martes, 9 de diciembre de 2014

Examen de conciencia





El examen de conciencia consiste en recuperar cómo me fue en el día. No es un momento para juzgar mis actos, sino para tomar conciencia de ellos. El examen puede hacerse mentalmente, pero mucho ayuda hacerlo por escrito. Se recomienda hacerse diario, o por lo menos una vez a la semana, al final de la noche. Los pasos para realizar el examen de conciencia, recomendados por San Ignacio, son los siguientes:

a) Pedir luz y gracia para descubrir a Dios en lo vivido
Sereno mi corazón para compartir lo vivido con un Amigo muy especial. Pido luz para conocer las señales y la acción de Dios en este día. Recuerdo que Jesús dejó su Espíritu para llevar a la creación a su plenitud, y restaurarla al modo del Creador.

b) Agradecer los dones del día
Hago un repaso de lo vivido en el día: actividades, experiencias, encuentros, trabajos, etc. Le doy gracias por todo lo vivido y pienso en qué momentos sentí una mayor cercanía con Jesús. Por lo experimentado internamente es como me puedo dar cuenta de esta cercanía: esperanza, entrega, gratitud, servicio, libertad, etc. Estos movimientos internos vienen acompañados de invitaciones, trata de ubicarlas y agradecerlas.

c) Reconocer fallas (lo que sentí, lo que hice, lo que pensé)
Pienso en los descuidos que no permitieron obtener mayores frutos en el día. Reconozco si hubo alguna insensibilidad ante las necesidades que encontré en el camino. Asumo las fallas en la construcción de la fraternidad y la justicia con los hermanos.

d) Si hubo fallas graves, hacer una oración de perdón
Pido perdón a quienes hoy ofendí. Doy mi perdón a quienes me lastimaron. Me doy a mí mismo el perdón que Jesús me regala.

e) Hacer un propósito para cumplir con su gracia
Si hubo falla grave, veo la manera de corregirla para el día de mañana. Renuevo mi amistad y mi deseo de amar y servir: “Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo”. Le pido la bendición a María.



lunes, 8 de diciembre de 2014

¿Cómo nació la fiesta de la Inmaculada Concepción?



En la Constitución Ineffabilis Deus de 8 de Diciembre de 1854, Pío IX pronunció y definió que la Santísima Virgen María "en el primer instante de su concepción, por singular privilegio y gracia concedidos por Dios, en vista de los méritos de Jesucristo, el Salvador del linaje humano, fue preservada de toda mancha de pecado original". De esta manera proclamaba como dogma de fe de forma definitiva lo que la tradición popular había sostenido desde los comienzos de la Iglesia. 



1. La Sagrada Escritura En la Sagrada Escritura encontramos algunas referencias (aunque no directas) a la Virgen. El primer pasaje escriturístico que contiene la promesa de la redención menciona también a la Madre del Redentor: “Yo pondré enemistad entre ti y la mujer y su estirpe; ella aplastará tu cabeza cuando tú aceches para morderle su talón” (Génesis 3:15).

Por otra parte en el evangelio de san Lucas, el saludo del ángel Gabriel (Cfr. Lucas 1:28) “Dios te salve, llena de gracia”, chaire kecharitomene, indica una alabanza a la abundancia de gracia, un sobrenatural estado del alma agradable a Dios, que encuentra explicación sólo en la Inmaculada Concepción de María.

También se han visto referencias a la Virgen María en el libro de los Proverbios, el Eclesiático y el Cantar de los Cantares (Cfr. Cant. 4:7).


2. Los Padres de la Iglesia Respecto de la impecabilidad de María, los antiguos Padres son muy cautelosos, aunque insisten en dos puntos sobre todo: laabsoluta pureza de María y su posición como segunda Eva (Cfr. 1 Cor 15:22).

Esta celebrada comparación entre Eva, por algún tiempo inmaculada e incorrupta -no sujeta al pecado original- y la Santísima Virgen es desarrollada por varios Padres de la Iglesia: san Justino, san Ireneo de Lyon, Tertuliano, San Cirilo de Jerusalén y Sedulio entre otros. Los escritos patrísticos sobre la absoluta pureza de María son muy abundantes:


Orígenes la llama "digna de Dios, inmaculada del inmaculado, la más completa santidad, perfecta justicia, ni engañada por la persuasión de la serpiente, ni infectada con su venenoso aliento.

San Ambrosio dice que "es incorrupta, una virgen inmune por la gracia de toda mancha de pecado".

San Agustín declara que todos los justos han conocido verdaderamente el pecado "excepto la Santa Virgen María, de quien, por el honor del Señor, yo no pondría en cuestión nada en lo que concierne al pecado".

Los Padres sirios nunca se cansaron de ensalzar la impecabilidad de María. San Efrén describe la excelencia de la gracia y santidad de María: "La Santísima Señora, Madre de Dios, la única pura en alma y cuerpo, la única que excede toda perfección de pureza, única morada de todas las gracias del más Santo Espíritu [..], mi Señora santísima, purísima, sin corrupción, la solamente inmaculada".




3. El origen de la fiesta La antigua fiesta de la Concepción de María (Concepción de Santa Ana), que tuvo su origen en los monasterios de Palestina a final del siglo VII, y la moderna fiesta de la Inmaculada Concepción no son idénticas en su origen, aunque la fiesta de la Concepción de Santa Ana se convirtió con el paso del tiempo en la de la Inmaculada Concepción. Para determinar el origen de esta fiesta debemos tener en cuenta los documentos genuinos que poseemos. El más antiguo es elcanon de la fiesta, compuesto por san Andrés de Creta, quien escribió su himno litúrgico en la segunda mitad del siglo VII.


