sábado, 31 de marzo de 2012

EL ABBA ANTONIO Y EL SILENCIO




Unos hermanos de Scitia quisieron ver al abad Antonio. Se embarcaron en una nave y se encontraron en ella un anciano que también quería ir donde Antonio. Pero los hermanos no lo sabían. Sentados en el barco hablaban de las sentencias de los Padres, de las Escrituras y de sus trabajos manuales. El anciano guardaba silencio. Al llegar al puerto supieron que también él iba en busca del abad Antonio. Cuando se presentaron, el abad Antonio les dijo: «Buen compañero de viaje encontrasteis en este anciano». Y luego dijo al anciano: «Padre, has encontrado unos buenos hermanos». Pero el anciano le respondió: «Son buenos pero su habitación no tiene puerta. En su establo entra todo el que quiere y desata el asno». Esto lo decía porque los hermanos hablaban de todo lo que pasaba por su cabeza.


Autor: Abadia Tepeyac

viernes, 30 de marzo de 2012

HOMILÍA DOMINGO DE RAMOS




(Isaías 50:4-7; Filipenses 2:6-11; Marcos 14:1-15:47)

“Te amo”. Tal vez nos hayamos oído estas palabras hoy. Pues, no sólo los novios las hablan como sus últimas palabras en la noche. Se ha hecho costumbre que las madres las dicen como las últimas palabras a sus hijos cuando los dejan en escuela. Los esposos también las repiten cuando terminan una conversación telefónica. “Te amo”. ¡Que distinto matiz tienen que las últimas palabras de Jesús en la Pasión según san Marcos!

En este evangelio Jesús dice sólo una frase de la cruz. No tiene que ver con la confianza como en san Lucas ni con la formación de su familia como en san Juan. No, como en san Mateo sus últimas palabras en san Marcos demuestran desaliento y desolación. “Eloí, Eloí, ¿lemá sabactani?”, Jesús grita en arameo. Sólo es humano que Jesús regresa al lenguaje de su niñez en el último momento de su vida natural. Es como si dice de cada persona antes de la muerte vuelve a su niñez para revisar toda su vida. Es como Jesús emite estas palabras del mero corazón.

“Dios mío, Dios mío…” es la traducción que Marcos da para “Eloí, Eloí…” A veces en la exasperación pronunciamos el nombre del Señor, pero aquí Jesús se dirige a Dios en oración. Pues, su saludo está seguido por una declaración. Lo que no oímos es la intimidad con que Jesús rezaba antes. No dice, “Abba, Padre….” Como hizo en el jardín la noche anterior. Es como si ya Jesús sintiera la pérdida de su posesión más preciosa – que vale más que casa o barca – la relación íntima con Dios. 

Los expertos han notado como “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” forman las primeras palabras del Salmo 21 que comienza en lamento pero termina en alabanza. Por eso, según algunos, el propósito de la frase no es indicar la decepción sino el triunfo. Sin embargo, decir que Jesús no tiene desilusión profunda en este momento sería privar del relato de Marcos lo que quiere comunicar. Es cierto que la crucifixión de Jesús termina en el resplandor de la resurrección, pero para evaluar la grandeza de la victoria de Jesús, hay que determinar primero las tinieblas en que se hundió. 

Realmente Jesús siente abandonado por Dios. La noche anterior pidió a su Padre que se le quitara de la ordalía que iba a soportar. Pero no ha visto ninguna respuesta positiva. Al contrario sólo ha encontrado rechazo y dolor. Sus propios discípulos lo traicionaron, se le huyeron, y lo negaron. Su pueblo prefirió un asesino en lugar de él. Los romanos lo azotaron, se le burlaron, y lo crucificaron. Los líderes judíos lo condenaron falsamente, le escupieron, le mostraron el desdeño en la cruz. Aun los otros hombres crucificados con él lo trataron con desprecio. Jesús ha sufrido el abuso como si fuera Muammar Gadafi en Libia el año pasado. 

