.
Era 25 de diciembre. Los educadores comenzaron a contarles a los niños la
historia de la primera Navidad. Les hablaron acerca de María y de José llegando
a Belén, de cómo no encontraron lugar en las posadas y, obligados por las
circunstancias, tuvieron que irse a un establo a las afueras de Belén. Y fue
allí, en una cueva pobre, maloliente y sucia, en donde nació Dios, el Niño
Jesús. Y allí fue recostado en un pesebre.
Mientras los chicos del orfanato escuchaban aquella historia, contenían el
aliento, y no salían de su asombro. Era la primera vez que oían algo semejante
en su vida. Al concluir la narración, los educadores les dieron a los chicos tres
pequeños trozos de cartón para que hicieran un tosco pesebre. A cada niño se le
dio un cuadrito de papel amarillo, cortado de unas servilletas, para que
asemejaran a unas pajas. Luego, unos trocitos de franela para hacerle la manta
al bebé. Y, finalmente, de un fieltro marrón, cortaron la figura de un bebé.
De pronto, uno de ellos fijó la vista en un niño que, al parecer, ya había
terminado su trabajo. Se llamaba Mishna. Tenía unos ojos muy vivos y estaría
alrededor de los seis años de edad. Cuando el educador miró el pesebre, quedó
sorprendido al ver no un niño dentro de él, sino dos. Maravillado, llamó
enseguida al traductor para que le preguntara por qué había dos bebés en el
pesebre. Mishna cruzó sus brazos y, observando la escena del pesebre, comenzó a
repetir la historia muy seriamente. Por ser el relato de un niño que había
escuchado la historia de Navidad una sola vez, estaba muy bien, hasta que llegó
al punto culminante. Allí Mishna empezó a inventar su propio relato, y dijo:
–“Y cuando María puso al bebé en el pesebre, Jesús me miró y me preguntó si yo
tenía un lugar para estar. Yo le dije que no tenía mamá ni papá, y que no tenía
ningún lugar adonde ir. Entonces Jesús me dijo que yo podía estar allí con Él.
Le dije que no podía, porque no tenía ningún regalo para darle. Pero yo quería
quedarme con Jesús. Y por eso pensé qué podía regalarle yo al Niño. Se me
ocurrió que tal vez como regalo yo podría darle un poco de calor. Por eso le
pregunté a Jesús: Si te doy calor, ¿ése sería un buen regalo para ti? Y Jesús
me dijo que sí, que ése sería el mejor regalo que jamás haya recibido. Por eso
me metí dentro del pesebre. Y Jesús me miró y me dijo que podía quedarme allí
para siempre”.
Cuando el pequeño Misha terminó su relato, sus ojitos brillaban llenos de
lágrimas y empapaban sus mejillas; se tapó la cara, agachó la cabeza sobre la
mesa y sus hombros comenzaron a sacudirse en un llanto profundo. El pequeño
huérfano había encontrado a alguien que jamás lo abandonaría ni abusaría de él.
¡Alguien que estaría con él para siempre!
Esta conmovedora historia, ¡tiene tanto que enseñarnos! Este niño había
comprendido que lo esencial de la Navidad no son los regalos materiales, ni el
pavo, ni la champagne, ni las luces y tantas otras cosas buenas y legítimas. Lo
verdaderamente importante es nuestro corazón. Y querer estar para siempre al
lado de Jesús a través de nuestro amor, de nuestra fe, del regalo de nuestro
ser entero a Él.
Dios nace hoy en un establo, no en un palacio. Nace en la pobreza y en la humildad,
no en medio de lujos, de poderes y de riquezas. Sólo así podía estar a nuestro
nivel: al nivel de los pobres, de los débiles y de los desheredados.
Sólo si nosotros somos pequeños y pobres de espíritu podremos acercarnos a Él,
como lo hicieron los pastores en aquella bendita noche de su nacimiento. Los
soberbios, los prepotentes y los ricos de este mundo, los que creen que todo lo
pueden y que no necesitan de nada ni de nadie –como el rey Herodes, los sabios
doctores de Israel y también los poderosos de nuestro tiempo— tal vez nunca
llegarán a postrarse ante el Niño en el pobre portal de Belén.
