jueves, 12 de julio de 2012

Y dijo




“Y dijo (Jesús) que se le diese de comer (a la niña resucitada). Te  ruego, Señor, que nos tomes la mano, también a nosotros que yacemos y no resucites del lecho de nuestros pecados y  nos hagas andar. Cuando andemos, manda que se nos dé de comer: mientras yazcamos no podemos comer, si no estuviéramos de pie, no podemos recibir el cuerpo de Cristo” (Sobre el Evangelio de San Marcos  Cap. 5, 43)

Tomó los cinco panes y los dos pececitos y levantando los ojos al cielo pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos. Levanta los ojos al cielo para enseñarnos a dirigir hacia allí nuestra mirada. Tomó en sus manos los cinco panes y los dos pececitos, los partió y se los dio a sus discípulos. Cuando el Señor parte los panes abundan los alimentos. En efecto, si hubieran permanecidos enteros, si no hubieran sido cortados en trozos ni divididos en cosecha multiplicada no hubieran podido alimentar a las gentes, los niños, las mujeres, a una multitud tan grande. Por eso la Ley con los profetas es fraccionada en trozos y son anunciados los misterios que contiene a fin de que lo que íntegro y en su primer estado no alimentaba, dividido en partes alimente a la multitud de los pueblos.” (Comentario sobre el Evangelio de San Mateo 14) 

 “Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: Siento compasión de esta multitud porque hace tres días que permanecen conmigo y no tienen qué comer. Y no quiero despedirlos en ayunas, no sea que desfallezcan en el camino. Quiere alimentar a los que sanó. Primero quita las debilidades luego les ofrece alimentos a los que están sanos… Siento compasión, dice, de esta multitud porque hace tres días que permanecen conmigo. Tiene compasión de la multitud porque ese número de tres días era símbolo de su fe en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo. Y no tienen qué comer. La multitud siempre tiene hambre y necesita alimentos sino es saciada por el Señor. No quiero despedirlos en ayunas, no sea que desfallezcan en el camino. Tenían hambre después de esas grandes enfermedades y por la paciencia esperaban los alimentos futuros. Jesús no quiere despedirlos en ayunas, no sea que desfallezcan en el camino.
Por tanto corre peligro el que se apresura a llegar a la mansión deseada desprovisto del pan celestial. Por eso el ángel dice a Elías: Levántate y come porque el camino es muy largo para ti (1 R 19,7).” (Comentario sobre el Evangelio de San Mateo Cap15, 32)

…Más aún; como la carne del Señor es verdadera comida y su sangre verdadera bebida, anagógicamente, lo único bueno en la vida presente es esto, a saber: el comer su carne y beber su sangre; no sólo en el misterio (Eucaristía), sino también en la lectura de las Escrituras” (Comentario al Eclesiastés 3, 12)

…Y pensaron que mi yugo ligero era pesado; y bajé a ellos, dejando los reinos de los cielos, para comer con ellos, habiendo tomado la forma de hombre, o les di la comida de mi cuerpo; yo mismo, alimento y convidado… (Comentario a Oseas libro 3, cap., 11, 4)

“La tierra ha dado su fruto” (sal. 66). La tierra, Santa María; de nuestra tierra, de nuestra semilla, de este barro, de este limo, de Adán. Tierra eres y a la tierra irás (Gn 3,19) Esta tierra ha dada su fruto: lo que perdió en el paraíso lo encontró en el Hijo. La tierra ha dado su fruto. Primero dio la flor. Dice el Cantar de los Cantares: Yo, flor del campo y lirio de los valles (Cant 2, 1). Pues esta flor se ha hecho fruto para que nosotros lo comiésemos, para que comiésemos sus carnes. ¿Quieres saber qué es este fruto? Virgen de la Virgen, Señor de la esclava, Dios del hombre, hijo de la Madre, fruto de la tierra. Ve lo que dice el fruto mismo: Si el grano de trigo no cayere en la tierra y muriere, no puede llevar muchos frutos. La tierra ha dado su fruto, dio el grano de trigo; el cual grano cayó en la tierra y murió y por eso siendo uno, resucitó a muchos. Porque cayó el granos de trigo en la tierra y resucitó una mies abundante. La tierra ha dado su fruto. Por eso ¡oh, Dios! Alábenle los pueblos; alábenle los pueblos todos; la tierra ha dado su fruto” (Sobre el salmo 66, 6)

Autor: San Jerónimo (345-419)

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