Sin embargo, no maldice a sus perseguidores, ni desespera en Dios, ni siquiera protesta la injusticia. Más bien, muestra el amor de Dios para el mundo por aceptar todo con paciencia. Merece el juicio del oficio romano que ha atestiguado su muerte: “De veras este hombre era Hijo de Dios”. También vale nuestra alabanza, nuestro seguimiento, y nuestra súplica. Debemos alabarlo porque nos ha liberado del pecado. Debemos seguirlo para evitar recaer en las trampas de soberbia, avaricia, y lujuria. Y debemos suplicarle desde que aun con su ejemplo perfecto nos hace falta la gracia del Espíritu Santo. 

Acordémonos por un momento el cayado del Beato Juan Pablo II. Llevaba la imagen de Jesús crucificado. No parece como Jesús en san Juan que forma su familia desde la cruz. Ni necesariamente Jesús en san Lucas quien muere en completa confianza de Dios Padre. No, parece más como Jesús crucificado en san Marcos: exasperado y maltratado para decirnos: “Te amo”. Jesús aguanta todo para decirnos, “Te amo”.


Autor: Padre Carmelo Mele, O.P.

jueves, 29 de marzo de 2012

Pruebas y tentaciones




Pruebas y tentaciones

Ten por cierto que si a Dios un alma le es grata, más la pondrá a prueba. Por tanto, ¡Coraje! y adelante siempre.
Por muy altas que sean las olas, el Señor es más alto. ¡ Espera!... la calma volverá.

Las pruebas a las que Dios os somete y os someterá, todas son signos del amor Divino y Perlas para el alma.

Uno puede ahogarse en alta mar, y también puede sofocarse hasta el ahogo con un simple vaso de agua.- ¿Donde esta la diferencia? - ¿Acaso no es la muerte, en cualquiera de esas formas?.

El demonio es como perro encadenado; si uno se mantiene a distancia de el, no será mordido.
Jesús os guía hacia el cielo por campos o por desiertos - ¿que importancia tiene? Acomodaos a las pruebas que El quiera enviaros, como si debieran ser vuestras compañeras para toda la vida; cuando menos lo esperéis, quizás queden resueltas.

Los grandes corazones ignoran los agravios mezquinos.

En una estampa representando la cruz, el Padre escribió estas palabras:"El madero no os aplastará; si alguna vez vaciláis bajo su peso, su poder os volverá a enderezar".

Golgota. Una cima cuya ascensión nos reserva una visión beatifica de nuestro amado salvador.
Por los golpes reiterados de su martillo, el Artista divino talla las piedras que servirán para construir el Edificio Eterno.

Puede decirse con toda justicia que cada alma destinada a la gloria eterna es una de esas piedras indispensables. Cuando un constructor quiere levantar una casa, debe ante todo limpiar y nivelar el terreno; el Padre celestial procede de igual manera con el alma elegida que, desde toda la eternidad ha sido concebida para el fin que El se propone; por eso tiene que emplear el martillo y el cincel.

Esos golpes de cincel son las sombras, los miedos, las tentaciones, las penas, los temores espirituales y también las enfermedades corporales. Dad pues, gracias al Padre celestial por todo lo que impone a vuestra alma. Abandonaos a El totalmente. Os trata como trató a Jesús en el Calvario.

Es mediante una sumisión completa y ciega que os sentiréis guiado en medio de las sombras, las perplejidades y las luchas de la vida."El hombre obediente cantará victoria", nos dice la escritura. Si Jesús se manifiesta a vosotros, dadle también las gracias; si se oculta a vuestra vista, dadle también las gracias. Todo esto compone el yugo del amor.

No escuchéis lo que os dice vuestra imaginación. Por ejemplo, que la vida que lleváis es incapaz de guiaros al bien. 

La gracia de Jesús vela y os hará obrar para ese bien.

