miércoles, 27 de noviembre de 2013

Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa





Nuestra Señora de las Gracias.

Apariciones de la Virgen María a Santa Catalina Laboure y la Medalla Milagrosa. París, 1830.


Las apariciones.

El 1830 es un año clave: tiene lugar en París la primera aparición moderna de la Virgen Santísima. Comienza lo que Pío XII llamó la "era de María" una etapa de repetidas visitaciones celestiales. Entre otras: La Salette, Lourdes, Fátima... Y como en su visita a Santa Isabel, siempre viene para traernos gracia, para acercarnos a Jesús, el fruto bendito de su vientre. También para recordarnos el camino de salvación y advertirnos las consecuencias de optar por otros caminos.


Santa Catalina Laboure.

Catalina nació el 2 de mayo de 1806, en Fain-les-Moutiers, Borgoña (Francia.) Entró a la vida religiosa con la Hijas de la Caridad el 22 de enero de 1830 y después de tres meses de postulantado, 21 de abril, fue trasladada al noviciado de París, en la Rue du Bac, 140.


El Corazón de San Vicente.

La novicia estaba presente cuando trasladaron los restos de su fundador, San Vicente de Paul, a la nueva iglesia de los Padres Paules a solo unas cuadras de su noviciado. El brazo derecho del santo fue a la capilla del noviciado. En esta capilla, durante la novena, Catalina vio el corazón de San Vicente en varios colores. De color blanco, significando la unión que debía existir entres las congregaciones fundadas por San Vicente. De color rojo, significando el fervor y la propagación que habían de tener dichas congregaciones. De color rojo oscuro, significando la tristeza por el sufrimiento que ella padecería. Oyó interiormente una voz: "el corazón de San Vicente está profundamente afligido por los males que van a venir sobre Francia." La misma voz añadió un poco mas tarde: "El corazón de San Vicente está mas consolado por haber obtenido de Dios, a través de la intercesión de la Santísima Virgen María, el que ninguna de las dos congregaciones perezca en medio de estas desgracias, sino que Dios hará uso de ellas para reanimar la fe."


Visiones del Señor en la Eucaristía.

Durante los 9 meses de su noviciado en la Rue du Bac, sor Catalina tuvo también la gracia especial de ver todos los días al Señor en el Santísimo Sacramento.

El domingo de la Santísima Trinidad, 6 de junio de 1830, el Señor se mostró durante el evangelio de la misa como un Rey, con una cruz en el pecho. De pronto, los ornamentos reales de Jesús cayeron por tierra, lo mismo que la cruz, como unos despojos desperdiciables. "Inmediatamente -escribió sor Catalina- tuve las ideas mas negras y terribles: que el Rey de la tierra estaba perdido y sería despojado de sus vestiduras reales. Sí, se acercaban cosa malas."


Catalina sueña con ver a la Virgen.

El domingo 18 de Julio 1930, víspera de la fiesta de San Vicente de Paúl, la maestra de novicias les había hablado sobre la devoción a los santos, y en particular a la Reina de todos ellos, María Santísima. Sus palabras, impregnadas de fe y de una ardiente piedad, avivaron en el corazón de Sor Laboure el deseo de ver y de contemplar el rostro de la Santísima Virgen. Como era víspera de San Vicente, les habían distribuido a cada una un pedacito de lienzo de un roquete del santo. Catalina se lo tragó y se durmió pensando que San Vicente, junto con su ángel de la guarda, le obtendrían esa misma noche la gracia de ver a la Virgen como era su deseo. Precisamente, los anteriores favores recibidos en las diversas apariciones de San Vicente a Sor Catalina alimentaban en su corazón una confianza sin limites hacia su bienaventurado padre, y su candor y viva esperanza no la engañaron. "La confianza consigue todo cuanto espera" (San Juan de la Cruz)


El Ángel la despierta.

Todo era silencio en la sala donde dormía Sor Catalina y cerca de las 11:30 PM oyó que por tres veces la llamaban por su nombre. Se despertó y apartando un poco las cortinas de su cama miro del lado que venia la voz y vio entonces un niño vestido de blanco, que parecía tener como cuatro o cinco años, y el cual le dijo: "Levántate pronto y ven a la capilla; la Santísima Virgen te espera."

