lunes, 5 de mayo de 2014

Conócete a ti mismo








<<Conócete a ti mismo>>, decía uno de los siete sabios de Grecia. Voy, pues a pensar en mí. ¿Qué soy yo? Soy un problema lleno de misterios.

No soy mío, no me pertenezco; a mí me han hecho. Todo cuantos conozco son, como yo, de Dios.

Yo soy de ayer. Hace pocos años no existía.

Yo soy impotente, necesitado, pobre de todo.

Yo soy muy pequeño; siento que hay otro superior a mí, otro que me manda, que me prohíbe, que me ve y vigila cuanto hago, que me reprende si hago mal, que me prueba si hago bien, que me amenaza si no cumplo mi deber, que me asegura si lo cumplo.

Yo soy ignorante y falible. ¡Qué poco sé! ¡Que poco alcanzo!

Yo soy mudable, soy desgraciado, soy mortal, me acabo, me voy, no me puedo detener ni esperarme quieto. Me empuja más allá, a la muerte, al fin. Marcho a paso incesante por la senda de la vida a la muerte.

Al mismo tiempo yo soy mío, yo soy libre, puedo hacer muchas veces lo que me da la gana.

Yo soy inteligente, soy grande, valgo mucho, siento en medio de mi pequeñez un poder sobremundano, me conozco superior a todas las cosas, superior a toda la materia y a todo el mundo que me rodea, destinado a grandes cosas, criado para ser feliz, inmortal y eterno.

No soy una piedra, no soy una flor, no soy un perro. Soy mucho más. Y aun cuando muera, sé que hay algo que me espera después de la muerte.

¡Qué poco valgo y cuanto valgo! ¡Sin Dios y respecto a Dios… nada! ¡Con Dios y respecto del mundo… mucho! Debo de ser humilde y puedo ser magnánimo. Sin Dios nada; con Dios mucho.

Autor: P. Remigio Vilariño, S.J.

No hay comentarios:

Publicar un comentario