Ojalá nosotros también nos hagamos hoy como niños, como Mishna, como los pobres
pastores del Evangelio, para poder estar siempre con Jesús.
Sólo los humildes pueden ir a Belén y arrodillarse ante la maravilla infinita y
el misterio insondable de un Dios hecho Niño y acostado en un pesebre. Sólo la
contemplación extasiada y llena de fe y de amor es capaz de penetrar –o, mejor
dicho, de vislumbrar un poquito al menos— la grandeza inefable de la Navidad.
¡El Dios eterno, infinito, omnipotente e inmortal, convertido en un Niño recién
nacido, pequeñito, impotente, humilde, incapaz de valerse por sí mismo! ¿Por
qué? Por amor a ti y a mí.
Para redimirnos del pecado, para salvarnos de la muerte, para liberarnos de
todas las esclavitudes que nos oprimen y afligen.
Si Dios ha hecho tanto por ti, ¿qué serás capaz tú de regalarle al Niño Dios?
Autor: P. Sergio A. Córdova LC | Fuente: Catholic.net
Cuando antes preguntaba qué somos, respondía que en cuanto cristianos somos
bautizados, pero si hubiera de responder a la pregunta de qué somos en cuanto
hombres tendría que decir que somos personas; es decir, individuos y al mismo
tiempo, seres de relación y en relación, miembros de varios grupos: familia,
parroquia, vecinos, sociedad, etc.
Así pues sacerdotes, profetas y reyes que por ser a la vez individuos y
personas, cristianos y ciudadanos de este mundo, deben oficiar como tales
sacerdotes, profetas y reyes inexcusablemente de forma individual y de forma
comunitaria. Ni solo de una forma, ni solo de otra. Ni solo rezar como
individuos, ni solo rezar como pueblo.
Hay que cultivar la relación personal con Dios en la intimidad, en privado, en
el diálogo a solas, donde el alma pueda explayarse, pero a la vez hay que darle
gracias “de todo corazón, en compañía de los rectos, en la asamblea” . Ni solo
hablar como individuos, ni solo como miembros de una sociedad, ni solo reinar
como individuos, ni solo hacerlo de manera asociada.
Si, poniendo un símil, quien no reza es un paralítico tetrapléjico, quien reza
solamente de manera individual o solamente de manera colectiva es un paralítico
hemipléjico. Y lo mismo hay que decir de todo lo demás. Debemos pensar en
solitario y en comunidad. Pensar en comunidad es de una fecundidad prodigiosa,
porque el flujo de ideas se multiplica.
Y lo mismo en cuanto al oficio regio. Debemos regir en comunidad, de manera
colegiada. Esto me hace pensar en la necesidad de participar colectivamente, y
de manera directa, en el gobierno de la sociedad, y de forma indirecta -por su
constitución jerárquica- en la solicitud pastoral de la Iglesia.
Nuestro “hacer” implica rezar, hablar bien y hacer el bien, anunciar la verdad
y la belleza, construir cultura y quiere decir también gobernar, no solo a
nivel individual en el propio campo, sino a nivel colectivo, en el campo de la
acción política. En lo referente a este último cuesta mucho pensar que Dios no
esté suscitando cristianos con capacidad de liderazgo social a quienes se les
esté pidiendo que den la respuesta debida.
¿Hasta cuándo vamos a dormitar sin organizarnos?, ¿hasta cuándo vamos a estar
volviendo la espalda a esta tarea? Por parte de la Iglesia se nos ha mandado en
multitud de documentos, se nos ha urgido, se nos sigue insistiendo y no hacemos
caso ninguno.
En el terreno individual hay honrosísimas excepciones, hermanos nuestros que lo
están dando todo y por su coherencia de fe y vida están siendo crucificados día
tras día, pero en el campo de la acción política colectiva no estamos
respondiendo. Al menos hasta ahora, aunque también es verdad que empezamos a
otear intentos que prometen.
