viernes, 27 de abril de 2012

El buen pastor




«Yo soy el buen pastor; conozco a mis ovejas y ellas me conocen»

        Miremos a nuestro pastor, Cristo... Se regocija con las ovejas que están cercanas a él y va en busca de las extraviadas. No teme montes y bosques; recorre barrancos hasta llegar a la oveja perdida. Y aunque la encuentre en estado lastimoso, no se encoleriza, sino llevado por la compasión, la toma sobre sus hombros y, de su propio cansancio, cura la oveja cansada (Lc 15,4s)... Con razón Cristo proclama: "Yo soy el Buen Pastor, busco la oveja perdida, recupero a la extraviada, vendo a la que está herida, curo a la que está enferma» (Ez 34,16). He visto al rebaño de los hombres agobiado por la enfermedad; he visto a mis corderos descender al lugar de los demonios; he visto a mi rebaño despedazado por los lobos.

        He visto ésto y no lo he visto desde lo alto. Por eso tomé la mano desecada, atrapada por el mal, como por un lobo; desaté aquello que la fiebre había atado; hice ver a aquellos, cuyos ojos permanecieron cerrados desde el seno de su madre; saqué a Lázaro de la tumba, donde yacía desde hacía cuatro días (Mc 3,5; 1,31; Jn 9; 11). «Porque soy el buen pastor; el buen pastor da su vida por sus ovejas "... Los profetas conocieron a este pastor, ya que antes de su Pasión, anunciaban lo que iba a venir: "Como cordero, llevado al matadero; como oveja ante el esquilador, no abría la boca" (Is 53,7). Como una oveja, el pastor ofreció su garganta por sus ovejas... Por su muerte, remedia a la muerte; por su tumba, vacía las tumbas...

        Las tumbas son pesadas y la prisión está cerrada, mientras el pastor, desciende de la cruz, no viene para llevar a sus ovejas apresadas la alegre noticia de su liberación. Lo vemos en los infiernos donde da la orden de liberación (1P 3,19); lo vemos llamar de nuevo a sus ovejas, llamarlas por su nombre y llevarlas de la estancia de los muertos a la vida. "El buen pastor da su vida por sus ovejas". Así es como se propone ganar el afecto de sus ovejas, y a las que saben oír su voz las ama Cristo.

Autor: San Basilio de Seleucia (?-v. 468), obispo. Oración 26; PG 44, 129

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