Sor Catalina vacila; teme ser notada de las otras novicias; pero el niño responde a su preocupación interior y le dice: "No temas; son las 11:30 p.m; todas duermen muy bien. Ven yo te aguardo."

Ella no se detiene ya ni un momento; se viste con presteza y se pone a disposición de su misterioso guía, "que permanecía en pie sin separarse de la columna de su lecho."

Vestida Sor Catalina, el niño comienza a andar, y ella lo sigue marchando a "su lado izquierdo." Por donde quiera que pasaban las luces se encendían. El cuerpo del niño irradiaba vivos resplandores y a su paso todo quedaba iluminado.

Al llegar a la puerta de la capilla la encuentra cerrada; pero el niño toca la puerta con su dedito y aquella se abrió al instante.

Dice Catalina: "Mi sorpresa fue mas completa cuando, al entrar a la capilla, vi encendidas todas las velas y los cirios, lo que me recordaba la Misa de media noche." (todavía ella no ve a la Virgen)

El niño la llevó al presbiterio, junto al sillón destinado al P. Director, donde solía predicar a las Hijas de la Caridad, y allí se puso de rodillas, y el niño permaneció de pie todo el tiempo al lado derecho.

La espera le pareció muy larga, ya que con ansia deseaba ver a la Virgen. Miraba ella con cierta inquietud hacia la tribuna derecha, por si las hermanas de vela, que solían detenerse para hacer un acto e adoración, la veían.

Por fin llego la hora deseada, y el niño le dijo: "Ved aquí a la Virgen, vedla aquí."

Sor Catalina oyó como un rumor, como el roce de un traje de seda, que partía del lado de la tribuna, junto al cuadro de San José. Vio que una señora de extremada belleza, atravesaba majestuosamente el presbiterio, "fue a sentarse en un sillón sobre las gradas del altar mayor, al lado del Evangelio."

Sor Catalina en el fondo de su corazón dudaba si verdaderamente estaba o no en presencia de la Reina de los Cielos, pero el niño le dijo: "Mira a la Virgen."

Le era casi imposible describir lo que experimentaba en aquel instante, lo que paso dentro de ella, y le parecía que no veía a la Santísima Virgen.

Entonces el niño le habló, no como niño, sino como el hombre mas enérgico y palabras muy fuertes: -"¿Por ventura no puede la Reina de los Cielos aparecerse a una pobre criatura mortal en la forma que mas le agrade?"

Entonces, mirando a la Virgen, me puse en un instante a su lado, me arrodille en el presbiterio, con las manos apoyadas en las rodillas de la Santísima Virgen. "Allí pasé los momentos más dulces de mi vida; me sería imposible decir lo que sentí."

Ella me dijo cómo debía portarme con mi director, la manera de comportarme en las penas y acudir (mostrándome con la mano izquierda) a arrojarme al pie del altar y desahogar allí mi corazón, pues allí recibiría todos los consuelos de que tuviera necesidad. Entonces le pregunté que significaban las cosa que yo había visto, y ella me lo explicó todo."


Instrucciones de la Santísima Virgen.

Fueron muchas las confidencias que Sor Catalina recibió de los labios de María Santísima, pero jamas podremos conocerlas todas, porque respecto a algunas de ellas, le fue impuesto el mas absoluto secreto.

La Virgen le dio algunos consejos para su particular provecho espiritual: (La Virgen es Madre y Maestra)

1- Como debía comportarse con su director (humildad profunda y obediencia). Esto a pesar de que su confesor, el padre Juan María Aladel, no creyó sus visiones y le dijo que las olvidara.

2- La manera de comportarse en las penas, (paciencia, mansedumbre, gozo)

3- Acudir siempre (mostrándole con la mano izquierda) a arrojarse al pie del altar y desahogar su corazón, pues allí recibiría todos los consuelos de que tuviese necesidad. (corazón indiviso, no consuelos humanos)

La Virgen también le explicó el significado de todas las apariciones y revelaciones que había tenido de San. Vicente y del Señor.