La Navidad no está en el supermercado, ni en las tiendas
de regalo.
Allí se encuentran miles de objetos, de cosas... pero no a Él.
En este tiempo cualquier tienda por necesidad tiene que estar adornada de
motivos navideños y debe vender cualquier cosa que tenga que ver con la
Navidad. Y todas las familias, sin excepción sienten el compromiso de comprar
algo para adornar a su vez la propia casa: un árbol, un nacimiento, foquitos,
estrellas, coronas etc.
El peligro de llenarse de objetos navideños y olvidad la Navidad es muy común.
Hasta se puede brindar y gritar Feliz navidad y mantenerse por dentro bien
triste. En la primera Navidad no había cosas, sólo estaba Jesús. En nuestras
navidades hay infinidad de cosas, ojalá también esté Jesús. De lo contrario
celebramos a un personaje famoso y el personaje no está invitado a nuestra
fiesta.
Yo no estoy en contra de todo el folklore que se utiliza en estas fiestas.
Personalmente disfruto viendo las casas adornadas, las calles iluminadas, los
nacimientos, los arbolitos, Todo es bienvenido, pero con la condición de que
Jesús, María y José estén invitados. Podría faltar el buey y el burro, pero no
pueden faltar los tres personajes principales, sobre todo Jesús.
La Navidad está en una cueva de animales.
La Navidad se encuentra junto a dos personas muy humildes:
José y María.
La Navidad está en un pesebre,
Sobre unas pajas.
La Navidad es el Niño Jesús.
Si es verdad lo que santa Teresa decía, que quien tiene a Dios nada le falta,
sólo Dios basta, en el primer portal estaba Dios, por lo tanto nada falta. Pero
en mucho hogares hoy están todas las cosas necesarias para el goce de los
sentidos, para el disfrute del cuerpo, no falta ni él árbol, ni los regálalos,
las tarjetas de felicitación, ni el pavo, ni el vino, el turrón. Puede incluso
estar el nacimiento y una de sus piezas de barro o porcelana es el niño Jesús.
Pero en los corazones de los miembros de esa familia puede no estar Dios.
Entonces La navidad de estas personas no es Navidad, sino una caricatura de la
fiesta.
Sabemos si Dios está en un corazón si la persona ama a Dios, vive en gracia y
amistad con Él, si ama a su prójimo, si acepta con docilidad su palabra y sus
mandamientos. Está Dios en un corazón, aunque sea un pecador, si tiene la
capacidad de arrepentirse y pedir perdón.
La Navidad es el Niño Jesús. Hay la costumbre en algunas casas de preparar todo
el nacimiento unos días antes del 24 de diciembre, pero la cunita de la cueva
está vacía, aún no nace Jesús. Podríamos decir que todo ese nacimiento, con
decenas de figuras, con montañas, pastores y animales y ríos y casillos, no
tiene sentido sino hasta que la figura principal, que por cierto es una muy
pequeña, la de Jesús, es colocada en el pesebre. Algo parecido sucede en las
almas. Hasta que Jesús no nace en el corazón de los hombres, no es todavía
navidad, sino sólo una esperanza de la misma. Lo más importante no es
nacimiento de los hogares, aunque es algo hermoso, sino el nacimiento dentro
del corazón donde nace Dios. La cueva donde nacería Jesús no era sino eso, una
cueva sucia y fea, abandonada. Aquel pesebre había servido solamente para
depositar heno y que lo comieran los animales.
Pero el momento en que la Santísima Virgen colocó a su niño en aquel pesebre,
éste se convirtió en el trono de Dios y la cueva en el cielo. Nuestra alma es
una cueva como aquella sucia y fea hasta que Dios la habita. Nuestro pesebre,
nuestro corazón es sólo un lugar para almacenar sentimientos más o menos
buenos. Pero cuando Dios habita en él también nuestro corazón y nuestra alma se
convierten en un cielo. Eso es la Navidad, el cielo en nuestra alma, Jesús en
nuestro corazón.
Veinticuatro de diciembre:
Día de las últimas apresuradas compras,
Para tener todo a punto.