Autor: Padre Pio

miércoles, 28 de marzo de 2012

Oración, pobreza, austeridad, fraternidad, sencillez



Oración, pobreza, austeridad, fraternidad, sencillez en la predicación y dedicación a los más pobres y marginados de la sociedad

Aunque ambos comparten el apelativo, conviene saber que el café capuchino no tiene nada que ver con los monjes capuchinos, quienes aparecen en la historia justo tres siglos después de que San Francisco de Asísestableciera en 1209 la Orden de Frailes Menores. Junto a otros dos seguidores, en 1525 el monje italiano Matteo da Bascio obtuvo un permiso del Papa Clemente VII para retomar el camino original del fundador.

Él revivió el carisma franciscano, subrayando la vida de oración, pobreza, austeridad, fraternidad, sencillez en la predicación y dedicación a los más pobres y marginados de la sociedad. Y como hasta en el atuendo quiso mantener la fidelidad a la primera Regla del “hermano de los hermanos”, la túnica con capucha puntiaguda pronto distinguió a los frailes “capuchinos”. 

Hoy forman una comunidad de 10,109 hermanos repartidos en 56 países de los cinco continentes y cuentan con 400 postulantes. 

Como Orden de Frailes Menores (OFM), ellos recalcan que están abiertos a miembros que no son sacerdotes, pero que desean vivir consagrados a la oración contemplativa en comunidad fraternal. 

Al visitar este verdadero “puerto virtual” capuchino resulta fascinante introducirse en el mundo de la espiritualidad de San Francisco. Así, se entienden las sucesivas reformas que dieron origen no sólo a los monjes capuchinos, sino a otras tres ramas de frailes menores.

También, se puede conocer la actividad de dos órdenes más que también fundó el “pobrecillo de Asís”: la Orden de Santa Clara, a la que pertenecen religiosas recluidas en monasterios inspirados en la regla de San Benito y la Tercera Orden o Terciarios, integrada por religiosos o laicos que desean vivir insertos en el mundo.

Cabe destacar que actualmente existen cerca de 400 fraternidades o congregaciones terciarias franciscanas dedicadas a labores específicas al servicio de la salud y la educación. De hecho, el Papa Juan XXIII era terciario, según destaca el Boletín Electrónico Capuchino. 

La riqueza del método franciscano de oración también se ofrece en 
esta página , en donde es posible encontrar desde los fundamentos de la meditación personal hasta la metodología de los famosos Talleres de Oración que promueve el fraile franciscano capuchino, Ignacio Larrañaga.

Autor: Cristina Ferrer 

martes, 27 de marzo de 2012

Los caminos de la vida






Los caminos de la vida nos han llevado por distintos senderos, pero al final de todo, nos encontramos en la senda común que es CRISTO. 

Siéntete en casa y compartamos nuestras experiencias fraternas.  Pues estoy persuadido que: 

"Muchos rostros ocupan mi mente, mis energías, mi corazón. 
Con todos ellos he caminado en estos años, todos ellos se han configurado conmigo y han enriquecido mi vida. 
Rostros míos, corazones abiertos, vengan a mi cada día. No se vayan todavía. 
Cada uno de ustedes me habla de Dios. 
Todos juntos, son el rostro de Cristo. 
Rostros míos, quédense en mi casa. 
Les invito a jugar y a gozar". Amén. 

Autor: Fray Mario.


lunes, 26 de marzo de 2012

SALUDOS A LAS VIRTUDES




¡Salve, reina sabiduría, el Señor te salve
con tu hermana la santa pura sencillez!

¡Señora santa pobreza, el Señor te salve
con tu hermana la santa humildad!

¡Señora santa caridad, el Señor te salve
con tu hermana la santa obediencia!

¡Santísimas virtudes, a todas las salve el Señor,
de quien vienen y proceden!

Nadie hay absolutamente en el mundo entero
que pueda poseer a una de ustedes si antes no muere.