En la Iglesia oriental la solemnidad emergió de comunidades monásticas, entró en las catedrales, fue glorificada por los predicadores y poetas, y eventualmente fue fijada fiesta en el calendario de Basilio II, con la aprobación de la Iglesia y del Estado.

En la Iglesia occidental la fiesta aparece cuando en el oriente su desarrollo se había detenido. El tímido comienzo de la nueva fiesta en algunos monasterios anglosajones en el siglo XI, en parte ahogada por la conquista de los normandos, vino seguido de su recepción en algunos cabildos y diócesis del clero anglo-normando.


El definitivo y fiable conocimiento de la fiesta en Occidente vino desde Inglaterra; se encuentra en el calendario de Old Minster, Winchester, datado hacia el año 1030, y en otro calendario de New Minster, Winchester, escrito entre 1035 y 1056. Esto demuestra que la fiesta era reconocida por la autoridad y observada por los monjes sajones con considerable solemnidad. Después de la invasión normanda en 1066, el recién llegado clero normando abolió la fiesta en algunos monasterios de Inglaterra donde había sido establecida por los monjes anglosajones. Pero hacia fines del siglo XI, a través de los esfuerzos de Anselmo el Joven, fue retomada en numerosos establecimientos anglo-normandos.

Durante la Edad Media la fiesta de la Concepción de María fue comúnmente llamada la Fiesta de la nación normanda, lo cual manifiesta que era celebrada en Normandía con gran esplendor y que se extendió por toda la Europa occidental. Por un Decreto de 28 de Febrero de 1476, Sixto IV adoptó por fin la fiesta para toda la Iglesia latina y otorgó una indulgencia a todos cuantos asistieran a los Oficios Divinos de la solemnidad.


Para poner fin a toda ulterior cavilación, Alejandro VII promulgó el 8 de Diciembre de 1661 la famosa constitución Sollicitudo omnium Ecclesiarum en la que declaró que la inmunidad de María del pecado original en el primer momento de la creación de su alma y su infusión en el cuerpo eran objeto de fe. Desde el tiempo de Alejandro VII hasta antes de la definición final, no hubo dudas por parte de los teólogos de que el privilegio estaba entre las verdades reveladas por Dios. Finalmente Pío IX, rodeado por una espléndida multitud de cardenales y obispos, promulgó el dogma el 8 de Diciembre de 1854.


Autor: Pbro. Cristian Hernan Andrade

sábado, 6 de diciembre de 2014

El misterio de Adviento




“El misterio de Adviento es un misterio de vaciamiento, de pobreza, de limitación. Debe ser así. De otro modo no podría ser un misterio de esperanza. El misterio de Adviento es un misterio de comienzo: pero también es el misterio de un fin. La plenitud del tiempo es el final de todo lo que todavía estaba incompleto, todo lo que todavía era parcial. Es el cumplimiento en unidad de todo lo que era fragmentario.

El misterio de Adviento en nuestras vidas es el comienzo del fin de todo lo que en nosotros no es todavía Cristo. Es el comienzo del fin de la irrealidad”.

“Adviento, para nosotros, significa aceptación de ese comienzo totalmente nuevo. Significa una disposición para hacer que la eternidad y el tiempo se encuentren no sólo en Cristo sino en nosotros, en el Hombre, en nuestra vida, en nuestro mundo, en nuestro tiempo. Si hemos de entrar en el comienzo de lo nuevo, debemos aceptar la muerte de lo viejo. El comienzo, pues, es el fin. Hemos de aceptar el fin, antes de poder empezar. O más bien, para ser más fieles a la complejidad de la vida, hemos de aceptar el final en el comienzo, ambos juntos".

Autor: Thomas Merton

viernes, 5 de diciembre de 2014

Adviento


Introducción
Adviento es el tiempo litúrgico de preparación para la Navidad. Sus orígenes son muy inciertos. Según algunos autores, parece que el Adviento en la liturgia romana se remonta al siglo IV, aunque según nuestra opinión , esto es muy poco probable. En otros lugares, como en España, parece que estaba unido a la preparación de los catecúmenos que habían de recibir el Bautismo en la solemnidad de la Epifanía.
En el siglo V hallamos las oraciones preparatorias para la fiesta de Navidad en el Rótulus de Rávena, que, se cree estuvo inspirado en los escritos de San Pedro Crisólogo. Es dato cierto que en el siglo VI el Adviento tenía la misma estructura que la nuestra actual, con cuatro semanas antes de Navidad, aunque la cuarta es incompleta según los años. Los días del 17 al 24 se celebran con especialísima importancia; el día 17 comienzan en Vísperas, como antífonas para el Magníficat, las llamadas «antífonas mayores» o «antífonas ¡O!», pues todas comienzan por esa exclamación latina. Tendremos ocasión de exponerlo en esos días.


Tres grandes figuras destacan en el Adviento: el profeta Isaías, San Juan Bautista y la Virgen María.
El Adviento encierra un rico contenido teológico y considera el misterio de la venida del Mesías y de su infancia. Más tarde se ha añadido el Bautismo de Cristo, como conclusión del Tiempo de Navidad. Tiene también el Adviento un gran sentido escatológico. De la espera de la primera venida del Señor se va a la espera de su segunda venida al fin de los tiempos. Los textos litúrgicos hacen alusión a las dos venidas.
San Bernardo habla de un Adviento triple. Entre la venida de Cristo en la encarnación, y su venida para el juicio final, se da ahora su venida al cristiano por la inhabitación. Este adviento presente «es oculto y espiritual, y de él habla el Señor cuando dice: “si alguno me ama, guardará mi palabra, mi Padre le amará, vendremos a él y en él haremos morada” (Jn 14,23) (Sermón Adviento III,4). «Esfuércese [el hombre] al menos... levantándose algo en obsequio del Señor que viene. No tendrás que atravesar mares o penetrar las nubes... Pero dentro de ti mismo habrás de salir al encuentro del Señor con la compunción del corazón y la confesión de tu boca, para que al menos salgas del muladar de tu miserable conciencia, pues no sería digno que allí entrara el Autor de la pureza» (Sermón Adviento I,10).