Si los días anteriores a Navidad se suelen ver más o menos llenos los comercios
y tiendas, el día 24 todo el mundo se echa a la calle, sobre todo los que no
han sido previsores y han dejado como de costumbre todo para el final. Recuerdo
haber estado un 24 de Diciembre en Santiago de Chile y haber salido a la ciudad
sólo para ver el gentío y la fiesta. No se podía caminar, te tropezabas con
gente cargando bolsas y más bolsas, entrando y saliendo de las tiendas. Los
vendedores atareadísimos pero felices. Así como al día siguiente hay un gran
silencio alrededor de las tiendas y los supermercados. Lo que se compró y se
compro y lo que no, se quedó sin vender.
Que este día y esta noche
se derrame sobre nuestras familias
la paz que anunciaron los ángeles:
Paz a los hombres que ama el Señor.
Brindemos con nuestro vino y con nuestra comida de Navidad por la venida del
Hijo de Dios. Si algún día tenemos razón para estar felices es el día de Navidad.
Ha llegado la salvación en ese niño Dios, ha venido para todos.
¡Feliz Navidad para todos:
para los buenos y para los menos buenos!
Porque para todos viene Dios,
Ojalá que estos días
nos volvamos hombres de buena voluntad
Que haya más bondad, más sonrisas,
Más amor, más generosidad.
Y no olvidarnos de dar las gracias
Al protagonista de la fiesta, a Jesús.
Una invitación urgente: Así como sacamos a la calle en grandes botes la basura
de la casa y del jardín, en estos días recojamos toda la basura de nuestro
corazón: todos los rencores, todos los desalientos y desesperaciones, todos los
malos sentimientos de envidia, de pereza, de vanidad y arrojémoslos bien lejos
de nosotros. Disfrutemos de un corazón puro y lleno de amor hacia los demás.
Démonos ese regalo y démoselo a Jesús.
Algunos van a necesitar un trailer para tanta basura del corazón. Bien, pidan
un trailer para vaciar lo de tanta miseria y pidan otro para llenarlo de los
regalos que El Niño Dios nos trae del cielo, como es la caridad, la bondad, la
pureza, la confianza….
Cuanto trabajan los carteros en estos días de Navidad!
¡Cuanta felicidad y cuantos buenos deseos
se mandan los hombres unos a otros!
¿Quién no recibe una dos, decenas de tarjetas de Navidad?
Y todas las tarjetas tienen el mismo o parecido texto en los diferentes
idiomas, un texto de felicidad, de amor. Todos son buenos sentimientos y buenos
deseos. Como si de repente fuera verdad aquello de amaos los unos a los otros
como Yo os he amado.
De tanto desear a los demás que lo pasen bien, algo se les pega, y realmente
lo pasan mejor.
Y, así, se cumple una ley muy importante:
Feliz es el que regala felicidad,
el que desea sinceramente ver a los demás felices.
Es cierto que la felicidad se encuentra tratando de hacer felices a los demás.
Decía el psicólogo Adler, discípulo del famoso Freud, que para curar la
tristeza profunda había que hacer durante dos semanas un favor cada día a otra
persona. Si alguno sufre de esta clase de tristeza puede hacer el experimento,
un favor o un acto de bondad cada día a otra persona, durante dos semanas.
Imagínense lo que fue la vida de Cristo, cuando san Pedro la definió así: Pasó
haciendo el bien. No dos semanas ni un acto de bondad cada día, sino toda una
vida y actos de bondad a cada momento. Ese es el Dios Amor. Si ese Dios viene
en Navidad, nuevamente pasará haciendo el bien a todos los hombres y a todas
las familias que le abran la puerta.
Ahora pensemos que Dios viene en la pobreza, como un niño necesitado de cariño
y atenciones. Ahora es el momento de tener caridad con Dios, de hacer con él al
menos un acto de bondad cada uno de esos días. Sería muy triste que le
ofreciéramos como toda mansión una cueva llena de suciedad y telarañas.
Ofrezcámosle el calor de nuestro corazón, la amistad más entrañable a nuestro
mejor Amigo.