Quien posee una y no ofende a las otras, las posee todas.
Y quien ofende a una, ninguna posee y a todas ofende.
Y cada una confunde los vicios y pecados.

La santa sabiduría confunde a Satanás y todas sus astucias.

La pura santa simplicidad confunde toda la sabiduría de este mundo
y la sabiduría del cuerpo.

La santa pobreza confunde la codicia,
y la avaricia y las preocupaciones de este siglo.

La santa humildad confunde la soberbia
y a todos los mundanos, y todo lo mundano.

La santa caridad confunde todas las tentaciones diabólicas
y carnales y todos los temores carnales.


Autor: San Francisco

domingo, 25 de marzo de 2012

Necesitamos sólo una cosa



Hay quien se ha preocupado por la exhumación. No se hacía a la idea de entrar en la cripta y encontrar una situación diferente de la que había visto durante cuarenta años, y no ver el bloque de granito azul del labrador sobre el cual han apoyado la mano, entre otros, la beata Madre Teresa de Calcuta y el Siervo de Dios Papa Juan Pablo II. Y de nada servía explicar a los “nostálgicos” que es lo que sucede con todos los santos.

Hay quien se ha preocupado de la ostensión. A alguien, con un conocimiento no profundo de la espiritualidad del Padre Pío, le parecía una violación del comportamiento de humildad con el cual el santo Hermano ha vivido toda su existencia. Y no era suficiente explicar que, si es verdad que el Padre Pío nunca quería exhibirse y escondía los dones sobrenaturales recibidos del Señor, no titubeaba cuando confirmaba las propias experiencias místicas e incluso enseñaba sus estigmas, por las cuales sentía “vergüenza”, incluso a las personas a las cuales no tenía confianza, cuando examinando los corazones le indicaban que aquel impacto habría sacudido la conciencia o despertado la fe.

Alguno ha expresado su opinión quedita. Otros han tenido oculta la propia perplejidad bajo la disponibilidad a aceptar, con respetuosa y filial obediencia, lo que había decidido la Iglesia. No ha faltado quien ha preferido manifestar el propio disentimiento delante de faros y telecámaras, para conquistarse un poco de notoriedad o para ajardinar una popularidad un poco oscurecida. Han sido ocho millones y medio de personas que han compartido la decisión de los Frailes, del Arzobispo y de la Santa Sede, aprovechando de estos diecisiete meses de ostensión para vivir la emoción del encuentro sensible con san Pío de Pietrelcina, esperando obtener un beneficio para el propio crecimiento espiritual o simplemente curiosidad, que a veces se vuelve un vehícolo para la acción de la gracia santificante.

También ahora, después del cierre de la urna en un sarcófago y el retiro del cuerpo del Padre Pío a las miradas de los fieles y de los peregrinos, ha habido alguna voz de disentimiento. Ya se había vuelto familiar ese rostro durmiente que reproducía perfectamente las facciones del Santo después de su muerte. Se había vuelto un punto de referencia de tantas oraciones, de tantas lágrimas, de tantas esperanzas el cuerpo mortal de aquel hombre que, en vida, ha evangelizado también a través de su cuerpo, que se ha vuelto imagen especular de la muerte y de la resurrección de Cristo. También la nueva situación, en menos de un año y medio, ha sido capaz de crear familiaridad, nostalgia, y de esta forma una pregunta, siempre la misma, repetida y escuchada miles de veces: ¿Porqué volver a taparlo? Ha pensado nuestro Ministro Provincial a dar la respuesta exactamente en la primera fase de la larga y conmovente ceremonia de clausura.

Finalmente hay quien se está preocupando, con sorprendente tempestividad, del futuro y todavía no anunciado traslado desde la cripta actual a la que está en la iglesia dedicada a san Pío de Pietrelcina, bendecida el veintiuno de junio pasado por el Santo Padre al final de su visita pastoral a San Giovanni Rotondo.