Con la liturgia de Adviento la comunidad cristiana está llamada a acentuar determinadas actitudes esenciales a la expresión evangélica de la vida: la vigilante y gozosa espera, la esperanza y la conversión.
Es lamentable que la sociedad de consumo intente con sus propagandas en estos días eclipsar el verdadero espíritu litúrgico del Adviento. Que el gozo espiritual se manifieste también en cosas externas y materiales no está reñido con el sentido litúrgico de este tiempo; pero sí lo está con el desbordamiento que esto tiene en nuestros días. Ya el mismo San Bernardo se lamentaba de las celebraciones mundanas del adviento:

«Los mundanos, aunque también celebran este recuerdo [de la venida de Cristo], no se conmueven con él interiormente. Y lo que todavía es peor, el mismo recuerdo de esta inestimable dignación de Dios se vuelve para ellos ocasión de delicias carnales, pues estos días los verás preparar con toda solicitud el lujo de los vestidos y de los alimentos, como si Cristo en su nacimiento pidiera semejantes cosas... Oye lo que Él mismo te dice: “¿para qué preparas con tantas ansias vestidos para mi nacimiento? Detesto la soberbia, no la amo. ¿A qué fin viene que procures con tanto cuidado las opíparas mesas de este tiempo? No me agradan las delicias del cuerpo, no las apruebo... No me reverencias sino con tu vientre”» (Sermón Adviento I,10).


En este Adviento preparemos, pues, ante todo nuestros corazones para recibir al Señor, que quiere venir a nosotros y entrar más adentro de nuestras vidas. Limpiemos la casa de nuestra conciencia con el sacramento de la penitencia. Acrecentemos estas semanas la oración, la limosna, las buenas obras y sobre todo el deseo del Salvador, que ya viene, y que nos trae nuevas luces y gracias.

jueves, 4 de diciembre de 2014

Carta de Jesús para ti: Desde mi cruz a tu soledad



Carta de Jesús para ti:

Desde mi cruz a tu soledad A tí, que no siempre crees que estoy contigo, que me buscas sin hallarme y a veces pierdes la fe en encontrarme Oleada Joven Escribo desde mi cruz a tu soledad, a tí, que tantas veces me miraste sin verme y me oíste sin escucharme. A tí, que tantas veces prometiste seguirme de cerca y sin saber por qué te distanciaste de las huellas que dejé en el mundo para que no te perdieras. A tí, que no siempre crees que estoy contigo, que me buscas sin hallarme y a veces pierdes la fe en encontrarme; a tí, que a veces piensas que soy un recuerdo y no comprendes que estoy vivo. Yo soy el principio y el fin, soy el camino para no desviarte, la verdad para que no te equivoques y la vida para no morir. Mi tema preferido es el amor, que fue mi razón para vivir y para morir. Yo fui libre hasta el fin, tuve un ideal claro y lo defendí con mi sangre para salvarte. Fui maestro y servidor, soy sensible a la amistad y hace tiempo que espero que me regales la tuya. Nadie como yo conoce tu alma, tus pensamientos, tu proceder, y sé muy bien lo que vales. Sé que quizás tu vida te parezca pobre a los ojos del mundo, pero Yo sé que tienes mucho para dar, y estoy seguro que dentro de tu corazón hay un tesoro escondido; conócete a tí mismo y me harás un lugar a mí. ¡Si supieras cuánto hace que golpeo las puertas de tu corazón y no recibo respuesta! A veces también me duele que me ignores y me condenes como Pilatos, otras, que me niegues como Pedro y que otras tantas me traiciones como Judas. Hoy te pido que te unas a mi dolor, que lleves tu pequeña cruz junto a la mía, te pido paciencia y perdón para tus enemigos, amor para tu pareja, responsabilidad para con tus hijos, tolerancia para los ancianos, comprensión para todos tus hermanos, compasión para el que sufre, servicio para todos, así lo he vivido Yo, y así te lo he enseñado. Quisiera no volver a verte egoísta, orgulloso, rebelde, disconforme, pesimista. Desearía que tu vida fuera alegre, siempre joven y cristiana. Cada vez que aflojes, búscame y me encontrarás; cada vez que te sientas cansado, háblame, cuéntame. Cada vez que creas que no sirves para nada, no te deprimas, no te creas poca cosa, no olvides que yo necesité de un asno para entrar en Jerusalén y necesito de tu pequeñez para entrar en el alma de tu prójimo. Cada vez que te sientas solo en el camino, no olvides que estoy contigo. No te canses de pedirme, que yo no me cansaré de darte, no te canses de seguirme, que yo no me cansaré de acompañarte, nunca te dejaré solo.

Artículo originalmente publicado por Oleada Joven

miércoles, 3 de diciembre de 2014

Siempre




Comulgen siempre que les sea posible; visiten con frecuencia a Cristo, el verdadero Amigo y fiel confidente que les espera en el Sagrario de día y de noche. No dejen pasar, por pereza o por abandono, esas ocasiones maravillosas de encontrarse con Cristo

Regnum Christi: Cristo al centro, n. 844

jueves, 13 de noviembre de 2014

¿Puede un sacerdote violar el secreto de la confesión para salvar la vida a alguien?


Alrededor de 200 confesores han participado a un convenio realizado del 12 al 13 de noviembre 2014 en el Palazzo della Cancelleria de Roma, organizado por la Penitenciaría Apostólica sobre el ‘secreto de la confesión y la privacidad pastoral’. Para la ocasión, Aleteia ha entrevistado al Cardenal, Mauro Piacenza, Penitenciario Mayor del Vaticano. 