Yo quisiera desde aquí
Enviar mi mejor deseo de feliz navidad
A los que no reciben una tarjeta,
A los que pasan la Navidad tras las rejas o en soledad…
O en una cama de hospital.
Dios irá también al hospital,
A la cárcel, a los caminos solitarios
Dios viene para todos. No te sientas excluido. A un ladrón que le pidió
*Acuérdate de mí, cuando estés en tu Reino*, le respondió: Hoy estarás conmigo
en el paraíso. Si te sientes pecador, recuerda que El dirá cuando sea adulto:
Hay más alegría por un pecador que se convierte que por noventa y nueve que no
necesitan convertirse.
Indudablemente que los que más pueden alegrar en esta Navidad a Dios son los
que se arrepienten de su mala vida y se convierten a Él. Si alguna vez lo piensas
hacer, ¿por qué no ahora? Y si dices que ahora no, ¿por qué dices que más
adelante? ¿Tendrás tiempo, tendrás deseos de hacerlo? Es mejor enfrentar a Dios
como niño que enfrentarlo como Juez. El tribunal de la misericordia es mejor
que el tribunal de la justicia. Jesús viene es esta Navidad no como juez sino
como Salvador, viene como Misericordia hecha carne de niño.
Dios se sabe el nombre de todos los infelices…
Y a todos les quiere dar su paz…
Si le abren la puerta del corazón.
No pide dinero, no pide grandes cosas; pide un poco de humildad y un poco de
amor. ¿Quién no se lo puede dar? ¿Quién no se lo quiere dar? Lo poco que pide
está en grande contraste con lo que nos da. El ciento por uno y la vida eterna.
¿Quién da más? Si Cristo asistiera a una subasta, ganaría todas, porque nadie
se atreve a superar su oferta. Pues en esa subasta estamos. Cristo ofrece el
ciento por uno a todos los que dejan algo por su Reino, además de premiar con
la vida eterna.
Yo creo que los que dan las espaldas a Cristo son más tontos que malos, porque
si creyesen en la oferta, todos se quedarían. Fíjate bien, si estás alejado de
Cristo eres más tonto que malo, aunque seas también malo. Es demasiado lo que
te pierdes, pero eres libre de perderlo y de seguirlo perdiendo. Si has estado
toda una vida alejado de Dios, has perdido demasiado, demasiada paz, alegría,
realización. Pero eres libre de seguir perdiendo demasiado por el resto de tus
días. Tú verás lo que haces. Dios te ama, pero no te obliga, Dios te ofrece el
cielo y la felicidad, pero no a la fuerza. Si quieres…
Hay que decirlo muy alto y muy claro: la mayor desgracia, la peor locura, la
máxima torpeza es perder a Dios y su cielo para siempre. Los que viven
habitualmente en pecado están en esta lista, a menos que tengan tiempo y humor
para arrepentirse y volver a Dios.
Es precisamente el dueño de ese cielo el que lo ha dicho para el que lo quiera
escuchar: ¿De qué le sirve al hombre ganar todo el mundo, si pierde su alma?
Te encuentras por la calle, corriendo a tu derecha e izquierda en la autopista,
en el súper, a miles de gentes que se matan por ganar algunos centavos más y no
mueven un dedo por el cielo, más aún miran con desprecio a los que alaban a
Dios, a los que van a las iglesias, a los que invocan a María. ¿Quién les
convencerá de que están en un grave error?
Los verdaderamente ricos no son los millonarios de dólares, sino los que aman a
Dios, los que escuchan humildemente su palabra, los que tratan con todas sus
fuerzas de cumplir sus mandamientos, los que se esfuerzan sinceramente en vivir
la Navidad. Dios de los ejércitos se disfraza de niño, por eso se le puede
pisar o empujar o despreciar. Pero han de saber todos que ese niño débil,
impotente, que llora y tiene frío es el que ha creado los cielos y la tierra y
todas las riquezas del mundo. Yo prefiero ser amigo de él que de los millones
de dólares.