Luego continuó diciéndole:

Dios quiere confiarte una misión; te costara trabajo, pero lo vencerás pensando que lo haces para la gloria de Dios. Tu conocerás cuán bueno es Dios. Tendrás que sufrir hasta que los digas a tu director. No te faltaran contradicciones; mas te asistirá la gracia; no temas. Háblale a tu director con confianza y sencillez; ten confianza no temas. Veras ciertas cosas; díselas. Recibirás inspiraciones en la oración.

Los tiempos son muy calamitosos. Han de llover desgracias sobre Francia. El trono será derribado. El mundo entero se verá afligido por calamidades de todas clases (al decir esto la Virgen estaba muy triste). Venid a los pies de este altar, donde se prodigaran gracias a todos los que las pidan con fervor; a todos, grandes y pequeños, ricos y pobres.

Deseo derramar gracias sobre tu comunidad; lo deseo ardientemente. Me causa dolor el que haya grandes abusos en la observancia, el que no se cumplan las reglas, el que haya tanta relajación en ambas comunidades a pesar de que hay almas grandes en ellas. Díselo al que esta encargado de ti, aunque no sea el superior. Pronto será puesto al frente de la comunidad. El deberá hacer cuanto pueda para restablecer el vigor de la regla. Cuando esto suceda otra comunidad se unirá a las de ustedes.

Vendrá un momento en que el peligro será grande; se creerá todo perdido; entonces yo estaré contigo, ten confianza. Reconocerás mi visita y la protección de Dios y de San Vicente sobre las dos comunidades.

Mas no será lo mismo en otras comunidades, en ellas habrá víctimas (lágrimas en los ojos.) El clero de París tendrá muchas víctimas. Morirá el señor Arzobispo.

Hija mía, será despreciada la cruz, y el Corazón de mi Hijo será otra vez traspasado; correrá la sangra por las calles ( la Virgen no podía hablar del dolor, las palabras se anudaban en su garganta; semblante pálido.) El mundo entero se entristecerá. Ella piensa: ¿cuando ocurrirá esto? y una voz interior asegura: cuarenta años y diez y después la paz.

La Virgen, después de estar con ella unas dos horas, desaparece de la vista de Sor Catalina como una sombra que se desvanece.

En esta aparición la Virgen:

Le comunica una misión que Dios le quiere confiar.

La prepara con sabios consejos para que hable con sumisión y confianza a su director.

Le anuncia futuros eventos para afianzar la fe de aquellos que pudieran dudar de la aparición.

Le Regala una relación familiar de madre-hija: la ve, se acerca a ella, hablan con familiaridad y sencillez, la toca y la Virgen no solo consiente, sino que se sienta para que Catalina pueda aproximarse hasta el extremo de apoyar sus brazos y manos en las rodillas de la Reina del Cielo.
Todas las profecías se cumplieron:

1-la misión de Dios pronto le fue indicada con la revelación de la medalla milagrosa.

2-una semana después de esta aparición estallaba la revolución. Los revoltosos ocupaban las calles de París, saqueos, asesinatos, y finalmente era destronado Carlos X, sustituido por el "rey ciudadano" Luis Felipe I, gran maestro de la masonería.

3-El P. Aladel (director) es nombrado en 1846 Director de las Hijas de la Caridad, establece la observancia de la regla y hacia la década del 60 otra comunidad femenina se une a las Hijas de la Caridad.

4-En 1870 (a los 40 años) llegó el momento del gran peligro, con los horrores de la Comuna y el fusilamiento del Arzobispo Mons. Darboy y otros muchos sacerdotes.

5- solo queda por cumplir la ultima parte.


Aparición del 27 de noviembre del 1830.

La tarde el 27 de Nov. de 1830, sábado víspera del primer domingo de Adviento, en la capilla, estaba Sor Catalina haciendo su meditación, cuando le pareció oír el roce de un traje de seda que le hace recordar la aparición anterior.