El cardenal, Piacenza ha confirmado que dichos temas son actuales en una sociedad mediática y ante la necesidad de proteger la privacidad de las personas que se acercan a la Iglesia. La privacidad como “gesto delicado para proteger las almas” delante a la moda de saber todo de las personas visitando online simplemente su perfil en un social network.  





La privacidad como valor 

En este contexto, el alto prelado advierte sobre una ‘excesiva exposición mediática’ que amenaza las personas y sus valores. En la Iglesia, ”es importante la privacidad”. “La persona debe tener un ámbito o un lugar donde pueda ser ella misma y no lo que se espera que sea”. Por ello, “son grandes los “efectos” que queremos proteger con “la privacidad y la confidencialidad” para “preservar la fama, la reputación o los derechos del individuo y de los grupos” constató.

“La tarea fundamental del sacerdote es la de defender y preservar la intimidad de la persona como espacio vital para proteger su personalidad, además de sus sentimientos”.  Así indicó el cardenal Piacenza que, en el caso específico del párroco- por citar un caso concreto-  “él presta un servicio de asistencia materia y espiritual” y está obligado a defender la “intimidad” de las personas que visitan la parroquia o la la Iglesia. 

En este sentido, explicó que la “finalidad del secreto, tanto sacramental, como extra sacramental” es defender “la intimidad de la persona, que consiste en proteger la presencia de Dios dentro de cada hombre”. Y cita San Agustín para sostener el alto valor de la intimidad: “Dios es superior summo meo et interior intimo meo ("Dios está por encima de lo más alto que hay en mí y está en lo más hondo de mi intimidad”. 
 
Y advierte el cardenal que para la Iglesia quien viola “la intimidad de la persona” hace un “acto de injusticia” que además contradice la “religiosidad”. En este sentido, confirma que el Convenio responde a esta necesidad de diálogo con el mundo actual. 





El secreto de la confesión

- ¿Existen excepciones en el secreto confesional? 

No. El secreto es absoluto e inviolable. Yo estoy obligado a mantener la confidencialidad sobre todo lo que se me diga. El penitente no habla al sacerdote como un hombre, sino habla a Dios. El confesor, ni siquiera sabe lo que ha sentido, porque como hombre no sabe lo que ha escuchado.

Lo que se dice en la confesión está dirigido al Buen Pastor. Según la doctrina clásica está prohibido al confesor de cultivar algún recuerdo. Si, en algún momento le viene debe desecharlo, como lo haría con cualquier otro pensamiento ilícito o malo.

- ¿Qué consecuencias recaen a nivel de derecho canónico sobre el sacerdote que viola el secreto de la confesión?

La excomunión. Una pena gravísima. Es traicionar el coloquio que la persona tiene con Dios. Existe una violación directa o indirecta. En este último caso, es como si el sacerdote hiciera alusión a otras personas sobre algo dicho por la persona en confesión.

- ¿Existen sacerdotes que han perdido la vida por mantener el secreto de la confesión? 

En los regímenes totalitarios y con la complicidad de algunas legislaciones se ha querido violar a la fuerza el secreto confesional para saber cosas de otras personas. En varios regímenes ha sucedido y en esos casos, los sacerdotes han sido verdaderos mártires de la fe. 


Por ejemplo  san Juan Nepomuceno sufrió el martirio antes de ceder a las presiones del Rey de Bohemia quien quería saber si la reina lo había traicionado. San Nepomuceno era el confesor de la Reina. 

Por lo tanto, la ley de un país no puede obligar un sacerdote a violar el secreto de la confesión…

Si la ley dice que el confesor debe denunciar a una persona que se ha venido a confesar de un delito, evidentemente el sacerdote no lo puede hacer. 

- La Corte Suprema de Louisiana, EEUU ordenó en julio 2014 a un sacerdote testificar rompiendo el secreto de confesión. Ante tal pedido, la Diócesis de Baton Rouge aseguró que esta demanda es inconstitucional y ataca la doctrina de la Iglesia. ¿Como comenta este caso? 

Los deberes de la propia misión no pueden ser violados de ninguna manera. Se trata de un deber más grave de lo que es el secreto profesional. La diócesis ha respondido bien.

- ¿Cuál es la posición de la Santa Sede cuando el secreto de la confesión es amenazado por las leyes de un Estado? 

La Santa Sede trata de no inferir en las decisiones de los países y en sus políticas. Respetando la libertad, no el arbitrio de las leyes de los países, sino la libertad verdadera. La fe es un acto libre. La Iglesia debe reivindicar la libertad de culto, de la evangelización, del sacramento y de la confesión. Si el Estado no respetara esto, la Iglesia se hace mártir. 

- ¿Puede un sacerdote violar el secreto de la confesión para salvar la vida a otra persona condenada injustamente?

No. La Iglesia defiende la vida hasta el final y siempre. Vive dentro de sí estos valores. El confesor debe asumir el martirio dentro de sí. Puede hacer todo lo posible para salvar la vida a través de la oración, la penitencia, el testimonio. Sin embargo, no podrá jamas hablar para decir que esa persona es el asesino. Esto jamás lo podrá decir. 


Autor: Ary Waldir Ramos Díaz; en Aleteia.org desde Roma 

miércoles, 22 de octubre de 2014

Fiesta de San Juan Pablo II




22 de Octubre: Fiesta de San Juan Pablo II

Hoy celebramos por primera vez a San Juan Pablo II, el Papa de la familia, el Papa peregrino que viajó por el mundo y que resaltó que "el matrimonio y la familia cristiana edifican la Iglesia. Los hijos son fruto precioso del matrimonio".
Karol Jósef Wojtyla, más conocido como San Juan Pablo II, nació en Wadowice (Polonia) en 1920. El día que recibió la primera comunión le fue impuesto el escapulario y desde entonces lo llevó consigo como muestra de amor a la Virgen.


