viernes, 24 de mayo de 2013

Todo lo que pertenece a mi Padre es mío




“Todo lo que pertenece a mi Padre es mío”

Tú brillaste, te manifestaste como una luz de gloria
la luz inalcanzable de tu esencia, Salvador,
y tú iluminaste un alma hundida en las tinieblas...
Iluminados por la luz del Espíritu,
los hombres miran al Hijo, ven al Padre
y adoran a la Trinidad de Personas, al Dios único...
Porque el Señor (Cristo) y el Espíritu (2Corintios 3,17),
el Espíritu también es Dios, el Padre del Señor,
seguro que es un solo Espíritu, porque no está dividido.
Aquel que lo posee, posee realmente los tres
pero sin duda...
Porque el Padre existe ¿y cómo será el hijo?
Ya que él fue unigénito por esencia.
Ahí está el hijo ¿y cómo se volverá Espíritu?
El Espíritu es Espíritu - ¿y cómo aparecerá el Padre?

El Padre es Padre, porque produce constantemente...
El Hijo es Hijo porque constantemente es engendrado
y fue engendrado antes de todos los tiempos.
Él surge sin ser cortado de raíz.
Pero a la vez es una parte sin ser separado
y se hace uno con el Padre que está Vivo,
y él mismo es Vida y da la vida a todos (Juan 14,6:10,28).
Todo lo que tiene el Padre, el Hijo también lo tiene.
Todo lo que tiene el Hijo, el Padre también lo tiene.
Vemos que el Padre en todo se parece al Hijo,
solo que uno engendra y el otro es engendrado constantemente...
¿Cómo surge el hijo del Padre? Como la palabra sale del espíritu.
¿Cómo fue separado? Como la voz lo es de la palabra.
¿Cómo tomó un cuerpo? Como la palabra que escribimos...

¿Cómo darle un nombre al Creador de todo?
Nombres, acciones, expresiones,
todo vino al mundo bajo la orden de Dios
porque él le dio nombre a sus obras
y a cada realidad su apelación propia...
Pero su nombre nunca lo hemos conocido
si no que es “Dios inexplicable” como dice la Escritura (Génesis 32,30).
Entonces, si Él es inexplicable, si no tiene nombre,
si es invisible, si es misterioso,
si es inaccesible, solo más allá de toda palabra,
más allá del pensamiento no solamente humano
sino también aquel de los ángeles,
“Envuelto en un manto de oscuridad” (Salmos 17,12).
Todo el resto, aquí abajo pertenece a las tinieblas
pero él mismo, como la luz, está más allá de las tinieblas.

Autor: Simeón el Nuevo Teólogo (c 949-1022), monje griego. Himno 21; SC 174

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