Aparece la Virgen Santísima, vestida de blanco con mangas largas y túnica cerrada hasta el cuello. Cubría su cabeza un velo blanco que sin ocultar su figura caía por ambos lados hasta los pies. Cuando quiso describir su rostro solo acertó a decir que era la Virgen María en su mayor belleza.

Sus pies posaban sobre un globo blanco, del que únicamente se veía la parte superior, y aplastaban una serpiente verde con pintas amarillas. Sus manos elevadas a la altura del corazón sostenían otro globo pequeño de oro, coronado por una crucecita.

La Stma. Virgen mantenía una actitud suplicante, como ofreciendo el globo. A veces miraba al cielo y a veces a la tierra. De pronto sus dedos se llenaron de anillos adornados con piedras preciosas que brillaban y derramaban su luz en todas direcciones, circundándola en este momento de tal claridad, que no era posible verla.

Tenia tres anillos en cada dedo; el mas grueso junto a la mano; uno de tamaño mediano en el medio, y no mas pequeño, en la extremidad. De las piedras preciosas de los anillos salían los rayos, que se alargaban hacia abajo; llenaban toda la parte baja.

Mientras Sor Catalina contemplaba a la Virgen, ella la miró y dijo a su corazón:

Este globo que ves (a los pies de la Virgen) representa al mundo entero, especialmente Francia y a cada alma en particular. Estos rayos simbolizan las gracias que yo derramo sobre los que las piden. Las perlas que no emiten rayos son las gracias de las almas que no piden.

Con estas palabras La Virgen se da a conocer como la mediadora de las gracias que nos vienen de Jesucristo.

El globo de oro (la riqueza de gracias) se desvaneció de entre las manos de la Virgen. Sus brazos se extendieron abiertos, mientras los rayos de luz seguían cayendo sobre el globo blanco de sus pies.


La Medalla Milagrosa.

En este momento se apareció una forma ovalada en torno a la Virgen y en el borde interior apareció escrita la siguiente invocación: "María sin pecado concebida, ruega por nosotros, que acudimos a ti."

Estas palabras formaban un semicírculo que comenzaba a la altura de la mano derecha, pasaba por encima de la cabeza de la Santísima Virgen, terminando a la altura de la mano izquierda.

Oyó de nuevo la voz en su interior: "Haz que se acuñe una medalla según este modelo. Todos cuantos la lleven puesta recibirán grandes gracias. Las gracias serán mas abundantes para los que la lleven con confianza."

La aparición, entonces, dio media vuelta y quedo formado en el mismo lugar el reverso de la medalla.

En el aparecía una M, sobre la cual había una cruz descansando sobre una barra, la cual atravesaba la letra hasta un tercio de su altura, y debajo los corazones de Jesús y de María, de los cuales el primero estaba circundado de una corona de espinas, y el segundo traspasado por una espada. En torno había doce estrellas.

La misma aparición se repitió, con las mismas circunstancias, hacia el fin de diciembre de 1830 y a principios de enero de 1831. La Virgen dijo a Catalina: "En adelante, ya no veras, hija mía; pero oirás mi voz en la oración."

Un día que Sor Catalina estaba inquieta por no saber que inscripción poner en el reverso de la medalla, durante la oración, la Virgen le dijo: "La M y los dos corazones son bastante elocuentes."


Símbolos de la Medalla y mensaje espiritual:

En el Anverso:

-María aplastando la cabeza de la serpiente que esta sobre el mundo. Ella, la Inmaculada, tiene todo poder en virtud de su gracia para triunfar sobre Satanás.

-El color de su vestuario y las doce estrellas sobre su cabeza: la mujer del Apocalipsis, vestida del sol.

-Sus manos extendidas, transmitiendo rayos de gracia, señal de su misión de madre y mediadora de las gracias que derrama sobre el mundo y a quienes pidan.

-Jaculatoria: dogma de la Inmaculada Concepción (antes de la definición dogmática de 1854). Misión de intercesión, confiar y recurrir a la Madre.

-El globo bajo sus pies: Reina del cielos y tierra.

-El globo en sus manos: el mundo ofrecido a Jesús por sus manos.