Tuvo una juventud muy dura por el ambiente de odio y destrucción de la Segunda Guerra Mundial con la invasión nazi, pero su fe lo llevó a ingresar al seminario de manera clandestina. Es ordenado sacerdote en 1946 y Obispo polaco en 1958, en el que escoge su lema oficial “Totus Tuus” (todo tuyo), en honor a María Santísima.
En el Concilio Vaticano II fue importante su colaboración en las constituciones dogmáticas “Gaudium et Spes” y “Lumen Gentium”. Luego sería nombrado Arzobispo Metropolitano de Cracovia y posteriormente fue creado Cardenal por el ahora Beato Papa Pablo VI.

Entre los servicios que promovía estaban la rama pastoral para los sordomudos y ciegos, el Instituto de familia y el programa “S.O.S. Cardenal Wojtyla” para ayudar a mamás solteras que deseaban abortar.

A la muerte de Juan Pablo I, en 1978, es elegido Sumo Pontífice y toma el nombre de Juan Pablo II. Permaneció como sucesor de San Pedro por más de 26 años, realizando 104 viajes apostólicos fuera de Italia y 146 en ese país.
Impulsó las Jornadas Mundiales de la Juventud en las que se reunió con millones de jóvenes de todo el mundo e 

inauguró los Encuentros Mundiales de las Familias.

Partió a la Casa del Padre en el 2005. Fue beatificado por el Papa Benedicto XVI, y canonizado recientemente, en abril de este año, por el Papa Francisco, quien en la ceremonia de canonización dijo: “San Juan Pablo II fue el Papa de la familia. Él mismo, una vez, dijo que así le habría gustado ser recordado, como el Papa de la familia”.

viernes, 10 de octubre de 2014

Leer, meditar, rezar, actuar: La lectio divina en cuatro pasos fáciles






Cuando primero me encontré con el término lectio divina (que significa “lectura sagrada”), se me vino a la mente la idea de monjes ya mayores recluidos en un cuarto silencioso muy concentrados estudiando unos manuscritos medievales, mientras la luz del sol se proyecta a través de hermosos vitrales de colores iluminando las páginas de libros antiquísimos, y pensé que no sería algo que llegaría a mi experiencia personal.

Pero después de entrar en el noviciado jesuita tuve la oportunidad de conocer aquella antigua práctica de la lectio divina de una manera que la hacía no solo accesible sino comprensible. En las comunidades monásticas todavía se usa este método de oración, claro está, pero también lo puede usar incluso el más ocupado y el menos monástico de nosotros.



Un método sencillo. La lectio divina es una forma de tener un encuentro con Dios a través de la Sagrada Escritura, y se hace normalmente tomando un pasaje determinado de la Biblia para hacer la oración. Hay diversos métodos para la lectio divina, pero el más fácil que he encontrado es el que me sugirió mi profesor de Nuevo Testamento, el Padre Daniel Harrington, SJ. Él me aconsejó dividir la oración en cuatro pasos. Para hacerlo más fácil, usaremos el relato de cuando Jesús predica en la sinagoga de Nazareth en el Evangelio según San Lucas (4,16-30).

Paso 1. Leer: ¿Qué dice el texto? En primer lugar, se lee el texto. Al nivel más básico, uno se pregunta: ¿Qué sucede en este pasaje del Evangelio? A veces, conviene usar un comentario bíblico o leer la explicación de la propia Biblia para entender mejor el contexto.
En este pasaje recordamos que Jesús está en la sinagoga de Nazaret, y que lee las Escrituras hebreas. Aquí, al principio de su ministerio público, el Señor revela tanto su identidad como su misión a los pobladores de su ciudad. ¡Qué impresionante debe haber sido para ellos escuchar que “un joven del pueblo” comenta una lectura del profeta Isaías, que luego dice: “Hoy mismo se ha cumplido la Escritura que ustedes acaban de oír.” En otras palabras ¡Yo soy el cumplimiento de la Escritura!

Al principio, seguramente la gente pensaba que era agradable escuchar la lectura que hacía Jesús, pero luego se vuelven contra Él y casi lo matan. De alguna manera, el Señor pasa en medio de ellos y se va. No es de extrañar, pues, que a este pasaje lo llamen “el rechazo en Nazaret.”

Paso 2. Meditar: ¿Qué me dice Dios a mí en este texto? En este punto, uno ve si hay algo que Dios quiere darle a conocer en este pasaje. Casi siempre uno puede relacionarlo con algún suceso o experiencia de su vida.

Por ejemplo, ¿ha habido situaciones o lugares en los que uno se ha sentido llamado a hablar “en nombre de Dios”, incluso aunque alguien lo rechace? En el pasaje del Evangelio, Jesús seguramente sabía que su mensaje sería polémico, pero así y todo lo proclamó. ¿Hay algo en tu vida que te pide adoptar una postura muy fi rme e incluso arriesgada? Quizás algo como esto es lo que Dios quiere comunicarte.

Paso 3. Rezar: ¿Qué le quiero decir yo a Dios sobre el texto? Después de meditar en este pasaje, tal vez uno sienta temor por lo que cree que el Señor le pide hacer. Si esto signifi ca defender a alguien que ha sido maltratado, o incluso defenderse uno mismo, quién sabe si la idea pueda asustarle. Tal vez uno tema ser rechazado, y más aún, ser rechazado por los conocidos y amigos cercanos, como lo fue Cristo en su propia ciudad.

