miércoles, 5 de septiembre de 2012

Orar con 28 escalones





La reliquia más grande, por su tamaño, de la cristiandad, es la Escalera Santa. Se halla dentro del Santuario pontificio construido expresamente para ella frente a la Basílica de san Juan de Letrán. Se trata de la escalera del pretorio de Pilatos, la misma que subió el Señor luego de la flagelación para ser mostrado al pueblo y luego condenado a muerte en cruz. La emperatriz santa Elena, madre del emperador Constantino, hizo que se trasladara desde Jerusalén hasta Roma en el año 335.



Esta escalera sólo puede subirse de rodillas, y mientras se suben los 28 escalones que la componen, puede rezarse la siguiente oración que induce a meditar en la Pasión del Señor. La reproduzco en seguida:
“Inspírame Señor por los méritos de tu Pasión vivos sentimientos de fe, esperanza y caridad. Perdóname mis pecados y yo, en cambio, dispuesto a enmendarme, subiré esta escalera, venerando en ella un recuerdo de tu sacrificio y una prenda de tu misericordia. Amén.
1) Por la angustia que te oprimió al despedirte de tu Madre y de tus discípulos, ten piedad de mí. María, mi tierna Madre, haz que en mí estén de fijo las llagas del crucifijo y que en mi corazón las grabe.
2) Señor, por la mortal congoja que te hizo sudar sangre en el huerto, ten piedad de mí.
3) Señor, por la amargura que significó para ti la traición de Judas, ten piedad de mí.
4) Señor, por la confusión sufrida en las calles de Jerusalén ante los insultos del pueblo, ten piedad de mí.
5) Señor, por la mansedumbre que brilló en ti frente a tus jueces, ten piedad de mí.
6) Señor, por los vilipendios sufridos la noche de tu prisión, ten piedad de mí.
7) Señor, por tus fatigosas subidas y bajadas por esta escalera, ten piedad de mí.
8) Señor, por el silencio con que respondiste a los falsos testigos ante Pilatos, ten piedad de mí.
9) Señor, por la humildad con que aceptaste las burlas y el disfraz de loco ante Herodes, ten piedad de mí.
10) Señor, por la vergüenza que te embargó al ser desnudado y atado a la columna, ten piedad de mí.
11) Señor, por el estrago causado en tu cuerpo por la despiadada flagelación, ten piedad de mí.
12) Señor, por los espasmos agudos que te causó la corona de espinas, ten piedad de mí.
13) Señor, por las humillaciones soportadas al ser cubierto con el manto púrpura, y hecho rey de burlas, ten piedad de mí.
14) Señor, por el dolor que hirió tu alma al ser aclamado reo de muerte por tu pueblo, ten piedad de mí.
15) Señor, por la afrenta que te hicieron al posponerte a Barrabás, ten piedad de mí.
16) Señor, por la resignación con que abrazaste la cruz y te encaminaste al Calvario, ten piedad de mí.
17) Señor, por la aflicción que te agobió en el encuentro con tu Madre, ten piedad de mí.
18) Señor, por tu penoso viaje al Calvario cargando la cruz, ten piedad de mí.
19) Señor, por la desazón que probaste al gustar el vino mezclado con hiel, ten piedad de mí.
20) Señor, por el desgarramiento de tu carne ensangrentada al ser brutalmente desnudado, ten piedad de mí.
21) Señor, por la fortaleza con que te tendiste en la cruz dejándote clavar en ella, ten piedad de mí.
22) Señor, por el infinito amor con que perdonando, rogaste por tus verdugos, ten piedad de mí.
23) Señor, por tu liberalidad en prometer el paraíso al Buen Ladrón y darnos a María por Madre, ten piedad de mí.
24) Señor, por la cruel sed que agravó tu agonía en la cruz, ten piedad de mí.
25) Señor, por el horror experimentado al sentirte abandonado del Padre y maldecido por los hombres, ten piedad de mí.
26) Señor, por el amoroso sacrificio de tu vida para reconciliarme con Dios y salvarme, ten piedad de mí.
27) Señor, por tu costado herido de donde nació la Iglesia, nuestra Madre y Maestra, ten piedad de mí.
28) Señor, por las lágrimas de tu Madre al estrecharte muerto entre sus brazos y depositarte en el sepulcro, ten piedad de mí.
Te adoramos, ¡Oh! Cristo, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo. ¡Oh! Señor, en cuya Pasión, según la profecía de Simeón, una espada de dolor traspasó el alma purísima de tu Madre, haznos alcanzar los frutos de tu Pasión mediante el recuerdo amoroso de tus dolores. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

Autor: Roberto O’Farrill Corona


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