miércoles, 23 de mayo de 2012

Quince años después "des hommes et des dieux"




Ocurrió en 1996. Siete monjes franceses de la orden cisterciense que vivían en Argelia, en la última congregación católica del país, fueron secuestrados y posteriormente asesinados a manos de fundamentalistas islámicos.

El asesinato de los monjes trapenses fue uno más de los hitos de aquel 1996, un suceso que dio la vuelta al mundo y que conmocionó especialmente a la sociedad francesa. Casi quince años después, la herida se reabre, no tanto para doler, sino para traer a la memoria el ejemplo de coherencia y fe de ese grupo de religiosos. Lo hace a través de la película De dioses y hombres, que se llevó el Gran Premio del Jurado del pasado Festival de Cannes.

Los llamados “monjes mártires” fueron chivos expiatorios.

En 1993, en el contexto de una guerra civil que dejó entre 150.000 y 200.000 muertos, el Grupo Islámico Armado (GIA) había exigido a los extranjeros que se fuesen, y en 1994 iniciaron una oleada de violencia contra “cruzados e infieles”, matando a 19 religiosos.

Tenían entre 45 y 82 años y vivían en la abadía de Notre Dame del Atlas, en la localidad de Tibhirine. El prior era Christian Marie de Chergé, Dom Christian. Luc era el médico, muy querido y que atendía a las personas sin cobrarles. Célestin, que había trabajado como educador de marginados, se ocupaba de la hospedería. Michelatendía la cocina y el jardín. Christophe, el más joven, era el agricultor. Bruno y Paul estaban de visita. Sólo Amédée y Jean-Pierre Schumacher se salvaron.

Decapitados

En la noche del 26 al 27 de marzo, un comando armado entró en el monasterio y secuestró a los siete monjes. El 23 de mayo, el GIA confirmaba el asesinato a través de un comunicado y una semana más tarde eran descubiertas sus cabezas; los cuerpos nunca han aparecido.

Los monjes se dedicaban a la oración y al trabajo en los campos; vecinos de una población musulmana con la que practicaban un verdadero encuentro entre religiones, fundaron el grupo de diálogo ‘Vínculo de paz’ (Ribat es-Salâm). Rechazaban la violencia, siempre se volcaron con las gentes del lugar y habían donado la mayor parte de sus terrenos al Estado), pero se negaron a colaborar con los guerrilleros, a los que llamaban “los hermanos de la montaña”.

Cuando los extremistas exigieron la salida de los extranjeros, ellos prefirieron quedarse, por fidelidad a la gente sencilla a la que acompañaban, verdaderas víctimas, opinaban ellos, de la miseria y el fanatismo. No quisieron la protección del Ejército ni la casa en Túnez que les ofreció el nuncio papal. En palabras de Juan Pablo II: “Su fidelidad y coherencia honran a la Iglesia y, seguramente, serán semilla de reconciliación y de paz para el pueblo argelino”.

Previendo el fatal desenlace que le esperaba, Christian de Chergé escribió, dos años antes, un sobrecogedor testamento espiritual en el que subrayaba:

 “Recuerden que mi vida estaba entregada a Dios y a este país. (…) Que sepan asociar esta muerte a tantas otras tan violentas y abandonadas en la indiferencia del anonimato. Mi vida no tiene más valor que otra vida. Tampoco tiene menos”.

Oración interreligiosa en febrero de 2007

Defensor del encuentro islamo-cristiano hasta el final, el prior deseaba el perdón de Dios y de los hombres para su verdugo: “No veo cómo podría alegrarme que este pueblo al que yo amo sea acusado, sin distinción, de mi asesinato. Sería pagar muy caro para lo que se llamará, quizás, la ‘gracia del martirio’, el debérsela a un argelino”.

Durante la guerra de independencia de Argelia (1954-1962), el P. Christian había sido salvado por un amigo argelino y musulmán que posteriormente fue asesinado en represalia; aquello marcó la vida del prior y de su comunidad. Ellos decidieron ser “orantes en medio de un pueblo de orantes” a favor de la paz.

“Soy suyo y sobre sus pasos sigo mi camino hacia la Pascua… La llama parpadea, la luz se debilita… Puedo morir. Aquí estoy”, expresó Christophe en sus últimos versos. El hermano Luc, por su parte, dejó una cassette con una canción de Edith Piaf, “Non, je ne regrette rien”(‘No, no lamento nada’).

La localidad vecina sintió enormemente la tragedia. Durante años habían vivido con miedo y el asesinato de los monjes los sumió en la desesperanza.

El funeral tuvo lugar el 2 de junio en la Basílica de Nuestra Señora de África, en Argel. Francis Arinze, entonces presidente del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso, aseguró en la homilía que esta muerte no compromete las relaciones entre el islam y el cristianismo: “Más bien al contrario. Pone de relieve la necesidad de promoverlas”.
Incluso en la mañana siguiente al secuestro, Amédée y Jean Pierre estaban decididos a continuar. Amedée se quedó en Argel y en torno a él se constituyó una comunidad con hermanos procedentes de Francia, España y América Latina, a la espera de que se dieran las condiciones propicias y volver a Tibhirine; la iniciativa no prosperó. Mientras, Jean Pierre se había marchado a la comunidad aneja a Tibhirine establecida en Fez (Marruecos), que con el tiempo recibió el estatuto canónico de monasterio de Notre Dame del Atlas.

En el año 2000, se trasladaron a la ciudad marroquí de Midelt, llevándose no sólo libros y otros objetos de la comunidad primera, sino su herencia espiritual. “Nuestro proyecto de vida monástica es –escribe Schumacher, prior entre 1996 y 1999– vivir en el espíritu que teníamos en Tibhirine: presencia de Dios en la oración, los oficios, la lectio divina, la vida fraternal, el trabajo, la acogida y, sobre todo en este país, la vida solidaria, de respeto, de amistad, de convivencia con las personas: el crecer juntos en la vida de fe por la ‘sumisión’ a Dios, a su espíritu, con mucha ‘discreción’ en los dos sentidos de la palabra: no proselitismo, sino escucha de lo que Dios dice y pide”.

En 1999, el P. Jean Pierre Flachaire fue elegido prior por seis años, y en enero de 2005, reelegido por un período “indeterminado”. En este tiempo se ha esforzado por acondicionar los edificios para conseguir un monasterio funcional adaptado a la pequeña comunidad y a la acogida de peregrinos. “Estamos convencidos de que esta comunidad tiene su lugar en la pequeña Iglesia del país; ella nos ha marcado con su afecto y cuenta con nosotros”.
El 10 de enero de 2009, se reunió por primera vez en Roma la comisión de historiadores para la causa de los mártires de Argelia, en la que se incluyen los siete trapenses de Tibhirine.

Autor: Cristian H Andrade

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