En el reverso:

-La cruz: el misterio de redención- precio que pagó Cristo. obediencia, sacrificio, entrega

-La M: símbolo de María y de su maternidad espiritual.

-La barra: es una letra del alfabeto griego "yota" o I, que es monograma del nombre, Jesús.

Agrupados ellos: La Madre de Jesucristo Crucificado, el Salvador.

-Las doce estrellas: signo de la Iglesia que Cristo funda sobre los apóstoles y que nace en el Calvario de su corazón traspasado.

-Los dos corazones: la corredención. Unidad indisoluble. Futura devoción a los dos y su reinado.

Nombre:

La Medalla se llamaba originalmente: "de la Inmaculada Concepción" pero al expandirse la devoción y haber tantos milagros concedidos a través de ella, se le llamó popularmente "La Medalla Milagrosa."


Conversión de Ratisbone:

Alfonso Ratisbone era abogado y banquero, judío, de 27 años. Tenía gran odio hacia los católicos porque su hermano Teodoro se había convertido y ordenado sacerdote, tenía como insignia la medalla milagrosa y luchaba por la conversión de los judíos.

Alfonso pensaba casarse poco después con una hija de su hermano mayor, Flora, diez años menor que el, cuando en enero de 1842, haciendo un viaje de turismo a Nápoles y Malta, por una equivocación de trenes llego a Roma. Aquí se creyó en la obligación de visitar a un amigo de la familia, el barón Teodoro de Bussiere, protestante convertido al catolicismo.

El barón le recibió con toda cordialidad y se ofreció a enseñarle Roma. En una reunión donde Ratisbone hablaba horrores de los católicos, este barón lo escuchó con mucha paciencia y al final le dijo: "Ya que usted está tan seguro de si, prométame llevar consigo lo que le voy a dar-¿Que cosa? Esta medalla. Alfonso la rechazó indignado y el barón replicó: "Según sus ideas, el aceptarla le debía dejar a usted indiferente. En cambio a mi me causaría satisfacción." Se echó a reír y se la puso comentando que él no era terco y que era un episodio divertido. El barón se la puso al cuello y le hizo rezar el Memorare.

El barón pidió oraciones a varias personas entre ellas al conde La Ferronays quien le dijo: "si le ha puesto la medalla milagrosa y le ha hecho rezar el Memorare, seguro que se convierte." El conde murió de repente dos días después. Se supo que durante esos dos días había ido a la basílica de Sta. María la Mayor a rezar cien Memorares por la conversión de Ratisbone.

Por la Plaza España se encuentra el barón con Ratisbone en su último día en Roma y este le invita a pasear. Pero antes tenía que pasar por la Iglesia de San Andrés a arreglar lo del funeral del conde. Ratisbone le acompaña a la Iglesia. He aquí su testimonio de lo que entonces sucedió: "a los pocos momentos de encontrarme en la Iglesia, me sentí dominado por una turbación inexplicable. Levanté los ojos y me pareció que todo el edificio desaparecía de mi vista. Una de las capillas (la de San Miguel) había concentrado toda la luz, y en medio de aquel esplendor apareció sobre el altar, radiante y llena de majestad y de dulzura, la Virgen Santísima tal y como esta grabada en la medalla. Una fuerza irresistible me impulsó hacia la capilla. Entonces la Virgen me hizo una seña con la mano como indicándome que me arrodillara... La Virgen no me habló pero lo he comprendido todo."

El barón lo encuentra de rodillas, llorando y rezando con las manos juntas, besando la medalla. Poco tiempo mas tarde es bautizado en la Iglesia del Gesu en Roma. Por orden del Papa, se inicia un proceso canónico, y fue declarado "verdadero milagro."

Alfonso Ratisbone entró en la Compañía de Jesús. Ordenado sacerdote, fue destinado a París donde estuvo ayudando a su hermano Teodoro en los catecumenados para la conversión de los judíos.