Pero también uno puede sentirse animado por el ejemplo de la confi anza de Jesús, y recordar que todos los profetas probablemente sintieron algo de temor cuando tuvieron que cumplir una misión profética. Así y todo, tanto Jesús como los profetas actuaron a pesar del miedo, siempre confi ando en Dios. Usa esta parte de tu oración para decirle al Señor cómo te sientes al respecto. Sé honesto y no te preocupes: ¡A Dios no le sorprende ninguna emoción!

Paso 4. Actuar: ¿Qué hacer como resultado de la oración? Finalmente, uno actúa. La oración debe movernos a actuar, aunque esto solamente signifi que ser más compasivos y fi eles.
Ahora que uno ha leído la narración de lo que hizo Jesús en la sinagoga, ha refl exionado sobre lo que Dios le dice y le ha dicho a Dios lo que piensa, es hora de entrar en acción. Tal vez se decida a realizar alguna acción concreta para defender con más decisión y valentía a quien se encuentre oprimido, o bien decida que quiere perdonar a alguien que le ha hecho algún mal, o incluso piense que quiere rezar más sobre lo que ha de hacer. Sea lo que sea, es hora de dejar la oración y pasar a la acción.




Saborear y escuchar. Hay otro modo de rezar la lectio divina ligeramente diferente, en el cual uno se queda meditando sobre una idea, una sola palabra o una frase que uno escoge del pasaje leído. De esta manera uno puede “saborear” el texto, como decía San Ignacio de Loyola. Esto resulta muy bien con los salmos.

Por ejemplo, uno puede leer el Salmo 23, que comienza con la frase “El Señor es mi pastor.” Cuando llegue a la frase “En verdes praderas me hace descansar,” quizá se sienta inclinado a meditar en lo agradable que sería experimentar un apacible descanso en aquella verde pradera. Si usted es una persona muy ocupada, tal vez aproveche la oportunidad simplemente para reposar junto a Dios, o bien puede pensar en aquellos lugares o situaciones que en su vida podría comparar con “verdes praderas” y darle gracias a Dios por ellos. De esta forma, su lectio divina se limitaría nada más que a una oración concentrada o un descanso apacible, una gratitud sin palabras.

Dios tiene muchos modos de actuar en la vida de sus hijos y muchos modos de comunicarse con nosotros. La oración de la lectio divina es apenas uno de ellos. El Señor también nos puede hablar a través de la Santa Misa y los sacramentos, así como por nuestras experiencias y amistades y también a través de la naturaleza, la música y el arte.

En todos estos momentos, la voz de Dios viene a nosotros; por eso, cuando usted rece y sienta que Dios le habla, ¡ponga atención y escuche!


El P. James Martin, S.J., es sacerdote jesuita y autor del libro Mi vida con los santos (Loyola Press).

sábado, 20 de septiembre de 2014

El Decálogo Orante


1. "Vete al Señor mismo, al mismo con quien la familia descansa, y llama con tu oración a su puerta, y pide, y vuelve a pedir. No será Él como el amigo de la parábola: se levantará y te socorrerá; no por aburrido de ti: está deseando dar; si ya llamaste a su puerta y no recibiste nada, sigue llamando que está deseando dar. Difiere darte lo que quiere darte para que más apetezcas lo diferido; que suele no apreciarse lo aprisa concedido". (Sermón 105).

2. "Tiene Él más ganas de dar que nosotros de recibir; tiene más ganas Él de hacernos misericordia que nosotros de vernos libres de nuestras miserias". (Sermón 105).

3. "La oración que sale con toda pureza de lo intimo de la fe se eleva como el incienso desde el altar sagrado. Ningún otro aroma es más agradable a Dios que éste; este aroma debe ser ofrecido a él por los creyentes". (Coment. sobre el Salmo 140).





4. "Si la fe falta, la oración es imposible. Luego, cuando oremos, creamos y oremos para que no falte la fe. La fe produce la oración, y la oración produce a su vez la firmeza de la fe". (Catena Aurea).

5. "Cuando nuestra oración no es escuchada, es porque pedimos aut mali, aut male, aut mala. Mali, porque somos malos y no estamos bien dispuestos para la petición. Male, porque pedimos mal, con poca fe o sin perseverancia, o con poca humildad. Mala, porque pedimos cosas malas, o van a resultar, por alguna razón, no convenientes para nosotros". (La ciudad de Dios, 20, 22).

6. "Puede resultar extraño que nos exhorte a orar aquel que conoce nuestras necesidades antes de que se las expongamos, si no comprendemos que nuestro Dios y Señor no pretende que le descubramos nuestros deseos, pues Él ciertamente no puede desconocerlos, sino que pretende que, por la oración, se acreciente nuestra capacidad de desear, para que así nos hagamos más capaces de recibir los dones que nos prepara. Sus dones, en efecto, son muy grandes y nuestra capacidad de recibir es pequeña e insignificante. Por eso, se nos dice: Dilatad vuestro corazón". (Carta 130, a Proba).

7. "Con objeto de mantener vivo este deseo de Dios, debemos, en ciertos momentos, apartar nuestra mente de las preocupaciones y quehaceres que de algún modo nos distraen de él, y amonestarnos a nosotros mismos con la oración vocal; no vaya a ocurrir que nuestro deseo comience a entibiarse y llegase a quedar totalmente frío, y, al no renovar con frecuencia el fervor, acabe por extinguirse del todo". (Carta 130, a Proba).



8. "Lejos de la oración las muchas palabras; pero no falte la oración continuada, si la intención persevera fervorosa. Hablar mucho en la oración es tratar una cosa necesaria con palabras superfluas: orar mucho es mover, con ejercicio continuado del corazón, a aquel a quien suplicamos, pues, de ordinario, este negocio se trata mejor con gemidos que con discursos, mejor con lágrimas que con palabras." (Carta 121 a Proba).

9."Haz tú lo que puedas, pide lo que no puedes, y Dios te dará para que puedas". (Sermón 43, sobre la naturaleza y la gracia).

