martes, 24 de septiembre de 2013

Nuestra Señora de la Merced


Recordamos hoy a Nuestra Señora de la Merced, patrona de los Mercedarios. Sus miembros estaban dispuestos a perder hasta su vida por la liberación de los esclavos cristianos. Símbolo de ello son las cadenas de esclavo en manos de la Virgen.

Me parece que esta fiesta no es sólo un recuerdo histórico, sino que es actual también para nosotros, hombres y mujeres del siglo veintiuno. Porque la Virgen de la Merced tiene también hoy en día la tarea de liberarnos de la esclavitud, sea esta exterior o interior. Porque sigue habiendo mucha esclavitud y falta de libertad, en sus múltiples formas.
De allí que el anhelo de libertad es muy fuerte en nuestro tiempo, en todos los hombres y pueblos. La libertad es el valor más grande para el hombre moderno.

Pero, ¿en qué consiste la auténtica libertad? La mayoría de los hombres se creen libres, cuando pueden hacer lo que quieren, cuando tienen la posibilidad de satisfacer todos sus instintos. Pero esta libertad es la del animal, no la del hombre, y menos aún la del cristiano.

Jesucristo nos trae una forma nueva y suprema de libertad: la libertad de los hijos de Dios. Esta libertad consiste en ser libre de todo lo contra-divino a fin de ser libre para Dios. Ser libre significa, entonces, haber cortado todas las cadenas que impiden amar, para poder atarse con amor a Dios y a los demás. Libertad de los hijos de Dios es liberación del pecado y del egoísmo para poder amar y entregarse al tú divino y humano.

La Sma. Virgen es el ser humano más libre: libre de toda esclavitud interior, para poder ser “la esclava del Señor”. Ella alcanzó la cumbre de la libertad de los hijos de Dios. Porque Ella se entregó totalmente al plan de amor del Padre, que siempre es un plan liberador.

Gracias a su entrega total, María se convirtió en la gran liberadora de la humanidad: permitió el nacimiento del Señor y la liberación universal por medio de Él. Porque era libre del egoísmo, no le importó la vida de dolor, renuncia y persecución que asumió, al aceptar ser la Madre de Dios.

Nosotros, porque somos Marianos, debemos conquistar nuestra propia libertad. Tenemos que luchar contra nosotros mismos, sobre todo contra nuestro egoísmo, nuestros instintos ciegos, nuestras pasiones no purificadas. No seremos libres, mientras estemos todavía atados - con lazos incontrolados - a una sola cosa o a una sola persona.

Pero al mismo tiempo, como hijos de María, tenemos la misión de ser instrumentos de liberación para los demás. Tenemos que luchar para que los hombres lleguen a ser libres, exterior e interiormente, tal como María fue libre.

En esta doble lucha liberadora - para nosotros mismos y para los demás - la persona de la Virgen se eleva como signo de esperanza y victoria, y como viva protesta contra toda forma de esclavitud.

Queridos hermanos, pidámosle, por eso, a la Virgen de la Merced que Ella nos eduque según su propia imagen del ser libre y disponible para Dios y los demás. Pidámosle que nos haga instrumentos eficaces de la liberación en nuestros hogares, grupos, lugares de trabajo y barrios - para que todos lleguen a ser tan libres como lo fue Ella.

¡Qué así sea! 
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Autor: Padre Nicolás Schwizer. Instituto de los Padres de Schoenstatt

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