¡Qué contraste tan brutal ofrecen los santos, que se han despojado de todo, que
han dejado todas las cosas para quedarse con Jesús sólo. Mi Dios y mi todo.
Quien a Dios tiene nada le falta. Solo Dios basta. Sé en quien he creído y
estoy muy tranquilo. Nos has hecho, Señor, para ti y nuestro corazón estará
insatisfecho hasta que descanse en Ti.
Cristo es mi Dios, mi gran amigo, mi compañero, mi Padre, mi grande y único
amor y la única razón de mi existencia.
Por último quiero recordar aquel soneto verdaderamente inspirado y además tan
verdadero:
No me mueve, mi Dios, para quererte, el cielo que me tienes prometido, ni me
mueve el infierno tan temido, para dejar, por eso, de ofenderte. Tú me mueves,
Señor, muéveme el verte, clavado en una cruz y escarnecido; muéveme ver tu
cuerpo tan herido, muévenme tus afrentas y tu muerte. Muéveme, en fin, tu amor,
y en tal manera que, aunque no hubiera cielo, yo te amara y aunque no hubiera
infierno, te temiera. No me tienes que dar porque te quiera, pues, aunque lo
que espero, no esperara, lo mismo que te quiero, te quisiera.
Cada uno tiene que decir su propia oración a Jesús, o su propio villancico en esta
Navidad. Tú tienes que decirle, como los sanos, en tus propias palabras: Mi
Dios y mi todo. Me quedo contigo.
Autor: P. Mariano de Blas LC | Fuente: Catholic.net
El personaje más importante de la navidad es
olvidado, relegado muchas veces a un segundo plano
¡Llegó navidad,
feliz navidad! Por todas partes, en todos los lugares, en todas las bocas se ve
y se escuchan estas o semejantes palabras.
A continuación
debía de surgir de nuestro interior esa paz y serenidad del alma. En los
corazones se debíade encontrar la
respuesta a este deseo de Dios a nuestras almas: ¡Paz a los hombres de buena
voluntad! Y es que el Niño Dios se hace presente, se hace hombre, viene a
nuestro mundo a cambiarlo a que no haya tanta maldad o injusticias, tanto
engaño, egoísmo…
¡Llegó navidad, feliz navidad! Canta el villancico
pero se dice con los labios y no con el corazón como debía de ser. La navidad
no es sólo un canto sino que es un cambio y una transformación. Es un camino
como el camino hacia Belén. Es un camino para que lo recorramos y lo vivamos. Y
si llegó navidad es para que nuestra admiración se note en nuestra vida y en
nuestro corazón, pero desgraciadamente nos hemos acostumbrado a decirlo sin
sentirlo, lo hablamos pero no lo valoramos, lo tenemos delante pero no nos dice
nada. Lo vivimos quizá pero sin que nos transforme.
¡Llegó navidad, feliz navidad! Y los pobres, los
alejados de Dios continúan en su mismo camino sin probar un cambio y así el que
vive sin Dios permanece sin Dios, el que vive con desamor vive de igual manera
y es porque no volteamos al prójimo para verlo como un hermano nuestro, un
compañero de la vida, una libro abierto a la esperanza de la vida.
Se cuenta que en una ocasión una familia hizo una
fiesta en navidad para darse los regalos y hacer que esos momentos fuesen más
llevaderos. Poco a poco fueron llegando a la casa de la abuela los hijos con
sus nietos. Al entrar a la casa ponía cada uno de ellos su regalo en una gran
mesa destinada para la ocasión. El nombre del nieto, del hijo o del papá se
veía de forma bien clara para que quien lo recibiera no tuviera duda de quién
lo había regalado. Los números se fueron repartiendo uno por uno y así uno de
los nietos al ver su número pensó que su regalo iría al familiar más
necesitado.
Llegó la hora de iniciar la fiesta y hubo de todo
en la fiesta, comida, elegante, adornos en la sala, el árbol de navidad, el
nacimiento… y un sinfín de adornos navideños por todos lados.
Todos en
semicírculo esperaban el número de la rifa para ver quién era el afortunado.