10. "Si vas discurriendo por todas las plegarias de la santa Escritura, creo que nada hallarás que no se encuentre y contenga en esta oración dominical (Padrenuestro)". (Carta 130, a Proba).

TITULO ORIGINAL "EL DECÁLOGO ORANTE (SAN AGUSTÍN)

viernes, 5 de septiembre de 2014

Decálogo de Benedicto XVI sobre el Rosario



¿Por qué rezar el rosario? ¿no es demasiado repetitivo? Compartimos algunas reflexiones del Papa Benedicto XVI en torno a ésta oración.
 
1.- “El santo rosario no es una práctica piadosa del pasado, como oración de otros tiempos en los que se podría pensar con nostalgia. Al contrario, el rosario está experimentado una nueva primavera”.

2.- “El rosario es uno de los signos más elocuentes del amor que las generaciones jóvenes sienten por Jesús y por su Madre, María”.

3.- “En el mundo actual tan dispersivo, esta oración -el rosario- ayuda a poner a Cristo en el centro como hacía la Virgen, que meditaba en su corazón todo lo que se decía de su Hijo, y también lo que El hacía y decía”.

4.- “Cuando se reza el rosario, se reviven los momentos más importantes y significativos de la historia de la salvación; se recorren las diversas etapas de la misión de Cristo”.

5.- “Con María, el corazón se orienta hacia el misterio de Jesús. Se pone a Cristo en el centro de nuestra vida, de nuestro tiempo, de nuestras ciudades, mediante la contemplación y la meditación de sus santos misterios de gozo, de luz, de dolor y de gloria”.

6.- “Que María nos ayude a acoger en nosotros la gracia que procede de los misterios del rosario para que, a través de nosotros, pueda difundirse en la sociedad, a partir de las relaciones diarias, y purificarla de las numerosas fuerzas negativas, abriéndola a la novedad de Dios”.

7.- “Cuando se reza el rosario de modo auténtico, no mecánico o superficial sino profundo, trae paz y reconciliación. Encierra en sí la fuerza sanadora del Nombre Santísimo de Jesús, invocado con fe y con amor en el centro de cada Avemaría”.

8.- “El rosario, cuando no es mecánica repetición de formas tradicionales, es una meditación bíblica que nos hace recorrer los acontecimientos de la vida de la Señor en compañía de la Santísima Virgen María, conservándolos, como Ella, en nuestro corazón”.

9.- “No debe cesar esta buena costumbre, es más debe proseguir todavía más con mayor compromiso de manera que, en la escuela de María, la lámpara de la fe brille cada vez más en el corazón de los cristianos y en sus casas”.

10.- “(En el rezo del rosario), les encomiendo las intenciones más urgentes de mi ministerio, las necesidades de la Iglesia, los grandes problemas de la humanidad: la paz en el mundo, la unidad de los cristianos, el diálogo entre las culturas”.

Autor: Benedicto XVI. Frases tomadas de los discursos del Papa con ocasión del comienzo y cierre del mes de mayo de 2009

jueves, 19 de junio de 2014

Orvieto...Corpus Christi




Entre los diversos milagros Eucarísticos que han ocurrido a lo largo de la historia, hay uno que se destaca frente a los otros; y es el milagro ocurrido en el año 1264 en Orvieto, preciosa ciudad Italiana de la región de Umbría.

Los hechos ocurrieron frente a los ojos del Padre Pedro de Praga quien desde hace un tiempo dudaba de la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía. En aquella ocasión, el sacerdote se encontraba peregrinando a Roma y descansó una noche en Bolsena, cerca de Orvieto, puesto que la población es relativamente cerca de la Ciudad Eterna. Allí, en la Iglesia de Santa Cristina, el sacerdote solicitó celebrar la Santa Eucaristía, con la esperanza de hallar una respuesta a sus dudas.

La mañana siguiente, cuando el Padre de Praga consagraba el Pan y el Vino se hizo palpable el gran misterio de la transustanciación del Cuerpo y la Sangre de Cristo, cuando la Sagrada Hostia se convirtió en carne, comenzó a sangrar y manchó el corporal.

Atónito por lo sucedido, muy pronto el sacerdote comunicó el prodigio divino al Papa Urbano IV, quien por entonces se encontraba en Orvieto, quien inmediatamente solicitó la hostia y el corporal para verificar lo ocurrido. Al ver el milagro, el propio Pontífice se arrodilló frente al corporal y luego lo mostró a toda la población.

Precisamente por esta manifestación sobrenatural, el Papa Urbano IV, a través de la Bula ‘Transiturus', instituyó muy pronto la Solemnidad del Corpus Cristi, festividad que ocurre el jueves posterior a la solemnidad de la Santísima Trinidad. Fue precisamente este pontífice quien solicitó a Santo Tomás de Aquino preparar el Oficio Litúrgico para la conmemoración en honor al Cuerpo y la Sangre de Cristo.

En la actualidad la Catedral de Orvieto es la encargada de custodiar el corporal en el cual ocurrió el milagro. Esta santa reliquia hoy es posible apreciarse en una capilla edificada en homenaje al gran milagro Eucarístico. Corporal que cada año, durante la fiesta del Corpus Cristi, sale en procesión por las calles de la población italiana y preside las celebraciones Eucarísticas que tienen lugar en la Catedral.