Después de haber sido por 10 años Jesuita, con permiso sale de la orden y funda en 1848, las religiosas y las misiones de Ntra. Sra. de Sión. En solo los diez primeros años Ratisbone consiguió la conversión de 200 judíos y 32 protestantes. Trabajó lo indecible en Tierra Santa, logrando comprar el antiguo pretorio de Pilato, que convirtió en convento e Iglesia de las religiosas. También consiguió que estas religiosas fundasen un hospicio en Ain-Karim, donde murió santamente en 1884 a los 70 años.


Autor: Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y María. | Fuente: Corazones.org

sábado, 23 de noviembre de 2013

Nuestro rey sirve a los pequeños





 El paraíso, cerrado durante miles de años, ha sido abierto por la cruz “hoy”. Porque hoy Dios ha introducido en el paraíso al buen ladrón. Se realizan dos milagros: abre el paraíso para que entre un ladrón. Hoy, Dios nos ha devuelto a nuestra vieja patria, hoy nos ha reunido en la ciudad de nuestro origen, hoy ha abierto su casa a la humanidad entera. “Hoy estarás conmigo en el paraíso.” (Lc 23,43) ¿Qué dices, Señor, aquí? Estás crucificado, clavado ¿y prometes el paraíso?—Sí, para que aprendas cuál es mi poder en la cruz...

    Porque no fue resucitando a un muerto, dominando la tempestad del mar, echando demonios, sino crucificado, clavado, cubierto de salivazos e insultos, burlado y ultrajado que ha podido cambiar la situación espiritual del ladrón, para que veas los dos aspectos de su poder. Hizo estremecer a toda la creación, hendió las rocas y atrajo hacia si al ladrón, más duro que una piedra...

    Seguro que ningún rey no permitiría nunca que un ladrón u otro malhechor se siente con él a la hora de la solemne entrada en una ciudad. Pero Cristo lo ha hecho: cuando entra en su santa morada lleva consigo al ladrón. Actuando así no menosprecia el paraíso, no lo deshonra por la presencia de un ladrón. Bien al contrario, honra el paraíso, porque es una gloria para el paraíso tener un amo que pueda convertir a un ladrón en un ser digno de gustar sus delicias. Lo mismo cuando conduce al reino de los cielos a los publicanos y prostitutas, no es un desprecio sino un honor, ya que muestra que el amo del reino de los cielos, es poderoso como para hacer dignos de tales dones y honores a los publicanos y prostitutas.


San Juan Crisóstomo (c. 345- 407), sacerdote en Antioquia después obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia. Homilía 1ª sobre la cruz y el buen ladrón, para el viernes santo, 2; PG 49, 401

domingo, 17 de noviembre de 2013

¡Yo creo en ti!



¡Yo creo en ti! ¡Jamás te abandonaré! Menos aún lo haría tu Padre, quien siempre está a tu disposición para ayudarte a transformar las grandes preocupaciones en tus mayores bienes. Ahora dispones de una prueba más de nuestro amor por ti.

¿Para qué perderte en la desesperanza? Ya que, si has recibido amor, tienes amor dentro de ti. Y teniendo amor lo puedes entregar. Y si lo puedes dar, entonces la felicidad está al alcance de tus manos; la tienes a tu lado, y también dentro de ti.


Autor: Eduardo Armstrong

sábado, 16 de noviembre de 2013

¿Cuándo tendrá lugar esto, y cuál será la señal de que va a suceder?



Incansablemente doy gracias a mi Dios, que me conservó fiel el día de la tentación, de modo que hoy con confianza le ofrezco en sacrificio, como hostia viviente, mi alma a Cristo mi Señor, quien me protegió de todas mis angustias. Por eso puedo decir: ¿Quién soy yo, Señor ?...  ¿De dónde a mí esta sabiduría, que no estaba en mí, que ni el número de los días sabía, ni conocía a Dios? ¿De dónde me vino luego este don tan grande y tan salvador de conocer a Dios y amarlo, hasta dejar mi patria y a mis parientes… de modo que vine a los gentiles irlandeses a predicar el Evangelio y a sufrir los insultos de los incrédulos… y a sufrir muchas persecuciones hasta las cadenas y a dar mi libertad para utilidad de otros?

