viernes, 6 de enero de 2012

la Epifanía y el Bautismo del Señor





Si se celebra la Solemnidad de  la Epifanía  del Señor
Evangelio según San Mateo 2,1-12.

«En este día, Señor, revelaste a tu Hijo unigénito a los pueblos gentiles» 

«¡Levántate, brilla, Jerusalén, que llega tu luz!» (Is 60,1) ¡Bendita seas, oh Luz, «que vienes en el nombre del Señor»! «El Señor es Dios, Él nos ilumina» (Sl 117, 27). Por su benevolencia, este día santificado por la luz radiante de la Iglesia, ha brillado sobre nosotros. Por eso te damos gracias «luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene al mundo» (Jn 1,9), y es, precisamente por esto que ha venido al mundo en forma humana. Resplandece Jerusalén, nuestra madre (Gal 4,26), madre de todos los que han merecido ser iluminados; desde ahora alumbra a todos los que están en el mundo. Te damos gracias, Luz verdadera: te has hecho lámpara para iluminar a Jerusalén y para que el Verbo, la Palabra de Dios, sea «la lámpara que ilumina mis pasos» (Sl 118,105)... Y no sólo ha sido iluminada sino que ha sido «puesta encima como un farol» todo él como de oro macizo (Mt 5,15; Ex 25,31). Vedla convertida en «la ciudad situada en la cumbre de los montes» (Mt 5,14)... para que su Evangelio llegue a alumbrar a todos los imperios del mundo...
Oh Dios, que iluminas a todas las naciones, por ti hemos cantado «El Señor vendrá e iluminará los ojos de sus siervos». Ahora ya has venido, oh Luz mía: «Ilumina mis ojos para que jamás me duerma en la muerte» (Sl 12,4)... Has venido ya, oh Luz de los creyentes, y hoy nos has dado el gozo de ser iluminados por la fe, que es nuestra lámpara. Danos siempre el gozo de ver tu luz sobre lo que en nosotros queda de tiniebla...

Este es el camino que debes seguir, alma fiel, para llegar a la patria donde «las tinieblas serán como el mediodía» (Is 58,10) y «la noche será tan clara como el día» (Sl 138, 12). Entonces «tú verás y estarás radiante, tu corazón se maravillará y se dilatará», cuando toda la tierra estará llena de la majestad de la luz infinita y «en ti se manifestará su gloria» (Is 60,5.2)... « ¡Venid, caminemos a la luz del Señor!» (Is 2,5) Entonces marcharemos «como hijos de la luz» «de claridad en claridad, como conducidos por el Señor que es Espíritu» (2C 3,18).

Autor: Beato Guerrico de Igny (hacia 1080-1157), abad cisterciense 3er.sermón para la Epifanía

Si se celebra la Fiesta del Bautismo del Señor
Evangelio según San Marcos 1,7-11.

"Tú eres mi hijo amado; en ti me complazco"

En el Jordán Jesús se manifiesta con una humildad extraordinaria, que recuerda la pobreza y la sencillez del Niño recostado en el pesebre, y anticipa los sentimientos con los que, al final de sus días en la tierra, llegará a lavar los pies de sus discípulos y sufrirá la terrible humillación de la cruz. El Hijo de Dios, el que no tiene pecado, se mezcla con los pecadores, muestra la cercanía de Dios al camino de conversión del hombre. Jesús carga sobre sus hombros el peso de la culpa de toda la humanidad, comienza su misión poniéndose en nuestro lugar, en el lugar de los pecadores, en la perspectiva de la cruz.

Cuando, recogido en oración, tras el bautismo, sale del agua, se abren los cielos. Es el momento esperado por tantos profetas: "Si rompieses los cielos y descendieses", había invocado Isaías (Is 63, 19). En ese momento —parece sugerir san Lucas— esa oración es escuchada. De hecho, "se abrió el cielo, y bajó sobre él el Espíritu Santo" (Lc 3, 21-22); se escucharon palabras nunca antes oídas: "Tú eres mi hijo amado; en ti me complazco" (Lc 3, 22). Al salir de las aguas, como afirma san Gregorio Nacianceno, "ve cómo se rasgan y se abren los cielos, los cielos que Adán había cerrado para sí y para toda su descendencia" (Discurso 39 en el Bautismo del Señor: PG 36). El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo descienden entre los hombres y nos revelan su amor que salva. Si los ángeles llevaron a los pastores el anuncio del nacimiento del Salvador, y la estrella guió a los Magos llegados de Oriente, ahora es la voz misma del Padre la que indica a los hombres la presencia de su Hijo en el mundo e invita a mirar a la resurrección, a la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte.

Autor: Papa Benedicto XVI Homilía del 10 -01-2010

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