Sentados y tranquilos iban escuchando su número y al levantarse todos
aplaudían. Al fondo la música de navidad llegaba a los corazones y hacía del
ambiente todo un momento inolvidable.
Al fondo de la habitación estaba un niño que veía a
los concursantes mientras él tenía su regalo en sus brazos esperando ver quién
era el afortunado pues lo había preparado con mucha ilusión y estaba seguro que
el destinatario estaría feliz de recibirlo.
Pasaron los
momentos, la música se acabó, salieron todos los familiares, se apagaron las
luces y el niño llorando en el mismo rincón se dio cuenta que no lo tomaron en
cuenta.
Por ese niño
se había hecho la fiesta, por ese niño era el intercambio de regalos, por ese
niño la reunión tenía su finalidad.
El hombre de hoy se olvida de lo más importante y
del por qué vive en este mundo y para qué vive.
El mundo de hoy toma en cuenta muchas cosas pero no
toma la más importante que es aquella que le cambiará en su vida para llevarlo
a su destino.
¿Sabrás tú valorar lo que vives, donde vives y para
qué vives en este período de la vida?
¿Pero sabrás entender que hay otros muchos
necesitados a tu lado que deberás ayudar con tu vida, ejemplo, oración y
servicio?
La navidad será incompleta si no volteas a ver a tu
prójimo y regalarle una sonrisa y ser un hombre de paz y buena voluntad.
“No quiero
oro ni quiero plata, yo lo que quiero es romper la piñata”
Cuando los primeros evangelizadores
llegaron a México se enfrentaron a una forma de vida totalmente diferente a la
que ellos practicaban. La conquista fue no solo el adueñarse de los territorios
de la recién descubierta América, también fue la imposición del idioma, los
hábitos y costumbres españolas, y entre otros favores ¡La religión!
Para los evangelizadores no fue fácil
cambiar toda la ideología politeista de las distintas etnias que poblaban “las
indias”, así que tuvieron la necesidad de crear estrategias para enseñar los
misterios de Dios a los indígenas.
Uno de los dogmas más complicados fue el
del pecado y la manera en que satanás nos tienta, de cómo debemos ser fuertes
para vencerlo y así hacernos acreedores de los beneficios celestiales... ¡que
complicado!
Y con este enorme peso a cuestas los
frailes franciscanos encontraron la respuesta... ¡una piñata!
Diseñaron una olla de barro rodeada de
papeles de colores en forma de estrella, donde cada uno de los picos representa
cada uno de los pecados capitales, y que sube y baja del cielo (por eso la
forma de estrella) pero molesta a la gente... la toca... ¡la tienta!
Hay que darle ¡duro!, vencer la tentación,
romper el mal, poner toda nuestra energía y nuestra concentración en acabar con
el. ¡Pero no es fácil! El pecado nos ciega los ojos, les pone una venda y son
nuestros compañeros, amigos, familiares ( es decir, el prójimo-próximo ) quien
nos guía a través de sus consejos para romper con el mal.
y... cuando alguien bien guiado ha hecho
caso al clamor popular ¡se rompe la piñata! Y del cielo caen las bendiciones
que llueven sobre nosotros por haber hecho pedazos al pecado... fruta, dulces,
juguetes, alegría inmensa que nos llena de dicha y felicidad... el mal esta
derrotado, Dios está con nosotros, los evangelizadores cumplen con su tarea y
los mexicanos gozamos una de nuestras tradiciones más divertidas.
La piñata se ha transformado como toda la
cultura popular, y ha cambiado su forma hasta adquirir diversas formas, pasando
de la tradicional estrella a ser conejo, perrito, zanahoria, betabel, piolín y
pokemon... y siempre, siempre el anhelo de todo niño: Llegar a la fiesta y
romper la piñata, pues ahora no solo se usan en las posadas, ya que también son
atracción importante en las fiestas infantiles y otras celebraciones donde los
niños esperan ansiosos pegar con un enorme palo a la piñata.
De cartón o de barro, en época de posadas
o en pleno verano, estrella o animal, las piñatas seguirán siendo por muchos
años más una feliz referencia a las tradiciones mexicanas.