    y, si llego a ser digno, estoy pronto incluso a dar mi vida, sin vacilación y con  agrado, por su nombre; y deseo dedicársela hasta la muerte, si Dios me lo concede.
Y estoy muy en deuda con Dios, que me dio una gracia tan grande; a saber, que por mí, muchos pueblos renacieran en Dios y luego fueran confirmados; me concedió también que pudiera ordenar por todas partes, ministros para este pueblo que ha recibido recientemente la fe, este pueblo que el Señor adquirió de los extremos de la tierra como antes había prometido por sus profetas: “Vendrán a ti pueblos de los extremos de la tierra…;y de nuevo: te puse como luz entre los pueblos, para que seas salvación hasta el confín de la tierra”.

(Referencias Bíblicas : Sal. 94,9; Rm 12,1; 2S 7,18; Mt 13,54; Sal. 38,5; 2Tm 2,9; Lc 1,70; Jr 16,19; Is 49,6; Hch. 13,47)


San Patricio (c. 385-c. 461), monje misionero, obispo. Confesión, 34-38 ; SC 249

viernes, 8 de noviembre de 2013

Nuestro padre es Dios de VIDA






El fundamento de nuestra condición presente, es Adán; pero para nuestra vida futura, es Cristo, nuestro Señor. Lo mismo que Adán fue el primer hombre mortal y que más tarde todos somos mortales a causa de él, así Cristo es el primero que ha resucitado de entre los muertos, y les dio el germen de la resurrección a los que vendrán después de él. Venimos a esta vida visible por el nacimiento corporal, y por eso somos totalmente perecederos; pero en la vida futura, seremos transformados por la fuerza del Espíritu Santo, y por eso resucitaremos imperecederos.
   
    Esto se realizará sólo cuando este germen de vida se abra, pero desde ahora, Cristo nuestro Señor quiso transportarnos allí de manera simbólica otorgándonos el bautismo, este nuevo nacimiento en sí mismo. Este nacimiento espiritual ya es la prefiguración de la resurrección y de la regeneración que se realizará plenamente en nosotros cuando pasemos a la otra vida. Por eso el bautismo es llamado también regeneración…

    Cuando el apóstol Pablo habla de la vida futura, quiere tranquilizar a sus auditores con estas palabras: "no sólo la creación, sino que nosotros también que recibimos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior, esperando la redención de nuestro cuerpo" (Rm 8,23). Porque si recibimos desde ahora las primicias de la gracia, esperamos recibirlas en plenitud cuando nos sea dada la felicidad de la resurrección.


Autor: Teodoro de Mopsuestia (?-428), obispo y teólogo. Comentario sobre el evangelio de Juan, libro II; CSCO 116, p. 55-56

martes, 5 de noviembre de 2013

La hora de la prueba




El avión que nos transporta por el cielo, la nave que nos lleva por el mar, el coche en la carretera, alguna vez, atraviesa por en medio de la borrasca. Nadie se extraña.

También en el camino del alma. “Muchas son las olas, el pavoroso huracán arrecia”. (San Juan Crisóstomo) Quizás también en nuestra mente están previstas estas contradicciones, pero, cuando llegan, nos encuentran impreparados. Nos sorprenden.

¡Misterio el dolor humano! Claro cuando lo vemos en otros, ciertamente incomprensibles cuando se adentra por nuestros pasillos.....

¿Qué haré en la hora de la prueba” ¿Cómo resolver mi incertidumbre? ¿Cómo hacer luz en la oscuridad y paz en la terrible angustia? ¿Cómo abrazarme a la doliente “voluntad de Dios” y “ofrecerme”?

El momento del dolor es una experiencia cumbre en la vida del hombre. Sus efectos le revelan lo más profundo de sí mismo, el alma parece poder tocarse con la mano; allí aparece más desgarradora que nunca la soledad fundamental de la persona, la sensación de su completa impotencia ante las cosas.

Es imposible enumerar todas las futuras experiencias dolorosas de la vida, porque imposible es enumerar sus posibles tragedias. Pero sea grande o sea pequeña en sí misma la cruz que nos toca llevar, es cierto, siempre, que en cada caso hiere terriblemente las espaldas.