Tanta participación, emotiva y pasional, demuestra que el Padre Pío no viene advertido sólo por los devotos del santo, como un potente intercesor, sino que viene considerado como un amigo, uno de familia. Pero, también en este caso, no hay que pararse sólo en la superficie.

Qué bonito hubiera sido si la atención que se ha concentrado sobre la modalidad de la sepultura del Padre Pío fuese por lo menos igualada, en los medios de información y sobre todo en los corazones, a la atención de la espiritualidad y a las enseñanzas del Santo, quizás recordando lo que Jesús dijo refiriéndose a las hermanas de Lázaro: “Marta, Marta, tú te afliges y te agitas por muchas cosas, pero sólo necesitamos una cosa. María ha elegido la parte mejor, que no le será quitada”.

Autor: Francesco D. Colacelli  extraído de La Voz del Padre Pío (Año XXXVIII - n. 6 - NOVIEMBRE/DICIEMBRE 2009)

sábado, 24 de marzo de 2012

Las Cuaresma de San Francisco




En el tiempo fuerte de la cuaresma, propongo una reflexión sobre el valor de esta práctica en la vida de San Francisco de Asís, su ejemplo nos estimula a vivir bien este tiempo propicio de conversión y expectativa de la Pascua.

Para San Francisco la oración y el ayuno tiene especial lugar en su ascesis. Él nos dice en su Regla No Bulada (III,1): “Dice el Señor: 'esta clase de demonios no puede salir más que a fuerza de ayuno y oración' (cf. Mc 8,28)”. El monte Alvernia es una demostración clara de que San Francisco, al final de sus días, sentía la necesidad de lo que llamamos “ratos fuertes de oración y de una experiencia del desierto” (Charles de Foucault). Su inserción en Dios era tan fuerte y profunda, que era un hombre hecho oración.

San Francisco no se contenta de vivir la Cuaresma así dicha “Grande” o de la Redención, convocada por la Iglesia, que inicia el Miércoles de Cenizas hasta la Semana Santa en preparación a la Pascua (RegB III, 6). Creó la Cuaresma de Adviento o de la Encarnación, en preparación a la Navidad, que san Francisco hacia, y que va de la fiesta de todos los Santos a la vigilia de la Natividad del Señor. Solo estas dos eran obligatorias para todos sus frailes, escribe en la Regla (RegB III, 6): Y ayunen desde la fiesta de Todos los Santos hasta la Navidad del Señor. Sin embargo, la santa cuaresma que comienza en la Epifanía y se prolonga cuarenta días continuos, la que el Señor consagró con su santo ayuno (cf. Mt 4,2).

San Francisco personalmente hace otras tres, y todas ellas pasaba en ayunas y oraciones, apartado del mundo, para estar solo y solamente con Dios, en continuo proceso de conversión. Viviendo más profundamente el misterio de la Encarnación de Jesucristo, la Cuaresma de la Epifanía o “Benedetta” (RegNB III, 11; LM IX, 2); con esta cuaresma, San Francisco entendía hacer una relación entre el tiempo de Navidad y de Pascua. Como ya vimos, él no hace separación entre la Navidad y la Pascua, pues representan los dos polos del único misterio de salvación.

Su gran devoción por los santos y servidores celestiales hacen en él una cuaresma especial, toda propia del Poverello, que no la ha impuesto y ni menos la aconseja a sus frailes; la busca solo para sí mismo. La Cuaresma en honor a San Miguel, ayunaba devotísimamente e iniciaba el día de la Asunción (15 de Agosto), y la terminaba en el día de la fiesta de San Miguel Arcángel (29 de Septiembre). Solía decir que: “cada uno debería ofrecer alguna alabanza u ofrenda especial a Dios en honor a tan gran príncipe” (2Cel 197; LM VIII, 10, IX 3, XIII, 1.5.)