Artículo originalmente publicado por Gaudium Press

viernes, 13 de junio de 2014

«arca del Testamento»






Es uno de los santos más estimados y desde el siglo XIII constante objeto de estudio. Nació en Lisboa, Portugal, a finales del siglo XII, quizá en torno a 1191. Sus padres eran mercaderes y tenían una buena posición. Es posible que Martim de Bulhôes, su progenitor, estuviese al servicio del rey. Él y su esposa, Teresa Taveira, dieron al pequeño Fernando, que fue el nombre de pila del santo, una educación acorde con su posición. En la pubertad atravesó un periodo de dudas y crisis en el que no faltaron las tentaciones propias de la edad y contra las que entabló una lucha sin cuartel. De una de esas íntimas batallas queda constancia en la catedral de Lisboa ya que, perturbado por una de ellas, mientras ascendía al coro, trazó en la pared la señal de la cruz dejando perenne huella en la piedra que cedió bajo la presión de sus dedos.

Desdeñando las vanidades y placeres del mundo, ingresó con los canónigos regulares de Lisboa. Pero la oración y el recogimiento eran frecuentemente perturbados por las inoportunas visitas de familiares y amigos que rompían la paz del cenobio. Buscando sosiego, en 1212 se trasladó al monasterio de Santa Cruz en Coimbra. Su memoria prodigiosa y la intensidad de su dedicación pronto hicieron de él un gran conocedor de las Sagradas Escrituras. En 1220 se sintió llamado al martirio conmovido por las reliquias de cinco franciscanos que trajo de Marruecos el rey de Portugal. Eso determinó su ingreso con los frailes menores de San Antonio de Olivares, con intención de partir a tierras moriscas, como hizo junto a otro hermano a finales de ese año. Hallándose en el norte de África una hidropesía truncó repentinamente sus sueños y determinó regresar a Lisboa. Entonces se desencadenó una violenta tempestad y el barco encalló cerca de la siciliana Mesina.

Repuesto de la enfermedad, en la primavera de 1221 participó en el capítulo «de las esteras». Allí conoció a san Francisco y adoptó plenamente la sencillez y pobreza evangélicas. Creció en este espíritu junto a fray Graciano, y en el estío de ese año le acompañó a Monte Paolo. La predicación de Antonio en Forli fue todo un descubrimiento. Sus magníficas dotes oratorias, alimentadas con la oración y penitencia, calaron en las gentes y no pasaron desapercibidas en su entorno. De hecho, fray Graciano le encomendó esta misión. Era un consumado maestro y predicador; exponía el evangelio con agudeza e ingenio. Además, poseía una envidiable cultura científica, teológica y filosófica.

En 1223, cuando Francisco disolvió la casa abierta en esta ciudad, temiendo que los frailes pudieran centrarse en el estudio en detrimento de la vida de piedad, determinó que Antonio fuese maestro de teología, y le indicó que impartiese esta disciplina en Bolonia. Desde 1224 evangelizó distintas regiones de Francia y del norte de Italia, combatiendo sectas y herejías de albigenses y cátaros, como hizo en Rímini. Predicó en Padua, Verona, Roma, etc. Multitudes se convertían arrebatadas por su fervor y ardor apostólico; eran incontables los que se abrazaban al carisma franciscano. Versado en la teología de Dionisio Areopagita, enseñó esta materia en varias ciudades galas. Toulose y Montpellier constataron su celo, ciencia y virtud. En ésta ciudad un novicio le robó el Salterio. Se cuenta que el diablo al pasar el río le amenazó diciéndole: «Vuélvete a tu Orden y devuelve al siervo de Dios, fray Antonio, el Salterio; si no, te arrojaré al río, donde te ahogarás con tu pecado». El novicio, arrepentido, lo devolvió y confesó su culpa.

En 1227 Antonio asistió al capítulo general de Asís. Lo designaron ministro provincial en la Emilia-Romaña y gozó de completa libertad para la predicación a la que se dedicó junto a la enseñanza y a la confesión. En 1228 Gregorio IX, que le oyó predicar en San Juan de Letrán, le encomendó la redacción de los Sermones Dominicales et festivi. Este pontífice lo denominó «arca del Testamento». En 1230 participó en el capítulo general de Roma, y el papa contó con su acertado juicio para abordar la interpretación de la regla franciscana. Ese año escribió en Padua los Sermones de las solemnidades que habían sido objeto de su predicación.

Desde niño fue singularmente devoto de María. El don de milagros que había formado parte de su infancia le acompañó siempre. Un día era un afligido penitente incapaz de confesar sus culpas que llevaba escritas y que iban desapareciendo del papel mientras el santo las leía. Otro dejaba atónitos a todos, en particular a la madre cuyo hijo había caído en el interior de una caldera de agua hirviendo mientras le escuchaba con fervor, y le veían salir de ella sin haber sufrido mal alguno. O eran testigos de los bancos de peces multicolores que asomaban su cabeza en la orilla del mar, y de las inmensas bandadas de aves arremolinadas en torno a él, unos y otras con el objeto de oírle, ejemplo para los incrédulos que daban la espalda a la palabra divina. Quienes le seguían observaban asombrados su dominio de los elementos atmosféricos, la restitución de un pie amputado, la resurrección de un difunto, etc. En suma, un rosario interminable de portentosos prodigios inmortalizados por la iconografía. Fue agraciado también con los dones de éxtasis, visiones, bilocación, profecía...

El 13 de junio de 1231 en Camposampiero al ver llegada su hora pidió que lo llevaran a La Cella, un barrio de Padua, donde los frailes tenían un convento y atendían a las Damas Pobres. Y allí murió ese día con fama de santidad. Los frutos espirituales de la fecunda e infatigable labor de este santo taumaturgo prosiguieron después de su tránsito. Gregorio IX lo canonizó el 30 de mayo de 1232, prácticamente un año después de su muerte. Pío XII lo proclamó doctor de la Iglesia el 16 de enero de 1946, confiriéndole el título de «Doctor Evangélico». Tuvo en cuenta su capacidad para infundir en los fieles la convicción de que la respuesta a todas las necesidades y dificultades se halla en el evangelio.

(13 de junio de 2014) © Innovative Media Inc.