Cuando alguien me lo ha preguntado, le he respondido fácilmente. Le he dicho: “¡Ten confianza en Dios!” Ahora que a mí me sucede: ¡qué poco me dice esto!

Sin embargo, eso es exactamente lo que necesito: echar a andar los recursos de mi fe cristiana. “Efectivamente, el dolor y la muerte pesan sobre el espíritu humano y son un enigma para aquellos que no creen en Dios. Pero en la fe nosotros sabemos que serán superados, que han sido vencidos en la muerte y resurrección de Jesucristo nuestro Redentor”. (Juan Pablo II, Paquistán)

Y si recurro al Evangelio, seguiré encontrando respuestas de fe: “El Padre poda la rama vigorosa para que dé aún más fruto” (Jn 15, 2-3); “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo, pero si muere, da mucho fruto” (Jn 12, 24), etc. Él me hará ver cómo Cristo camina la senda dolorosa del Calvario como necesario tránsito hacia la gloria de la resurrección. “En el plano divino todo dolor es dolor de parto; él contribuye al nacimiento de una nueva humanidad” (Juan Pablo II, abril de 1983). Por todo ello, comprenderé que no nos es dado poseer un don más grande que el dolor, la cruz y la humillación.... pero ahora, en medio de mi tragedia, todo esto me sabe a muy poco, apenas me mueve. ¿Por qué será así?

Mi fe no me arrastra a la esperanza, porque es una débil fe. No es como la de Job, que dice clamando: ¡”Yo sé que mi Señor vive”! (Job 19, 25)....... “Yo sé” es una convicción, no un sentimiento. Es una certeza, no una idea.

“Yo sé” dice San Pablo, al final de su carrera, mientras yace en la cárcel. “Yo sé a quién me he confiado y estoy seguro de que puede guardar mi depósito para aquél día” (2 Tim 1, 12).

“Yo sé” es mucho más que saber, es un haber vivido la experiencia, y haberla profundizado.

Y aquí, en la experiencia dela fe y de las certezas que ello comunica, cada uno de nosotros es diferente; Dios es totalmente una historia personal, y por eso mismo ante las pruebas reaccionamos con diversas reflexiones o motivaciones adecuadas a nuestras propias circunstancias. La verdad es que la fe es tan rica como Dios mismo y tiene para cada uno el resplandor adecuado: toda persona, toda situación humana es iluminada espléndidamente por ella.

En este caso, ha bastado este reflejo: “Sé que me has elegido” para que el panorama todo quede interpretado, quede construido en la paz.

La sensación de mi impotencia radical ha encontrado una respuesta en la fe: admito que no soy nada y que soy débil, pero sólo cuando me falta Dios. ¡Pero “con Él” lo puedo TODO!, porque consigo hacer mía la potencia misma de Dios: lo he vivido anteriormente, en otras ocasiones, ¡y hoy no debo olvidarlo!, sino actualizarlo.

La fe de que Él está conmigo, de que Él no nos ha abandonado – “He aquí que yo estoy con vosotros hasta el final de los tiempos” (Mt 28, 20)- va haciendo renacer las fuerzas, las energías morales del espíritu. “Sé, Señor, que habiéndome elegido” significa que voy aprendiendo a ver lo que me sucede como “un algo elegido” por Dios, y no obra de la casualidad y la fatalidad; como algo salido de sus manos por elección precisa y clara. Y si viene de las manos de Dios ¿por qué me angustio? “Habiéndome elegido – Tú serás siempre mi fortaleza” indica que, si Él elige, el se compromete con el elegido; no le cargará la cruz y se irá, sino que compartirá el peso y dará Su fuerza.

Respuestas de fe ...... para todas las medidas .... Pero hoy, además, algo muy importante, algo común a cada caso: lo importante no es conocer, sino saber: ¡Creer como si se tuviera una evidencia! Y entonces sí se está preparado para el “ofrecimiento”.


Autor: P. Cristóforo Fernández | Fuente: Catholic.net