Otra devoción cuaresmal del Seráfico hermano era a los santos Pedro y Pablo; “exprimía” la comunión con la sagrada jerarquía, sobre todo, con el papa, signo de la unidad de la Iglesia. Iniciaba el día de la fiesta de los apóstolos Pedro y Pablo (29 de Junio) hasta la fiesta de Asunción (15 de Agosto), demostrando la particular devoción por María, madre y figura de la Iglesia (LM IX, 3).

Tenemos así las cinco las cuaresmas de San Francisco durante el año: esto quiere decir que cerca de doscientos días él pasaba cada año en soledad, orando y mortificándose; apartado de las personas, solo con Dios. Empleando así dos tercios de su tiempo a la contemplación y a la oración, y solo un tercio en la acción, Con una vivencia así, por cerca de veinte años ha cambiado la faz al mundo.

Los tempos litúrgicos de la Iglesia, como el Adviento, las fiestas de Navidad, la Cuaresma, las fiestas Pascuales, son momentos privilegiados del retorno a Dios, cuando reconocemos que todo es vano fuera del contexto religioso y que solo Cristo da un sentido, y un significado a nuestra vida personal.

San Francisco nos dio un grande ejemplo. Nos ha enseñado la entrada que lo condujo a hacer la experiencia del infinito amor de Dios, gracia y don especial que el Poverello tuvo dos años antes de su muerte, de participar en el sufrimiento y en el amor de Jesús Crucificado por nuestra salvación. Así nos enseña (cfr Test 4): el Señor me dio una fe tal en las iglesias, que oraba y decía así sencillamente:

Te adoramos, Señor Jesucristo, también en todas tus iglesias que hay en el mundo entero y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo. (Test 5)



viernes, 23 de marzo de 2012

Queremos ver a Jesús









 En Jerusalén la muchedumbre gritaba: "Hosanna en las alturas. Bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de Israel" (cf Mc 11,10). Está bien decir "el que viene", porque viene sin cesar, nunca nos deja: "el Señor está cerca de todos los que le invocan sinceramente. Bendito el que viene en nombre del Señor" (Sal. 144,18; 117,26).

El Rey manso y pacífico está a la puerta... Los soldados aquí abajo, los ángeles en los cielos, los mortales y los inmortales... gritaban: "Bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de Israel". Pero los fariseos se ponían a un lado (Jn 12,19), y los sacerdotes estaban aún más lejos. Estas voces que cantaban la alabanza de Dios resonaban sin cesar: la creación estaba feliz...

        Por eso, aquel día, algunos griegos, empujados por esta magnífica aclamación que honra a Dios con fervor, se acercaron a un apóstol llamado Felipe y le dijeron: "Queremos ver a Jesús". Mira: es toda la muchedumbre quien ocupa el lugar del Heraldo e incita a estos griegos a que se conviertan. En seguida, éstos se dirigen a los discípulos de Cristo: "Queremos ver a Jesús".

        Estos paganos imitan a Zaqueo; no se suben a un sicómoro [para ver a Jesús], sino que se apresuran a elevarse en el conocimiento de Dios (Lc 19,3). "Queremos ver a Jesús": no tanto contemplar su rostro, sino llevar su cruz. Porque Jesús, que veía su deseo, anunció sin ambages a los que se encontraban allí: "llega la hora en que el Hijo del hombre será glorificado", llamando gloria a la conversión de los paganos.

Y dio a la cruz el nombre de "gloria". Porque desde ese día hasta ahora, la cruz es glorificada; es la cruz, en efecto, lo que todavía ahora consagra a los reyes, unge a los sacerdotes, protege a las vírgenes, da firmeza a los ascetas, estrecha los lazos de los esposos, fortalece a las viudas. Es la cruz la que fecunda la Iglesia, ilumina los pueblos, guarda el desierto, abre el paraíso.

Autor: Proclo de Constantinopla(v. 390-446), obispo.  Sermón para el día de Ramos; PG 65, 772